« ¿Cómo voy a decir yo que mi hijo me pega, me insulta o me falta al respeto?» Esta es la angustia que lleva a los padres y madres que sufren maltrato por parte de sus hijos (físico, verbal, etc.) a no denunciar la situación.
Según los datos de la Fundación Diagrama, sólo uno de cada ocho padres que sufren este problema lo denuncia. Desde esta fundación y desde el Gobierno de La Rioja se ha creado un servicio telefónico que pretende informar y asesorar a estas víctimas de violencia intrafamiliar.
El programa 'Ayúdale ayudándote' pretende dar pautas y apoyo a los padres, madres y tutores que sufren maltrato por parte de sus hijos o menores a su cargo. Concretamente, se ha puesto en funcionamiento el teléfono 696121212, que ofrece información y ayuda a estas víctimas durante las 24 horas del día y todo el año.
Se trata de la primera medida enmarcada en la Ley de prevención, protección y coordinación en materia de violencia, recientemente aprobada por el Parlamento regional. El consejero de Administraciones Públicas, Conrado Escobar, explicó que a través de este servicio telefónico se despliegan recursos de orientación legal, entrevistas con técnicos especializados, apoyo social, grupos de ayuda y servicios jurídicos.
Escobar señaló que «muchas veces, una consulta, un consuelo o compartir la situación que se está viviendo puede ser el comienzo de la solución del problema». «No siempre será necesaria una denuncia, pero hay recursos especializados para resolver la situación», añadió el consejero.
Pocos, pero dramáticos. El director de centros y programas de la Fundación Diagrama, Javier Martínez, destacó que la violencia ejercida por los hijos sobre sus padres «ha sido muy poco estudiada, pero no por ello menos dura o dramática». Recordó que la Fundación trabaja desde hace años en La Rioja en la prevención y lucha contra la violencia, mediante la gestión, por ejemplo, del centro de menores Virgen de Valvanera.
Añadió que el agresor es habitualmente un adolescente de 15 o 16 años, y que se da por igual en chicos y chicas.
«No es sólo un insulto» Martínez insistió en que la violencia filio-parental «no consiste únicamente en que un menor insulte a su padre o su madre, sino que es una conducta reiterada, y hay que poner un límite».
Este experto reiteró la necesidad de prevenir estas conductas, haciendo que «el padre o la madre vea que no son normales». Destacó que, en muchas ocasiones, no son los progenitores quienes alertan de la situación de maltrato, sino otros familiares, principalmente los tíos del menor agresor.
Por último, recordó que, si bien hace años se asociaba esta violencia a menores con problemas psicológicos o con las drogas, lo cierto es que muchas de las situaciones es que los padres «equivocan lo que es la familia democrática, pensando que es que el hijo haga lo que quiera».
saludos
Según los datos de la Fundación Diagrama, sólo uno de cada ocho padres que sufren este problema lo denuncia. Desde esta fundación y desde el Gobierno de La Rioja se ha creado un servicio telefónico que pretende informar y asesorar a estas víctimas de violencia intrafamiliar.
El programa 'Ayúdale ayudándote' pretende dar pautas y apoyo a los padres, madres y tutores que sufren maltrato por parte de sus hijos o menores a su cargo. Concretamente, se ha puesto en funcionamiento el teléfono 696121212, que ofrece información y ayuda a estas víctimas durante las 24 horas del día y todo el año.
Se trata de la primera medida enmarcada en la Ley de prevención, protección y coordinación en materia de violencia, recientemente aprobada por el Parlamento regional. El consejero de Administraciones Públicas, Conrado Escobar, explicó que a través de este servicio telefónico se despliegan recursos de orientación legal, entrevistas con técnicos especializados, apoyo social, grupos de ayuda y servicios jurídicos.
Escobar señaló que «muchas veces, una consulta, un consuelo o compartir la situación que se está viviendo puede ser el comienzo de la solución del problema». «No siempre será necesaria una denuncia, pero hay recursos especializados para resolver la situación», añadió el consejero.
Pocos, pero dramáticos. El director de centros y programas de la Fundación Diagrama, Javier Martínez, destacó que la violencia ejercida por los hijos sobre sus padres «ha sido muy poco estudiada, pero no por ello menos dura o dramática». Recordó que la Fundación trabaja desde hace años en La Rioja en la prevención y lucha contra la violencia, mediante la gestión, por ejemplo, del centro de menores Virgen de Valvanera.
Añadió que el agresor es habitualmente un adolescente de 15 o 16 años, y que se da por igual en chicos y chicas.
«No es sólo un insulto» Martínez insistió en que la violencia filio-parental «no consiste únicamente en que un menor insulte a su padre o su madre, sino que es una conducta reiterada, y hay que poner un límite».
Este experto reiteró la necesidad de prevenir estas conductas, haciendo que «el padre o la madre vea que no son normales». Destacó que, en muchas ocasiones, no son los progenitores quienes alertan de la situación de maltrato, sino otros familiares, principalmente los tíos del menor agresor.
Por último, recordó que, si bien hace años se asociaba esta violencia a menores con problemas psicológicos o con las drogas, lo cierto es que muchas de las situaciones es que los padres «equivocan lo que es la familia democrática, pensando que es que el hijo haga lo que quiera».
saludos
Hola Iberia.
No había oido nada de ésto.
¿Se ha hecho poca propaganda de esta organización?
Saludos.
No había oido nada de ésto.
¿Se ha hecho poca propaganda de esta organización?
Saludos.
Puede ser que no haya tenido mucha publicidad pero es que hay bastantes asociaciones dedicadas a esto de la convivencia entre padres e hijos y cada una tiene sus propios programas. Existe a nivel nacional la Asociación GINSO que lleva a cabo el programa recURRA, que para información consigno a continuación algunos trozos de lo manifestado por su director clínico Sr. URRA.
"Como psicólogo de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y Juzgados de Menores de Madrid y tras muchos años de experiencia también en un Centro Piloto Nacional de Menores de Reforma en Cuenca, un día me encontré ante una madre que llevaba vendada la cara y su hijo que le había partido la nariz al darle con la hebilla de su cinturón y es que como argumentó " la muy puta no me había lavado la camisa verde". En ese instante percibí la tragedia de la madre, el desnortamiento del hijo, el grave problema de la sociedad y el pronóstico más que sombrío de la futura pareja de ese energúmeno.
No he parado de alertar a la ciudadanía contra este "tsunami" conductual absolutamente antinatura y reflejo de una sociedad que falla y fracasa en la transmisión de valores tan importantes como el respeto intergeneracional.
Claro que los padres tienen responsabilidad en este desquiciamiento, pero también el entorno que genera unos niños, adolescentes y jóvenes irrespetuosos, hedonistas, que crecen en el despotismo, interiorizando que el mundo gira alrededor de un "yo" hipertrofiado.
Libros escritos, conferencias impartidas, medios de comunicación utilizados como altavoz para instaurar el sentido común, la educación con un criterio, la disciplina. Todo ello me ha permitido ser un referente y es que quien fue el primer Defensor del Menor tiene no sólo argumentos sino autóritas para denunciar lo inaceptable.
Y es por ello que quienes dirigen GINSO, acostumbrados a trabajar con menores que son sancionados judicialmente por sus conductas, me propusieron que dirigiera un programa para abordar el grave conflicto entre padres e hijos. Debo agradecer su confianza, la total libertad que me han permitido y la inversión económica que han asumido. Y algo más, que se han implicado cuando se les ha solicitado, desbordando una labor gerencial.
Esta es la historia en la que se detectó una carcoma relacional tan extendida como callada. Casos que se generalizan, que se aceptan como inevitables, que dan paso a programas de televisión en los que un supereducador ó superpsicóloga busca, cual casco azul, interponerse en una batalla desigual, injusta, entre quienes en teoría conviven, pero realmente se odian ó temen según el bando.
¿Cómo se explica que existan tantos padres que no pueden con su hijo de 5 años? ¿Por qué se extiende la incapacidad, la impotencia, la desresponsabilización?
