En Euskadi, desde que finalizó la Guerra Civil española, nunca nos ha faltado la paz, sólo la libertad
Rosa Díez, 17 de octubre de 2011 a las 09:08
Llega este 17 de octubre de 2011 al País Vasco un grupo de personajes que se ganan las habichuelas (con jamón de Jabugo y regadas por un buen vino) haciendo de mediadores entre inexistentes contendientes.
Lo siento mucho por ustedes, buenas gentes que nos dicen cada día que lo importante es la paz cuando lo único que quieren es que les dejemos en paz; siento molestarles, pero les contaré que la reunión de esos modernos soldados de fortuna es un macguffin de la banda terrorista ETA: mientras todos hablan de paz, ellos siguen narcotizando a toda la sociedad y consolidando su presencia dentro de las instituciones democráticas a las que siempre han querido destruir.
Siento darle otra mala noticia a tanta gente de buena fe que anda suelta: nadie hubiera podido organizar ese encuentro entre profesionales internacionales de la mediación a sueldo si el Gobierno de España y el Gobierno del País Vasco no lo hubieran consentido y/o avalado.
Les contaré que entre los asistentes estarán algunas víctimas de grupos terroristas foráneos, víctimas que merecen un reconocimiento y aprecio de los verdugos que tutelan el evento que contrasta vivamente con la descalificación y desprecio con que tratan a las víctimas propias; que se lo pregunten, por ejemplo, a Rubén Múgica.
Les contaré, buenas gentes que me leen, que aquellos que abogan por un final sin vencedores ni vencidos son los que siempre han justificado la historia de ETA, aunque hayan criticado -y no siempre, según quien fuera la víctima- sus crímenes.
Les contaré que nuestros dos gobiernos (el nacional y el vasco) acaban de dar a ETA una de sus victorias más ansiadas: la internacionalización del conflicto.
Es la pieza que les faltaba por lograr: que el mundo sepa que hay un territorio invadido por España y Francia cuyos ciudadanos ansían recuperar la libertad.
Un territorio en el que los luchadores por la paz se han visto obligados a matar a sus convecinos para conseguir la verdadera democracia. Un territorio en el que los verdugos merecen reconocimiento y las víctimas olvido y/o desprecio.
Les contaré que por mucho que les cuenten, en el País Vasco nunca ha habido una guerra entre vascos; los vascos, como el resto de los españoles, participaron en el siglo pasado en una guerra civil y unos lo hicieron en el bando republicano y otros en el bando llamado nacional.
Guerrearon entre españoles, no entre vascos. Y, por cierto, si los nacionalistas no se unieron a Franco en Santoña fue porque éste no les aceptó entre sus filas.
Les recuerdo que en Euskadi, desde que finalizó la Guerra Civil española, nunca nos ha faltado la paz. Pero aquí nunca hemos tenido libertad.
La única secuela totalitaria del franquismo sigue viva y hoy organiza una conferencia de paz con la misma legitimidad que Franco festejaba sus «25 años de paz».
Les recuerdo que a lo largo y ancho de toda la historia de la Humanidad nunca han empatado democracia y totalitarismo. Ha ganado la una o el otro. Los dos, jamás.
Aviso de que hay aún algunas gentes en Euskadi dispuestas a no quebrar el ánimo ni la voz. Algunas gentes que nunca abrazamos la paz de Franco y nunca reconoceremos como una victoria de la democracia la paz de ETA.
Algunas gentes que estamos dispuestas a contar a nuestros hijos y a nuestros nietos la verdadera historia del terror; algunas gentes dispuestas a juzgar y a condenar no solamente a los verdugos, sino a toda su historia de indignidad.
Aviso de que no descansaremos hasta que ETA tenga su Nuremberg. Les contaré que nunca aceptaremos que consigan nada de aquello en cuyo nombre instauraron su primera víctima.
Aviso de que señalaremos bien alto y claro, sin descanso, no sólo a los verdugos, sino también a los colaboracionistas y a los tibios.
Aviso de que recordaremos quién hizo qué en cada momento; quién prefirió la compañía de los verdugos a la comprensión de las víctimas.
Advierto de que escribiremos la historia para que nadie la olvide, y de que estará llena de testimonios que avergonzarán a los nietos de quienes fueron culpables y responsables del dolor y de la humillación sufrida durante tantos años de lucha.
Advierto de que habrá muchos prohombres de hoy que no podrán mirar a sus nietos a los ojos cuando éstos les pregunten por qué lo hicieron, por qué fueron tan indignos y tan cobardes.
