EL CUMPLIMIENTO DEL DEBER....

EL CUMPLIMIENTO DEL DEBER.
Cuando uno mira hacia aquellos primeros años de su vida, años tristes, años oscuros, años sombríos, y sobre todo, años de miseria y de hambre, se siente un poco tranquilo en cuanto a la difícil situación actual, aunque la crisis nos vapulea a todos, porque esto comparado con aquello es
una nimiedad.
En casa de mi abuelo, donde vivíamos, no había agua corriente, ni existía cuarto de baño, había yeso en el suelo en vez de baldosas, luz eléctrica solo había una bombilla en el salón comedor y un candil para ir al resto de las habitaciones de la casa. No había frigorífico, ni lavadora, ni televisión, ni siquiera radio. No había ni bicicleta, ni moto, y mucho menos coche. Esta era la situación de la España de los años 1940. Los jóvenes pensarán que estoy exagerando, preguntadle a vuestros padres o abuelos, esa era por desgracia la situación.
Desde esa perspectiva, en una familia, todo el mundo tenía que arrimar el hombro y tenía que aportar algo para contribuir a poder asegurar el sustento, para evitar el hambre que era el mal mayor.
Mi padre era albañil, y trabajaba cuando podía en la construcción. Mi madre, yo creo que la más perjudicada limpiaba la casa, hacía la comida, lavaba la ropa (en el río a las 6 de la mañana), nos preparaba para ir al colegio y llevaba el agua a casa en cántaros o en cubos.........
Ante este panorama todos desde pequeños teníamos nuestros deberes y obligaciones.
Mi hermana, mayor que yo, ayudaba mucho a mi madre en sus labores.
Yo que era el menor iba a la fuente con un botijo para que el agua para beber y para que el gazpacho
estuviera fresquito, hacía los recados, y cuando tuve los 10 años ya empecé a realizar un trabajo más serio.
Yo cuando cumplí los diez años dejé de ir al colegio, en horario normal, y empecé unas clases particulares que daban dos Maestros para prepararnos al ingreso en Bachillerato, íbamos a las ocho de la mañana y a las 1 de la tarde, un total de dos horas, y así teníamos todo el día libre para poder realizar un trabajo.. Por cierto las clases valían 50 pesetas al mes y mi padre muchos meses no podía pagarlas. Pero lo que si teníamos todos claro es que no protestábamos nunca ante cualquier requerimiento de nuestros padres porque sabíamos que aquello era nuestra obligación.
Yo inicié entonces el trabajo de atender un incipiente negocio de materiales de construcción, en un local de unos 20 m2, que mi padre alquiló a Pepe el Andarín situado en el cine de verano que estaba al lado de la actual farmacia. Yo abría el negocio, (10 sacos de yeso, 100 tejas, 5 de cal hidráulica suceda neo del cemento, algunas vigas de madera), me llevaba mis libros para estudiar y si venía algún cliente con un borrico lo despachaba.
Yo me sentía muy feliz de que mi trabajo fuese un pequeño ingreso para aquella familia que tanto necesitaba para poder llegar a fin de mes, porque yo era uno de sus miembros y me sentía
orgulloso de cumplir con mi deber.
Los niños de ahora no tienen esa necesidad, cuando tiene 10 años, pero si que la tienen cuando son mayores y yo me temo que si le preguntáramos a ellos no tendrían tan claro, como lo teníamos nosotros en aquellos años de necesidad, eso del cumplimiento del deber......