Soraya sentimental
A la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, se le ha partido el corazón en plena rueda de prensa de lo suyo y le ha faltado echarse a llorar como una moderna Magdalena al anunciar la intención de poner pisos a una parte de las familias que han perdido los suyos. Como es natural, yo me he acordado inmediatamente de Sting. A mediados de los ochenta, tras dejar a los Police sacó un disco precioso que se vendió por manojos y en el que destacaba un tema inspiradísimo titulado ‘Russians’ (Rusos). Se oían a lo lejos por aquel entonces las tracas finales de la Guerra Fría, que tronaban como bombas atómicas, y medio mundo combatía su insomnio geoestratégico considerándose a sí mismo bueno y sagrado, por contraste con el otro medio, el comunista, el de los depravados, los despiadados, los que dormían con un ojo abierto aguardando el momento, aguardando el momento… Y entonces apareció Sting con una bellísima canción que desbarataba todos esos tópicos y que decía: “Lo único que va a salvarnos a ti y a mí es que los rusos también quieren a sus hijos”. Entonces lo comprendimos. Alguien nos había engañado. Los rusos también quieren a sus hijos.
No podía acordarme más que de eso cuando escuché a la vicepresidenta atragantándose con su propio silencio forzado por la emoción. Habló de las familias, y se acordó de quienes pierden el sueldo de la noche a la mañana, y se detuvo a santificar la imagen sacrosanta de quienes tienen niños menores de tres años (una de las condiciones de la nueva medida, como ella misma se apresuró a señalar) y se ven arrojados a la ruina de cabeza. Y a punto estaba de echarle un metafórico brazo por el hombro y renegar de las diferencias ideológicas en pro del entendimiento emocional; a un paso me encontraba de desmontar las barricadas mentales que mantienen a raya en mi mente al pavoneo, al ricachoneo, al desprecioteo de la derecha contumaz y galopante, cuando Soraya Sáenz de Santamaría emergió de entre sus propias lágrimas no lloradas para lanzar una advertencia que acababa con la ficción: “Nos puede pasar a cualquiera”. Era eso. Les puede pasar a ellos. Verdaderamente, en España necesitamos un cantante que venga a redimirnos, a reunir a las dos españas, la pudiente y la de verdad; un Sting que nos haga ver que los peperos también quieren a sus hijos. Aunque a mí lo que me gustaría que me dijeran es por qué no quieren a los míos.
Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese.
A la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, se le ha partido el corazón en plena rueda de prensa de lo suyo y le ha faltado echarse a llorar como una moderna Magdalena al anunciar la intención de poner pisos a una parte de las familias que han perdido los suyos. Como es natural, yo me he acordado inmediatamente de Sting. A mediados de los ochenta, tras dejar a los Police sacó un disco precioso que se vendió por manojos y en el que destacaba un tema inspiradísimo titulado ‘Russians’ (Rusos). Se oían a lo lejos por aquel entonces las tracas finales de la Guerra Fría, que tronaban como bombas atómicas, y medio mundo combatía su insomnio geoestratégico considerándose a sí mismo bueno y sagrado, por contraste con el otro medio, el comunista, el de los depravados, los despiadados, los que dormían con un ojo abierto aguardando el momento, aguardando el momento… Y entonces apareció Sting con una bellísima canción que desbarataba todos esos tópicos y que decía: “Lo único que va a salvarnos a ti y a mí es que los rusos también quieren a sus hijos”. Entonces lo comprendimos. Alguien nos había engañado. Los rusos también quieren a sus hijos.
No podía acordarme más que de eso cuando escuché a la vicepresidenta atragantándose con su propio silencio forzado por la emoción. Habló de las familias, y se acordó de quienes pierden el sueldo de la noche a la mañana, y se detuvo a santificar la imagen sacrosanta de quienes tienen niños menores de tres años (una de las condiciones de la nueva medida, como ella misma se apresuró a señalar) y se ven arrojados a la ruina de cabeza. Y a punto estaba de echarle un metafórico brazo por el hombro y renegar de las diferencias ideológicas en pro del entendimiento emocional; a un paso me encontraba de desmontar las barricadas mentales que mantienen a raya en mi mente al pavoneo, al ricachoneo, al desprecioteo de la derecha contumaz y galopante, cuando Soraya Sáenz de Santamaría emergió de entre sus propias lágrimas no lloradas para lanzar una advertencia que acababa con la ficción: “Nos puede pasar a cualquiera”. Era eso. Les puede pasar a ellos. Verdaderamente, en España necesitamos un cantante que venga a redimirnos, a reunir a las dos españas, la pudiente y la de verdad; un Sting que nos haga ver que los peperos también quieren a sus hijos. Aunque a mí lo que me gustaría que me dijeran es por qué no quieren a los míos.
Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese.