Ángel González fue siempre ese poeta al que uno le gusta encontrar: desacralizador, divertido y lúcido. Sabía que un hombre melancólico como él tenía que hacer divertida su vida; y sabía que un poeta de su estirpe no podía hacer poesía que no dibujara una sonrisa en los labios del lector. Sin esperanza, con convencimiento, así podía resumirse su biografía, como el título de uno de sus libros mayores.
Una obra en pie
Vivió sin padre desde los dieciocho meses, pero pasó su infancia rodeado de mujeres que lo cuidaron. En la guerra y postguerra estuvo en el bando de los perdedores, con muerto familiar y exilio de por medio. Fue maestro brevemente, funcionario y profesor universitario en Albuquerque. Le gustó por encima de todo la amistad, que supo atender con esa generosidad que imprimía siempre a los asuntos importantes. Fue, como quiso Cervantes, un escritor educado en la conversación de las tabernas y de las madrugadas.
Una obra en pie
Vivió sin padre desde los dieciocho meses, pero pasó su infancia rodeado de mujeres que lo cuidaron. En la guerra y postguerra estuvo en el bando de los perdedores, con muerto familiar y exilio de por medio. Fue maestro brevemente, funcionario y profesor universitario en Albuquerque. Le gustó por encima de todo la amistad, que supo atender con esa generosidad que imprimía siempre a los asuntos importantes. Fue, como quiso Cervantes, un escritor educado en la conversación de las tabernas y de las madrugadas.