No te devolví la llave
cuando salí de tu casa,
¡no cambies la cerradura
que aún calienta la brasa!
Es un pequeño secreto
que yo lo guardo con celo,
cuando veo que tú sales
yo con la llave me cuelo
y reviso tus cajones,
acaricio tu camisa
y vuelvo a vivir de nuevo,
después regreso con prisa
hasta cerca de la plaza,
allí te veo pasar
y sonrío con tristeza;
¡hasta me pongo a temblar
por si un día me descubres
invadiendo tu morada,
y no entiendas mi postura
de inconsciente enamorada.
No me importan tus afectos
ni siento curiosidad
por ver que tienes en casa;
tengo la necesidad
de abrazar tu guardarropa,
de recordar tu presencia
cuando tú no estás presente,
solo te pido sapiencia
para comprenderme un poco
para entender mi postura;
si te mudas a otra casa
¡no cambies la cerradura!
... (ver texto completo)