Bueno, aquí estoy yo con un poema para esta semana que acaba de empezar. Es contemporáneo, exento de rima y métrica, sí, pero muy lejos de la magnífica altura de lenguaje con que escribía Jaime Gil de Biedma. ¡Claro!, yo no doy más de mí.
FERIA Y ALMA
Era el recinto hervidero humano
en esos días, llenos a rebosar los chiringuitos;
que por algo la feria de Albacete
derrocha fama entre las mejores.
Mas no es todo alegría en el evento;
muchas son las almas que se mueven
al ritmo de la batuta del ferial,
y todos tienen entresijos en sus vidas
que los demás naturalmente ignoramos.
No faltaban por doquier los tenderetes
plantados por decenas de inmigrantes,
por féminas de color atendidos algunos
-de bellos ojos ellas-, y en algún caso
con niños a la espalda, recogidos con
ceñida gran tela de vivos colores,
luchando por ganarse la vida cada día.
En busca de un reloj,
no olvidaré nunca la gran satisfacción
de aquel fornido moreno,
al que devolví los dos que en mis manos quedaron,
cuando a la voz de “ ¡la policía!”,
desapareció de mi vista en un decir amén,
a cuestas la manta y su para él tan valioso contenido.
Quiso el destino dos horas después,
cuando ya tanta feria me cansaba,
que tropezara con aquel zagalón
nuevamente con su tenderete.
El apretón de manos que me dio,
mirándome a los ojos,
fue la muestra de agradecimiento más valiosa
que el más fuerte abrazo que se me haya dado.
Plazalagua.
FERIA Y ALMA
Era el recinto hervidero humano
en esos días, llenos a rebosar los chiringuitos;
que por algo la feria de Albacete
derrocha fama entre las mejores.
Mas no es todo alegría en el evento;
muchas son las almas que se mueven
al ritmo de la batuta del ferial,
y todos tienen entresijos en sus vidas
que los demás naturalmente ignoramos.
No faltaban por doquier los tenderetes
plantados por decenas de inmigrantes,
por féminas de color atendidos algunos
-de bellos ojos ellas-, y en algún caso
con niños a la espalda, recogidos con
ceñida gran tela de vivos colores,
luchando por ganarse la vida cada día.
En busca de un reloj,
no olvidaré nunca la gran satisfacción
de aquel fornido moreno,
al que devolví los dos que en mis manos quedaron,
cuando a la voz de “ ¡la policía!”,
desapareció de mi vista en un decir amén,
a cuestas la manta y su para él tan valioso contenido.
Quiso el destino dos horas después,
cuando ya tanta feria me cansaba,
que tropezara con aquel zagalón
nuevamente con su tenderete.
El apretón de manos que me dio,
mirándome a los ojos,
fue la muestra de agradecimiento más valiosa
que el más fuerte abrazo que se me haya dado.
Plazalagua.
Magnífico, Plazalagua.
Qué bonito, pero sobre todo irradia humanidad.
Me encanta. Un abrazo.
Qué bonito, pero sobre todo irradia humanidad.
Me encanta. Un abrazo.