Salvo en el tamaño de las orejas (de algunas orejas), esto cada vez se parece más a La guerra de las galaxias. El espíritu de la corrupción escondido tras el decorado de una democracia; el poder económico aplastando a los pueblos; la soledad del bondadoso y del justo, incapaz de hacerse eco entre los ronquidos de una sociedad egoísta y a la deriva; la aniquilación del débil, expulsado a los inframundos; la nobleza entendida como enemiga; los cazarrecompensas apostados en todos los corredores de todos los palacios, aguardando su tajada; los sacerdotes del lado oscuro de la Fuerza fingiendo sonrisas con sus muecas podridas; la paz y el orden, transformadas en el fruto perverso de la extrema codicia… Y ahora, además (que no por último), un ejército de clones al servicio del Imperio. Los profanadores de la cosa pública (estos tipejos que mandan) han comenzado filosofando, como siempre, los muy truhanes. O haciendo como que filosofan. “ ¿Qué hay de malo en que un vigilante jurado detenga en la calle a alguien que está cometiendo un delito?”, dicen. Y claro, uno piensa (o hace como que piensa): “Eso, ¿qué hay de malo, después de todo? ¿No es una persona justa apresando a un criminal? ¿Qué más da?” Hasta que un día sea perfectamente normal que el segurata de un polígono o el de un gran almacén te pida la documentación o te ponga unas esposas. Es el comienzo de la privatización de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, la fuerza pública. Pública. Forma parte de la lógica del Imperio, sabedor de que solo así se puede gobernar lo que no es una democracia sino su atroz pantomima. “ ¿Qué hay de malo?”, bala la oveja estremecida, a la que no paran de asustar con la amenaza del lobo. “ ¿Qué más da quién lo haga, mientras se haga?”. En esta tierra de rebaños inconmensurables, esta argumentación imperial se acata la mar de bien. Es la falta de principios. O sea, el ocaso de la civilización. Porque el espacio que dejan los principios lo ocupan los finales. Pese a todo, algunos aún lo intentan. El próximo martes, en la FCOM de Sevilla, el profesor Vázquez Medel moderará un debate abierto alrededor del inesperado best seller La sociedad del cansancio, de Byung-Chul Han. Se trata de despertar al ganado. La promoción del acto señala que, según el autor, el tirano está dentro de uno mismo, y por lo tanto la resistencia, en los términos en que está planteada hoy día tipo 15M y demás, es inútil. La explotación a la que uno mismo se somete es mucho peor que la externa, ya que se ayuda del sentimiento de libertad. Esta forma de explotación resulta, asimismo, mucho más eficiente y productiva debido a que el individuo decide voluntariamente explotarse a sí mismo hasta la extenuación. El lado tenebroso se halla dentro de uno. Como en La guerra de las galaxias. Y los clones están a las puertas. Qué pena de orejas.
(C. R)
Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese.
(C. R)
Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese.