De doña Antonia Jacinta de Barreda, natural de Villalpando. A Alonso Pérez de Montalbán en la muerte del doctor Juan Pérez de Montalbán su hijo. SONETOS.
No cubra el rostro, venerable anciano,
el diluvio de lágrimas que viertes
que serán con tu lástimas dos muertes
que enternezcan el pecho más tirano.
Ya no te obliga sentimiento humano
si a tanto extremo prodigioso adviertes.
porque llorando el mundo de mil suertes,
tu llanto suple el cielo soberano.
Mas, ¡ay! que no es consuelo suficiente
al dolor que te oprime tan prolijo,
aunque la piedad mía más le quadre.
Porque aunque llore el mundo amargamente,
no hay quien a un padre llore como un hijo,
ni quien a un hijo llore como un padre.
No cubra el rostro, venerable anciano,
el diluvio de lágrimas que viertes
que serán con tu lástimas dos muertes
que enternezcan el pecho más tirano.
Ya no te obliga sentimiento humano
si a tanto extremo prodigioso adviertes.
porque llorando el mundo de mil suertes,
tu llanto suple el cielo soberano.
Mas, ¡ay! que no es consuelo suficiente
al dolor que te oprime tan prolijo,
aunque la piedad mía más le quadre.
Porque aunque llore el mundo amargamente,
no hay quien a un padre llore como un hijo,
ni quien a un hijo llore como un padre.
Muy buen soneto.
Un abrazo, Mari.
Un abrazo, Mari.