UNA CLASE COMPLICADA
En mi vida profesional he tenido que adaptarme a variadas Leyes de Educación que han ido cambiando con el paso de los tiempos, los métodos, las actuaciones, los programas y las normas.
Empecé en una unitaria donde atiendes a niños varones de todas las las edades y terminé en un IES donde había un profesor para cada materia y donde los alumnos y alumnas de la clase cuando se lo proponías o permitías, que no era mi caso, te hablaban de tú, te echaban el brazo por encima y pasaban bastante de orden y de disciplina.
Y una vez tuvimos un curso bastante complicado, una clase donde la disciplina brillaba por su ausencia, y donde más que sentados los alumnos estaban siempre de pié. Cuando no subidos encima de las mesas, peleando, incordiando, armando jaleo, vamos que al cambio de profesor, que se producía cada hora, entrar allí era complicado y hasta peligroso.
Una mañana, cuando yo entraba a esa clase, ante la dificultades que tenía y un poco tratando de dar un ejemplo inesperado, extraño que impactara al alterado personal, se me ocurrió sobre la marcha lo siguiente:
Avanzo por el pasillo, llego hasta la mesa de profesor, pongo los pies en el sillón y me pongo de pié encima de ella. Automáticamente se hace un silencio sepulcral, en la clase, que aproveché yo para darles una clase muy particular. “ Se que ahora cuando lleguéis a vuestra casa muchos le vais a decir a vuestros padres que D. Manuel se ha vuelto loco y se ha subido encima de la mesa para explicarnos la lección, pero tenéis que decirles también que lo que ha hecho el Maestro hoy es lo que hacéis vosotros todos los días y lo que que yo os digo es que a un colegio hay que ir para estudiar, para aprender, para ser más educados y más correctos, no para ser unos gamberros y unos brutos que es lo que sois aquí vosotros todos los días.”
No os podéis imaginar el silencio, la atención, y yo creo que hasta la complacencia, con la que aquellos alumnos un tanto díscolos recibieron el mensaje que les quise transmitir.
A continuación me baje de la mesa iniciamos la clase normal, totalmente tranquila y yo creo que ellos asimilaron el raro ejemplo con total normalidad porque a mi me consta que hasta ni lo dijeron en su casa, por lo que pudiera pasar, porque a mi ningún padre ni madre me hizo después ningún comentario al respecto.
La educación es algo tan difícil y tan complicado que a veces los métodos te los tienes que inventar tú, sobre la marcha, porque para eso no existe ninguna regla fija. Cada niño es un mundo, cada hijo es distinto y nunca se pueden cortar a todos con las mismas tijeras, educacionalmente hablando.
En mi vida profesional he tenido que adaptarme a variadas Leyes de Educación que han ido cambiando con el paso de los tiempos, los métodos, las actuaciones, los programas y las normas.
Empecé en una unitaria donde atiendes a niños varones de todas las las edades y terminé en un IES donde había un profesor para cada materia y donde los alumnos y alumnas de la clase cuando se lo proponías o permitías, que no era mi caso, te hablaban de tú, te echaban el brazo por encima y pasaban bastante de orden y de disciplina.
Y una vez tuvimos un curso bastante complicado, una clase donde la disciplina brillaba por su ausencia, y donde más que sentados los alumnos estaban siempre de pié. Cuando no subidos encima de las mesas, peleando, incordiando, armando jaleo, vamos que al cambio de profesor, que se producía cada hora, entrar allí era complicado y hasta peligroso.
Una mañana, cuando yo entraba a esa clase, ante la dificultades que tenía y un poco tratando de dar un ejemplo inesperado, extraño que impactara al alterado personal, se me ocurrió sobre la marcha lo siguiente:
Avanzo por el pasillo, llego hasta la mesa de profesor, pongo los pies en el sillón y me pongo de pié encima de ella. Automáticamente se hace un silencio sepulcral, en la clase, que aproveché yo para darles una clase muy particular. “ Se que ahora cuando lleguéis a vuestra casa muchos le vais a decir a vuestros padres que D. Manuel se ha vuelto loco y se ha subido encima de la mesa para explicarnos la lección, pero tenéis que decirles también que lo que ha hecho el Maestro hoy es lo que hacéis vosotros todos los días y lo que que yo os digo es que a un colegio hay que ir para estudiar, para aprender, para ser más educados y más correctos, no para ser unos gamberros y unos brutos que es lo que sois aquí vosotros todos los días.”
No os podéis imaginar el silencio, la atención, y yo creo que hasta la complacencia, con la que aquellos alumnos un tanto díscolos recibieron el mensaje que les quise transmitir.
A continuación me baje de la mesa iniciamos la clase normal, totalmente tranquila y yo creo que ellos asimilaron el raro ejemplo con total normalidad porque a mi me consta que hasta ni lo dijeron en su casa, por lo que pudiera pasar, porque a mi ningún padre ni madre me hizo después ningún comentario al respecto.
La educación es algo tan difícil y tan complicado que a veces los métodos te los tienes que inventar tú, sobre la marcha, porque para eso no existe ninguna regla fija. Cada niño es un mundo, cada hijo es distinto y nunca se pueden cortar a todos con las mismas tijeras, educacionalmente hablando.
MANUEL LARA LEMUS. POR LO QUE EXPONE VEO QUE HA DADO UNA LECCIÓN MAGISTRAL. Estando de acuerdo en lo que comenta de la enseñanza, siempre he dicho que la misma se sostiene - siempre y cuando al unísono obren y remen en el mismo sentido-, el Gobierno, los padres, los alumnos y el maestro. Los pilares de la enseñanza se basan en el Gobierno de turno, los padres, los alumnos y el profesor. Si alguno de estos pilares falla, la enseñanza cojea. A lo largo de esta joven democracia siempre he defendido al maestro, éste se limita a dar un programa que le viene, ¿impuesto?, dado desde esferas más altas: inspección, y al día de hoy Autonomías. ¿Qué fallan los padres? No me cabe la menos duda (no todos, pero sí los que más harían falta que no estorbaran). El Gobierno, por supuesto, no ha sacado una buena ley de enseñanza, ni con el PsoE ni con el PP. ¿Fallan los alumnos? También,- no todos-, por su mala educación recibida. Solo me queda el maestro: AJO Y AGUA... ¡Menuda papeleta!
No quiero terminar mi escito sin hacer referencia a la DISCIPLINA. Sin disciplina no hay progreso educativo. No deseo volver la mirada hacia atrás, pero es necesario, en la dictadura había disciplina, es cierto que si alguien cometía una trastada, el maestro te daba " un soplamocos" con culpa o sin ella. Tendría que haber un término medio.
Un cordial saludo.
No quiero terminar mi escito sin hacer referencia a la DISCIPLINA. Sin disciplina no hay progreso educativo. No deseo volver la mirada hacia atrás, pero es necesario, en la dictadura había disciplina, es cierto que si alguien cometía una trastada, el maestro te daba " un soplamocos" con culpa o sin ella. Tendría que haber un término medio.
Un cordial saludo.
Gracias Ángel como muy bien dices son esos los pilares que sostienen la educación
al Gobierno hay que hacerle caso en sus programas, aunque no te gusten, a los padres nosotros los Maestros ni podemos, ni debemos nosotros cambiarlos pero en nuestra aula si que podemos aportar nuestro particular granito de arena que a lo mejor no coincide totalmente con el Gobierno ni mucho menos con las ideas de los padres, pero lo que no me cabe la menor duda es que va en beneficio del alumno que es sin duda alguna el objetivo principal de todo Maestro. Mi respeto y muchas gracias.
al Gobierno hay que hacerle caso en sus programas, aunque no te gusten, a los padres nosotros los Maestros ni podemos, ni debemos nosotros cambiarlos pero en nuestra aula si que podemos aportar nuestro particular granito de arena que a lo mejor no coincide totalmente con el Gobierno ni mucho menos con las ideas de los padres, pero lo que no me cabe la menor duda es que va en beneficio del alumno que es sin duda alguna el objetivo principal de todo Maestro. Mi respeto y muchas gracias.