Nos encontramos ante una psicopatología social. Los profesores en gran número están abrumados ante alumnos retadores y padres de los susodichos equívocos abogados de los mismos. La ciudadanía percibe una total impunidad en los menores, la cual aunque no se compadece con la realidad, obliga al legislador a endurecer las leyes dado que no se educa en la mesura, el autodominio, el sentimiento de responsabilidad, el autocontrol.
La sociedad cree defenderse instalando cámaras en cada esquina que todo lo graban, poniendo vigilantes en cada puerta. Tonta esperanza que obvia lo esencial, la educación desde los primeros años, primeros meses, primeros días, la necesidad de inocular valores morales individualizados y grupales, de conducirse socialmente desde criterios que no avergüencen la dignidad humana.
No vale todo, no ha de valer. Es hora de movilizarse, de implicarse, de coger el toro por los cuernos. Será el trabajo empírico, el que permitirá conocer de primera mano la doliente realidad, para minimizar el sufrimiento, para en base a lo indiscutible señalar cómo evitar una profecía agorera y autocumplida.
Hemos llegado a un punto en que bastantes jóvenes no deseen ser padres dado que la aventura se anticipa como un inevitable naufragio.
Mal haremos si hipertrofiamos el problema, si propiciamos el modo, si difundimos como general lo que sigue siendo minoritario. Pero igual de perjudicial será mirar para otro lado, no constatar el problema, que está conllevando no sólo el dolor callado e individual, sino el nacimiento de Asociaciones de Padres por la convivencia ó creación puntual de centros de tratamiento, como valientemente ha puesto en marcha en Madrid Carmen Balfagón.
Precisamos reconocer el problema, sistematizar la prevención y el tratamiento. No se trata de establecer perfiles de padres víctimas, transmitiendo de esta forma una culpabilidad inherente, pero sí de constatar los aspectos relevantes que confluyen en esta etiología insana que no se dude hunde sus raíces en vacíos y fracasos sociales.
Las administraciones se han de implicar. El reconocimiento de la enfermedad mental infanto-juvenil es esencial, como lo es reclamar alternativas tratamentales, formación de profesionales, apoyo y acompañamiento de familias. Así mismo la sociedad civil ha de movilizarse en un mundo en el que los criterios básicos de socialización se dispersan en red. Claro que los medios de comunicación son responsables de lo que emiten, de convertir la realidad en un suceso, de aflorar lo más oscuro del alma y las conductas humanas, de no asumir su labor coeducadora comprometida con la mejora convivencial. Si bien hay admirables excepciones.
Nos encontramos con una sociedad exigente e inculta, escasamente reflexiva, tendente al linchamiento, olvidadiza, que no se siente cómoda en su devenir, que aprecia una grave disonancia cognitiva entre lo que quisiera ser y hacer y lo que hace y es.
recURRA es un programa de intervención atrevido, valiente y humilde que nace impulsado por una demanda social que es un clamor. Ve la luz de forma privada, con vocación de concertada con la administración.
Somos sabedores de que el problema es social y el antídoto debe nacer de la propia sociedad".
saludos.
"Como psicólogo de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y Juzgados de Menores de Madrid y tras muchos años de experiencia también en un Centro Piloto Nacional de Menores de Reforma en Cuenca, un día me encontré ante una madre que llevaba vendada la cara y su hijo que le había partido la nariz al darle con la hebilla de su cinturón y es que como argumentó " la muy puta no me había lavado la camisa verde". En ese instante percibí la tragedia de la madre, el desnortamiento del hijo, el grave problema de la sociedad y el pronóstico más que sombrío de la futura pareja de ese energúmeno.
No he parado de alertar a la ciudadanía contra este "tsunami" conductual absolutamente antinatura y reflejo de una sociedad que falla y fracasa en la transmisión de valores tan importantes como el respeto intergeneracional.
Claro que los padres tienen responsabilidad en este desquiciamiento, pero también el entorno que genera unos niños, adolescentes y jóvenes irrespetuosos, hedonistas, que crecen en el despotismo, interiorizando que el mundo gira alrededor de un "yo" hipertrofiado.
Libros escritos, conferencias impartidas, medios de comunicación utilizados como altavoz para instaurar el sentido común, la educación con un criterio, la disciplina. Todo ello me ha permitido ser un referente y es que quien fue el primer Defensor del Menor tiene no sólo argumentos sino autóritas para denunciar lo inaceptable.
