Recuerdos III
Voy a dejar 16 años de mi vida atrás. Esta pequeña historia es la historia de un viaje. Un viaje desde el final Sur de Europa al final Sur de América.
Emprendimos mi padre y yo el viaje en la costa mediterránea granadina hasta la ciudad capital en un camión de transporte de cargas varias sin ningún inconveniente en una cálida mañana del mes de mayo. En la Estación ferroviaria de Granada subimos a un viejo tren de madera de la RENFE. Uno como aquel al que le cantaba Víctor Manuel en su canción, hasta la ciudad de Utrera en la provincia de Sevilla para hacer transbordo hacía nuestro destino final. En Utrera tuvimos un inconveniente. Mientras tamábamos un café para hacer tiempo a que llegara el otro tren, escuchamos gritar a los mozos de cuerda de la estación: ¿De quien es este baúl ¿. Era nuestro viejo baúl cargado hasta los topes con nuestras pertenencias, ropas y algunos regalos para mi hermana que nos esperaba aquí. El baúl no tenía cerradura y lo habíamos atado con una cuerda pero con el traqueteo del viaje, esta se había soltado y al bajarlo para subirlo al otro tren, la tapa se soltó y la ropa y demás se desparramó por el andén. Corrimos hasta allí entre la risa de los demás viajeros y como pudimos acomodamos todo de vuelta y volvimos a atar con la cuerda lo más fuertemente posible. Llegamos a Cádiz y nos instalamos en una vieja fonda, cerca del puerto. Unos días después concurrimos a la revisación médica dispuesta por el gobierno argentina. Conmigo todo marchó perfectamente pero a mi padre le diagnosticaron una hernia umbilical incipiente. Cuando volvimos a la pensión revisamos los papeles y tuvimos la sorpresa que dicha hernia la habían anotado en mis papeles. Yo quería ir a ver al médico para decirle del error, pero mi padre me paró en seco. Tu no vas a ninguna parte, deja eso como está, si eso es inconveniente te van a revisar a ti que no tienes nada y todo quedará en paz. Ninguno de los dos fuimos revisado otra vez. Pasamos dos semanas en Cádiz hasta el día del embarque y justo coincidió con las fiestas de Corpus, que allí se celebran en un clima de verdadera fiesta.
El día del embarque tuvimos otra pequeña sorpresa. Atrás mío había un argentino que también embarcaba en nuestro buque, el Cabo de Hornos, en un momento me dijo: che pibe me cuidás el lugar que voy a comprar cigarrillos ¿le dije que si y al volver entablamos conversación y nos dijo que era sanjuanino, de Angaco y que – llevaba una carta para entregar a un Sr. Peña de Motril de unos españoles primos de los dueños de las bodegas Castro Hnos. y que no la había podido entregar por haber estado preso unos días por problemas de documentación. Ahí se dio le dijo mi padre que la carta era para él. Después fuimos compinches todo el viaje en barco. Estos paisanos de apellido Gallego tenían un molino y eran vigilados por la Guardia Civil porque creían que proveían de harina a la resistencia de Franco en la sierra granadina y querían que mi padre fuera a trabajar en el mantenimiento de las bodegas. El mundo es un pañuelo. Hasta Santa Cruz de Tenerife, todo fue bien. Preciosa ciudad. Después cuando ya pasaron unos días se levantó un oleaje infernal y el buque bailaba como Carmen Amaya. Me entraron unos mareos tremendos, me llevaron a la enfermería y me dieron una dieta, comía acelgas mañana, tarde y noche. Me salían acelgas por las orejas, así una semana. Llegó la normalidad hasta llegar a Río de Janeiro, una ciudad espléndida. Después, Santos con un puerto que apestaba a pescado podrido pero con una entrada espectacular, una especie de ría bordeada de cañas de azucar y palmeras a ambos lados. Después Montevideo, Av. 18 de Julio y la Plaza d la Independencia. Era un 19 de Junio y una banda de músicos con más años que Matusalén tocaban junto al monumento de Artigas. Zarpams hacía Buenos Aires y pasamos la noche en el puerto, desvelados deseando que llegara la mañana para ir a juntarnos con nuestra familia. A la mañana desembarcamos y después de hacer los trámites aduaneros salimos del puerto y nos estaban esperando mi cuñado y su hermanos que nos llevaron en subte (metro) que era la primera vez que viajaba bajo tierra y después en un tren de cercanías a la casa de mi hermana. En el trayecto, unos 25 Km. solo veíamos grupos de gente en los campos linderos al tren jugando al fútbol y haciendo asados (barbacoas), resulta que era el día 20 de Junio y se celebraba el Día de la Bandera por 1ª vez como Feriado Nacional en reeem plazo del 17 de Octubre que era el aniversario peronista y que los militares gaolpitas habían eliminado como fiesta.
Voy a dejar 16 años de mi vida atrás. Esta pequeña historia es la historia de un viaje. Un viaje desde el final Sur de Europa al final Sur de América.
Emprendimos mi padre y yo el viaje en la costa mediterránea granadina hasta la ciudad capital en un camión de transporte de cargas varias sin ningún inconveniente en una cálida mañana del mes de mayo. En la Estación ferroviaria de Granada subimos a un viejo tren de madera de la RENFE. Uno como aquel al que le cantaba Víctor Manuel en su canción, hasta la ciudad de Utrera en la provincia de Sevilla para hacer transbordo hacía nuestro destino final. En Utrera tuvimos un inconveniente. Mientras tamábamos un café para hacer tiempo a que llegara el otro tren, escuchamos gritar a los mozos de cuerda de la estación: ¿De quien es este baúl ¿. Era nuestro viejo baúl cargado hasta los topes con nuestras pertenencias, ropas y algunos regalos para mi hermana que nos esperaba aquí. El baúl no tenía cerradura y lo habíamos atado con una cuerda pero con el traqueteo del viaje, esta se había soltado y al bajarlo para subirlo al otro tren, la tapa se soltó y la ropa y demás se desparramó por el andén. Corrimos hasta allí entre la risa de los demás viajeros y como pudimos acomodamos todo de vuelta y volvimos a atar con la cuerda lo más fuertemente posible. Llegamos a Cádiz y nos instalamos en una vieja fonda, cerca del puerto. Unos días después concurrimos a la revisación médica dispuesta por el gobierno argentina. Conmigo todo marchó perfectamente pero a mi padre le diagnosticaron una hernia umbilical incipiente. Cuando volvimos a la pensión revisamos los papeles y tuvimos la sorpresa que dicha hernia la habían anotado en mis papeles. Yo quería ir a ver al médico para decirle del error, pero mi padre me paró en seco. Tu no vas a ninguna parte, deja eso como está, si eso es inconveniente te van a revisar a ti que no tienes nada y todo quedará en paz. Ninguno de los dos fuimos revisado otra vez. Pasamos dos semanas en Cádiz hasta el día del embarque y justo coincidió con las fiestas de Corpus, que allí se celebran en un clima de verdadera fiesta.
El día del embarque tuvimos otra pequeña sorpresa. Atrás mío había un argentino que también embarcaba en nuestro buque, el Cabo de Hornos, en un momento me dijo: che pibe me cuidás el lugar que voy a comprar cigarrillos ¿le dije que si y al volver entablamos conversación y nos dijo que era sanjuanino, de Angaco y que – llevaba una carta para entregar a un Sr. Peña de Motril de unos españoles primos de los dueños de las bodegas Castro Hnos. y que no la había podido entregar por haber estado preso unos días por problemas de documentación. Ahí se dio le dijo mi padre que la carta era para él. Después fuimos compinches todo el viaje en barco. Estos paisanos de apellido Gallego tenían un molino y eran vigilados por la Guardia Civil porque creían que proveían de harina a la resistencia de Franco en la sierra granadina y querían que mi padre fuera a trabajar en el mantenimiento de las bodegas. El mundo es un pañuelo. Hasta Santa Cruz de Tenerife, todo fue bien. Preciosa ciudad. Después cuando ya pasaron unos días se levantó un oleaje infernal y el buque bailaba como Carmen Amaya. Me entraron unos mareos tremendos, me llevaron a la enfermería y me dieron una dieta, comía acelgas mañana, tarde y noche. Me salían acelgas por las orejas, así una semana. Llegó la normalidad hasta llegar a Río de Janeiro, una ciudad espléndida. Después, Santos con un puerto que apestaba a pescado podrido pero con una entrada espectacular, una especie de ría bordeada de cañas de azucar y palmeras a ambos lados. Después Montevideo, Av. 18 de Julio y la Plaza d la Independencia. Era un 19 de Junio y una banda de músicos con más años que Matusalén tocaban junto al monumento de Artigas. Zarpams hacía Buenos Aires y pasamos la noche en el puerto, desvelados deseando que llegara la mañana para ir a juntarnos con nuestra familia. A la mañana desembarcamos y después de hacer los trámites aduaneros salimos del puerto y nos estaban esperando mi cuñado y su hermanos que nos llevaron en subte (metro) que era la primera vez que viajaba bajo tierra y después en un tren de cercanías a la casa de mi hermana. En el trayecto, unos 25 Km. solo veíamos grupos de gente en los campos linderos al tren jugando al fútbol y haciendo asados (barbacoas), resulta que era el día 20 de Junio y se celebraba el Día de la Bandera por 1ª vez como Feriado Nacional en reeem plazo del 17 de Octubre que era el aniversario peronista y que los militares gaolpitas habían eliminado como fiesta.