Aviso de que nunca perdonaremos a los traidores.
Rosa Díez, 17 de octubre de 2011 a las 09:08
Llega este 17 de octubre de 2011 al País Vasco un grupo de personajes que se ganan las habichuelas (con jamón de Jabugo y regadas por un buen vino) haciendo de mediadores entre inexistentes contendientes.
Lo siento mucho por ustedes, buenas gentes que nos dicen cada día que lo importante es la paz cuando lo único que quieren es que les dejemos en paz; siento molestarles, pero les contaré que la reunión de esos modernos soldados de fortuna es un macguffin de la banda terrorista ETA: mientras todos hablan de paz, ellos siguen narcotizando a toda la sociedad y consolidando su presencia dentro de las instituciones democráticas a las que siempre han querido destruir.
Siento darle otra mala noticia a tanta gente de buena fe que anda suelta: nadie hubiera podido organizar ese encuentro entre profesionales internacionales de la mediación a sueldo si el Gobierno de España y el Gobierno del País Vasco no lo hubieran consentido y/o avalado.
Les contaré que entre los asistentes estarán algunas víctimas de grupos terroristas foráneos, víctimas que merecen un reconocimiento y aprecio de los verdugos que tutelan el evento que contrasta vivamente con la descalificación y desprecio con que tratan a las víctimas propias; que se lo pregunten, por ejemplo, a Rubén Múgica.
Les contaré, buenas gentes que me leen, que aquellos que abogan por un final sin vencedores ni vencidos son los que siempre han justificado la historia de ETA, aunque hayan criticado -y no siempre, según quien fuera la víctima- sus crímenes.
Les contaré que nuestros dos gobiernos (el nacional y el vasco) acaban de dar a ETA una de sus victorias más ansiadas: la internacionalización del conflicto.
Es la pieza que les faltaba por lograr: que el mundo sepa que hay un territorio invadido por España y Francia cuyos ciudadanos ansían recuperar la libertad.
Un territorio en el que los luchadores por la paz se han visto obligados a matar a sus convecinos para conseguir la verdadera democracia. Un territorio en el que los verdugos merecen reconocimiento y las víctimas olvido y/o desprecio.
Les contaré que por mucho que les cuenten, en el País Vasco nunca ha habido una guerra entre vascos; los vascos, como el resto de los españoles, participaron en el siglo pasado en una guerra civil y unos lo hicieron en el bando republicano y otros en el bando llamado nacional.
Guerrearon entre españoles, no entre vascos. Y, por cierto, si los nacionalistas no se unieron a Franco en Santoña fue porque éste no les aceptó entre sus filas.
Les recuerdo que en Euskadi, desde que finalizó la Guerra Civil española, nunca nos ha faltado la paz. Pero aquí nunca hemos tenido libertad.
La única secuela totalitaria del franquismo sigue viva y hoy organiza una conferencia de paz con la misma legitimidad que Franco festejaba sus «25 años de paz».
Les recuerdo que a lo largo y ancho de toda la historia de la Humanidad nunca han empatado democracia y totalitarismo. Ha ganado la una o el otro. Los dos, jamás.
Aviso de que hay aún algunas gentes en Euskadi dispuestas a no quebrar el ánimo ni la voz. Algunas gentes que nunca abrazamos la paz de Franco y nunca reconoceremos como una victoria de la democracia la paz de ETA.
Algunas gentes que estamos dispuestas a contar a nuestros hijos y a nuestros nietos la verdadera historia del terror; algunas gentes dispuestas a juzgar y a condenar no solamente a los verdugos, sino a toda su historia de indignidad.
Aviso de que no descansaremos hasta que ETA tenga su Nuremberg. Les contaré que nunca aceptaremos que consigan nada de aquello en cuyo nombre instauraron su primera víctima.
Aviso de que señalaremos bien alto y claro, sin descanso, no sólo a los verdugos, sino también a los colaboracionistas y a los tibios.
Aviso de que recordaremos quién hizo qué en cada momento; quién prefirió la compañía de los verdugos a la comprensión de las víctimas.
Advierto de que escribiremos la historia para que nadie la olvide, y de que estará llena de testimonios que avergonzarán a los nietos de quienes fueron culpables y responsables del dolor y de la humillación sufrida durante tantos años de lucha.
Advierto de que habrá muchos prohombres de hoy que no podrán mirar a sus nietos a los ojos cuando éstos les pregunten por qué lo hicieron, por qué fueron tan indignos y tan cobardes.
Aviso de que nunca perdonaremos a los traidores.