Esta es la fiesta que queremos abolir. Una fiesta que nos regala imágenes de dudosa plasticidad, siempre basadas en el sufrimiento de alguien, sea toro o torero. Este es el arte que no entendemos. Esta es la cultura que no queremos. Esta es la educación que no podemos transmitir a nuestros hijos. Porque al final no hay margen, la sangre es sangre, y la sangre, el dolor y el sufrimiento, sean de quien fueren, no deben ser patrón educativo, ni expresión de cultura, ni mucho menos motivo de fiesta.