Supongamos, que el
gobierno vigente está constituido por una amalgama de gente rica, riquísima, que siguen a rajatabla los principios de la iglesia católica, apostólica y romana y, entre los que hay mucha gente que tiene ganaderías de
toros bravos, y mansos, además de tierras por casi todos los territorios nacionales (como los Alba).
Supongamos, que ese “arte” recibe todos los años con dineros de los presupuestos del Estado, sustanciosas ayudas que no han sido recortadas (como
sanidad o
educación, por ejemplo) y, sigamos suponiendo, que también es subvencionado, “ese arte” por la UE (lo que riza el rizo de la incongruencia)
Supongamos, que a la mayoría de los
españoles de a píe, y a muchos de los otros también, se la trae al pairo que haya gente a los que les guste, de verdad, esas animaladas a las que llaman arte pero que, haciendo honor al
refrán que dice que: Vicente va donde va la gente, pues sigue la bola y callando asiente, dando así la razón a los iluminados apologétas del “arte” que es modus vivendi de un selecto grupo de personas que viven de ese “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”.
Supongamos que a los escoceses les importa un rábano ese patrimonio que dicen es de la Humanidad y; digamos que, en 1980, la UNESCO, que es una agencia de la
ONU encargada de la ciencia, el arte y la cultura, dictaminó al respecto:
"La
tauromaquia es el terrible y banal arte de torturar y matar
animales en público, según unas reglas. Traumatiza a los niños y los adultos sensibles. Agrava el estado de los neurópatas atraídos por estos espectáculos. Desnaturaliza la relación entre el
hombre y el
animal. En ello, constituye un desafío mayor a la moral, la educación la ciencia y la cultura. "La cultura es todo aquello que contribuye a volver al ser humano más sensible, más inteligente y más civilizado. La crueldad que humilla y destruye por el dolor jamás se podrá considerar cultura".
Salud.