Y es por ello que quienes dirigen GINSO, acostumbrados a trabajar con menores que son sancionados judicialmente por sus conductas, me propusieron que dirigiera un programa para abordar el grave conflicto entre padres e hijos. Debo agradecer su confianza, la total libertad que me han permitido y la inversión económica que han asumido. Y algo más, que se han implicado cuando se les ha solicitado, desbordando una labor gerencial.
Esta es la historia en la que se detectó una carcoma relacional tan extendida como callada. Casos que se generalizan, que se aceptan como inevitables, que dan paso a programas de televisión en los que un supereducador ó superpsicóloga busca, cual casco azul, interponerse en una batalla desigual, injusta, entre quienes en teoría conviven, pero realmente se odian ó temen según el bando.
¿Cómo se explica que existan tantos padres que no pueden con su hijo de 5 años? ¿Por qué se extiende la incapacidad, la impotencia, la desresponsabilización?
Nos encontramos ante una psicopatología social. Los profesores en gran número están abrumados ante alumnos retadores y padres de los susodichos equívocos abogados de los mismos. La ciudadanía percibe una total impunidad en los menores, la cual aunque no se compadece con la realidad, obliga al legislador a endurecer las leyes dado que no se educa en la mesura, el autodominio, el sentimiento de responsabilidad, el autocontrol.
La sociedad cree defenderse instalando cámaras en cada esquina que todo lo graban, poniendo vigilantes en cada puerta. Tonta esperanza que obvia lo esencial, la educación desde los primeros años, primeros meses, primeros días, la necesidad de inocular valores morales individualizados y grupales, de conducirse socialmente desde criterios que no avergüencen la dignidad humana.
No vale todo, no ha de valer. Es hora de movilizarse, de implicarse, de coger el toro por los cuernos. Será el trabajo empírico, el que permitirá conocer de primera mano la doliente realidad, para minimizar el sufrimiento, para en base a lo indiscutible señalar cómo evitar una profecía agorera y autocumplida.
Hemos llegado a un punto en que bastantes jóvenes no deseen ser padres dado que la aventura se anticipa como un inevitable naufragio.
Mal haremos si hipertrofiamos el problema, si propiciamos el modo, si difundimos como general lo que sigue siendo minoritario. Pero igual de perjudicial será mirar para otro lado, no constatar el problema, que está conllevando no sólo el dolor callado e individual, sino el nacimiento de Asociaciones de Padres por la convivencia ó creación puntual de centros de tratamiento, como valientemente ha puesto en marcha en Madrid Carmen Balfagón.
Precisamos reconocer el problema, sistematizar la prevención y el tratamiento. No se trata de establecer perfiles de padres víctimas, transmitiendo de esta forma una culpabilidad inherente, pero sí de constatar los aspectos relevantes que confluyen en esta etiología insana que no se dude hunde sus raíces en vacíos y fracasos sociales.
Las administraciones se han de implicar. El reconocimiento de la enfermedad mental infanto-juvenil es esencial, como lo es reclamar alternativas tratamentales, formación de profesionales, apoyo y acompañamiento de familias. Así mismo la sociedad civil ha de movilizarse en un mundo en el que los criterios básicos de socialización se dispersan en red. Claro que los medios de comunicación son responsables de lo que emiten, de convertir la realidad en un suceso, de aflorar lo más oscuro del alma y las conductas humanas, de no asumir su labor coeducadora comprometida con la mejora convivencial. Si bien hay admirables excepciones.
Nos encontramos con una sociedad exigente e inculta, escasamente reflexiva, tendente al linchamiento, olvidadiza, que no se siente cómoda en su devenir, que aprecia una grave disonancia cognitiva entre lo que quisiera ser y hacer y lo que hace y es.
recURRA es un programa de intervención atrevido, valiente y humilde que nace impulsado por una demanda social que es un clamor. Ve la luz de forma privada, con vocación de concertada con la administración.
Somos sabedores de que el problema es social y el antídoto debe nacer de la propia sociedad".
saludos.