MORIR SERENAMENTE
Morir serenamente para olvidar el presente,
mientras contemplaba tranquilo la cinta
blanco y negro de los sesenta,
sentado en una terraza del pueblo
bajo la melodía de 'Los Bravos',
a la tenue luz de un piano bar costero,
el romántico son de Frank Sinatra,
la suave entonación de Wendolín,
unas copas de Marie Brizard con mucho hielo
y la potente voz de Nat King Cole
que escapaba por la puerta
cuando los clientes entraban o salían;
y aquel violín llenando toda la sala
y queriendo salir afuera.
En medio de imágenes discontinuas,
se proyectaban numerosas
diapositivas del pasado,
junto a los cada vez más lejanos iconos
de un quirófano tan frío como sus manos
y el mal sabor a cloroformo en su boca.
Solo las templadas manos de su esposa le hacían
sentirse vivo todavía.
Morir serenamente para olvidar el presente,
mientras contemplaba tranquilo la cinta
blanco y negro de los sesenta,
sentado en una terraza del pueblo
bajo la melodía de 'Los Bravos',
a la tenue luz de un piano bar costero,
el romántico son de Frank Sinatra,
la suave entonación de Wendolín,
unas copas de Marie Brizard con mucho hielo
y la potente voz de Nat King Cole
que escapaba por la puerta
cuando los clientes entraban o salían;
y aquel violín llenando toda la sala
y queriendo salir afuera.
En medio de imágenes discontinuas,
se proyectaban numerosas
diapositivas del pasado,
junto a los cada vez más lejanos iconos
de un quirófano tan frío como sus manos
y el mal sabor a cloroformo en su boca.
Solo las templadas manos de su esposa le hacían
sentirse vivo todavía.