Algún día,...

Algún día,
cuándo mi cuerpo no desee ver más la luz,
cuándo todo me sea indiferente, me hastíe,
prenderé mi maleta y me iré.

La llenaré de cartas de recomendación
de los más altos estamentos de la Iglesia,
siempre es conveniente que alguien te “eche” una mano.

Llevaré lujosos atavíos,
el aspecto tiene que ser bueno,
y cremas, muchas cremas que disfracen mi palidez.

Abajo quedarán mis dolientes familiares,
pañuelo en mano llorando,
como si de verdad sintieran mi partida,
mis amigos, mis detractores,
incluso alguno de ellos
arrojará flores a mi tumba. ¡Que descaro!

Mis labios, desde arriba,
esbozarán una sarcástica sonrisa.

Estaré sentada a la derecha de Dios Padre
gracias a mis cartas de recomendación.

Mari.
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