¿FIESTA TAURINA?
Canallada que daña;
costumbre poco halagüeña;
un raro deporte; una maña
por cierto nada buena:
dejar un noble animal atrapado
para hacer la gran faena…
con un hombre armado,
banderillas, espada y un jinete
sobre pujante penco montado…
quien le ayuda en el sainete.
Miles encerrados en un circo enorme
sin que haya en ellos un asomo de pena,
beodos gritan: ¡toro, toro! ¡olé, olé!
en medio del licor, del sol y de las arenas.
De un pasodoble suenan alegres acordes musicales;
pavoneándose detrás del taurómaco mayor…
comienza el paseíllo de más de una docena de alguaciles,
dueños del destino de un ser al que no quieren dar amor,
porque naturalmente lo consideran menos… que inferior.
¡Cuán elegante!
el torero aquel!
de luces tiene traje;
nadie se viste como él;
qué calzones, qué chaqueta
qué boina, ¡qué cachet!
hasta una capa lleva;
¿será para el frío? ¡o para qué!
nosotros no lo sabemos;
parece que tampoco él…
pues de tal estorbo se deshace;
en cambio, es entregada
otra capa, pero encarnada,
que ayudará en la tauromaquia
¡por todos tan anhelada!
Y del toro…
¿para qué un traje tan especial
si brillando como ónix bajo el sol
cubren los pelos negros
a este hermoso semental?
El verdugo quita y lanza su gorrito encantador;
cayendo en manos de su amada…
ella, entre grande orgullo y temor
le arroja una bella rosa perfumada
correspondiendo raudamente a su gesto instigador
Saliendo el reo que fuera encerrado
como alma que lleva el diablo…
enclaustrado queda con un “hombre”;
con un “ser humano” aprisionado
¿o… será con el mismo diablo?
Despidiendo chispas de incomodidad
lo adornan sus ojos bellos;
es grande, robusto, soberbio;
no entendiendo aún la cruel verdad
a su extraño acompañante mira.
“Tercio de varas”:
Se alegra el azuzador al ver aparecer
al garrochador sobre aquel brioso corcel…
él no tiene otro mejor papel,
que con su mágica varita lastimar
zahiriendo el lomo del animal,
haciéndolo de dolor enfurecer.
A la presa se acerca el matador;
como de boronas lleno un mantel…
el capote sacude frente a sus ojos,
para infamemente provocarle adrede…
los más grandes y fieros enojos.
Y lo logra;
brotan de sus ojazos furiosas llamas;
golpea el suelo con sus fuertes patas;
en tanto el torero, de su furia escapa
unos cuantos metros con su roja capa;
zarandeándola de diestra a siniestra,
media verónica viene, media verónica va …
mejorando así… ¡la más furiosa fiesta!
para que ataque la sensible bestia.
Y lo consigue:
como un rayo veloz
el toro se lanza contra él…
para ponerle fin a tanta burla
y que sepa quién es quien.
Faltando un segundo
para el encontronazo final…
el matador hace giros
de bailarina sin par;
de nuevo abre su capa;
raudo el toro ataca.
Se cree a estas alturas
de la fiera tener tanteada
su bárbara y letal bravura;
un “tercio de banderillas”
en su lomo clavadas,
podría ser en un principio
tanteo de genial cordura.
Sin una pizca de piedad
gigantescos dardos adornados,
sobre su cerviguillo penetran.
Sangrando bufa el infortunado semental;
vociferan en las gradas los inhumanos
chillando a coro por más crueldad.
Continúa el sanguinario espectáculo
y para dar capote a su adversario,
por cierto, totalmente involuntario…
entregan al verdugo filosa espada;
con magistrales pases de muleta y pecho
continúa el macabro baile rutinario
hasta clavar veloz estocada…
en un corazón impoluto, puro.
El reo se defiende; pone un freno:
se abalanza herido al mancebo
y los cachos clava en su cuerpo.
Ya no gritan los salvajes: ¡ole, ole!
no hace falta el descabello;
todos callan… todos temen
que la vida se les vaya del torero;
miedo convertido en realidad…
pues sobre rojas arenas yacen ya…
cretino matador y hermoso animal.
Dos bestias más… en un circo, muertas;
una con cuatro patas, otra solo con dos;
una inocente, atacada; criminal por obligación;
otra culpable, atacante y criminal por diversión.
Fiesta taurina:
¡inhumana, sádica…
masoquista; cochina!
Que acaben contigo de una vez;
¡Por Dios! ¡Que te prohíban!
Eres un miasma; un excremento
digno de ser arrojado en cualquier letrina;
¡fiesta dañina, mala y asesina!
¡Infame!… ¡miserable humanidad!
loca; llena de maldad.
