Mi esposa, que sí tiene whatsapp, me enseña una de las últimas paridas que le han mandado: Aviso a toda la población. El simulacro de paz y amor ha finalizado. Guarden los langostinos, insulten a sus cuñados y disuélvanse. Feliz Navidad. Estos, por lo menos, tienen algo de gracia. Sí, queridos niños: hay algo muchísimo más pesado que la Navidad: la insoportable cantinela de todos esos pedantes que, fingiendo que han dado con el hallazgo intelectual más importante desde Voltaire para acá, se meten con ella diciendo que si el consumismo, que si el dispendio, que si la hipocresía, que si Calimero, que si bla, bla, bla. Dan ganas de meterlos a todos en una enorme hucha y lanzarla al mar, a ver si llega flotando a Nueva Guinea Papúa y se los comen los caníbales. ¡Pues claro que es una vergüenza la Navidad, so pelmas! Pero me gustaría que me explicaran a qué viene ser tan pesados con lo mismo todos los años, sabiendo que se trata de algo irremediable; me encantaría que me dijeran quién de entre todos ellos no hace regalos, o no se sienta a la mesa del atracón nocturno, o no le pone la cara de su prima al elfo de un christmas electrónico, en nombre de la coherencia y la pulcritud ética que deben imperar sobre las costumbres del ser humano moderno. Pues hete aquí la gran verdad de toda esta trola insufrible: que ese de antes, el ser humano moderno, está sobrevalorado. Aquí podría terminar este artículo, pero no quiero que ningún monicaco se quede con el labio de abajo colgando, así que diré una cosa más: es mentira. Men-ti-ra. El hombre, entendido como especie (o sea, la mujer y el hombre) y hablando en términos generales, no es nada de eso que se pregona que debiera ser. No es justo, no es honrado, no le interesa un pimiento el bienestar común, miente todo el tiempo, no desea la felicidad de casi nadie (con las excepciones que convengan a su egoísmo), no tiene principios ni valores que determinen invariablemente el rumbo de su vida y no adora a otro dios que al dinero. Y encima, es tonto. Basta ya de dar la murga pidiendo imposibles. Todo lo que medie entre la indigestión de polvorones de este año y la del año que viene, todo el comportamiento de un humano vulgar cualquiera en los próximos 365 días, será otra portentosa exhibición de lo anterior a través de miles de acciones y omisiones; un colosal despliegue gobernado por las seis claves que gobiernan la conciencia del hombre civilizado: yo, ¡oh, yo!, a mí, mío, para mí, conmigo. Así declinaban los romanos la palabra ego y así declina la muy idiota especie humana en el ocaso de su tiempo y en el culmen de su ego. Pocas cosas hay de las que los clásicos no nos hubieran advertido con sobrada antelación. Ahora le llega otro whatsapp. Dice: Te quería mandar algo superespecial para esta Navidad pero tuve un problema… ¿Cómo envolver un abrazo y un besote? Dios mío, extínguenos ya.
(C. R)
Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese.
(C. R)
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