(Gloria M. Aguilar C.
poetisa colombo-venezolana).
saludos
Canallada que daña;
costumbre poco halagüeña;
un raro deporte; una maña
por cierto nada buena:
dejar un noble animal atrapado
para hacer la gran faena…
con un hombre armado,
banderillas, espada y un jinete
sobre pujante penco montado…
quien le ayuda en el sainete.
Miles encerrados en un circo enorme
sin que haya en ellos un asomo de pena,
beodos gritan: ¡toro, toro! ¡olé, olé!
en medio del licor, del sol y de las arenas.
De un pasodoble suenan alegres acordes musicales;
pavoneándose detrás del taurómaco mayor…
comienza el paseíllo de más de una docena de alguaciles,
dueños del destino de un ser al que no quieren dar amor,
porque naturalmente lo consideran menos… que inferior.
¡Cuán elegante!
el torero aquel!
de luces tiene traje;
nadie se viste como él;
qué calzones, qué chaqueta
qué boina, ¡qué cachet!
hasta una capa lleva;
¿será para el frío? ¡o para qué!
nosotros no lo sabemos;
parece que tampoco él…
pues de tal estorbo se deshace;
en cambio, es entregada
otra capa, pero encarnada,
que ayudará en la tauromaquia
¡por todos tan anhelada!
Y del toro…
¿para qué un traje tan especial
si brillando como ónix bajo el sol
cubren los pelos negros
a este hermoso semental?
El verdugo quita y lanza su gorrito encantador;
cayendo en manos de su amada…
ella, entre grande orgullo y temor
le arroja una bella rosa perfumada
correspondiendo raudamente a su gesto instigador
Saliendo el reo que fuera encerrado
como alma que lleva el diablo…
enclaustrado queda con un “hombre”;
con un “ser humano” aprisionado
¿o… será con el mismo diablo?
Despidiendo chispas de incomodidad
lo adornan sus ojos bellos;
es grande, robusto, soberbio;
no entendiendo aún la cruel verdad
a su extraño acompañante mira.
“Tercio de varas”:
Se alegra el azuzador al ver aparecer
al garrochador sobre aquel brioso corcel…
él no tiene otro mejor papel,
que con su mágica varita lastimar
zahiriendo el lomo del animal,
haciéndolo de dolor enfurecer.
A la presa se acerca el matador;
como de boronas lleno un mantel…
el capote sacude frente a sus ojos,
para infamemente provocarle adrede…
los más grandes y fieros enojos.
Y lo logra;
brotan de sus ojazos furiosas llamas;
golpea el suelo con sus fuertes patas;
en tanto el torero, de su furia escapa
unos cuantos metros con su roja capa;
zarandeándola de diestra a siniestra,
media verónica viene, media verónica va …
mejorando así… ¡la más furiosa fiesta!
para que ataque la sensible bestia.
Y lo consigue:
como un rayo veloz
el toro se lanza contra él…
para ponerle fin a tanta burla
y que sepa quién es quien.
Faltando un segundo
para el encontronazo final…
el matador hace giros
de bailarina sin par;
de nuevo abre su capa;
raudo el toro ataca.
Se cree a estas alturas
de la fiera tener tanteada
su bárbara y letal bravura;
un “tercio de banderillas”
en su lomo clavadas,
podría ser en un principio
tanteo de genial cordura.
Sin una pizca de piedad
gigantescos dardos adornados,
sobre su cerviguillo penetran.
Sangrando bufa el infortunado semental;
vociferan en las gradas los inhumanos
chillando a coro por más crueldad.
Continúa el sanguinario espectáculo
y para dar capote a su adversario,
por cierto, totalmente involuntario…
entregan al verdugo filosa espada;
con magistrales pases de muleta y pecho
continúa el macabro baile rutinario
hasta clavar veloz estocada…
en un corazón impoluto, puro.
El reo se defiende; pone un freno:
se abalanza herido al mancebo
y los cachos clava en su cuerpo.
Ya no gritan los salvajes: ¡ole, ole!
no hace falta el descabello;
todos callan… todos temen
que la vida se les vaya del torero;
miedo convertido en realidad…
pues sobre rojas arenas yacen ya…
cretino matador y hermoso animal.
Dos bestias más… en un circo, muertas;
una con cuatro patas, otra solo con dos;
una inocente, atacada; criminal por obligación;
otra culpable, atacante y criminal por diversión.
Fiesta taurina:
¡inhumana, sádica…
masoquista; cochina!
Que acaben contigo de una vez;
¡Por Dios! ¡Que te prohíban!
Eres un miasma; un excremento
digno de ser arrojado en cualquier letrina;
¡fiesta dañina, mala y asesina!
¡Infame!… ¡miserable humanidad!
loca; llena de maldad.
(Gloria M. Aguilar C.
poetisa colombo-venezolana).
saludos