No estaríamos muy equivocados al afirmar que, en la actualidad, existe un concepto que comparte buena parte de la población española: jartible. Valga como botón de muestra aquel ciudadano jartible que increpó al expresidente González durante la presentación de su último libro. Aunque jartible no es un concepto calificado por la RAE, seguidamente aportamos elementos que, después, tomados juntos, ayuden a clarificarlo y, sobre todo, visualicen a ese buen puñado de ciudadanos jartibles.
El primer y sobradamente conocido dato es el desempleo. Las cifras pueden valorarse sin miedo a exagerar como alarmantes en comparación con los de los países de nuestro entorno de la zona euro, incluidos los mediterráneos. Las últimas cifras señalan que 5,8 millones de personas en España estaban muy pero que muy jartibles al estar desempleadas en el cuarto trimestre de 2013. La tasa de jartibles superaba la media nacional en seis comunidades autónomas además de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla (y Andalucía seguía acumulando la mayor tasa del 36,32%). Si a estas cifras añadimos que cuatro de cada cinco españoles valoran la situación económica como mala o muy mala llegando a máximos históricos, no extraña que este segundo dato engorde la bolsa de ciudadanos harto jartibles en nuestro país.
El tercer dato tiene que ver con la jartabilidad hacia la política. Por un lado, en las bajas tasas de participación electoral que vaticinan todas las encuestas y que veremos confirmadas en las próximas elecciones europeas. Y es que por mucho esfuerzo que nuevos políticos y políticas dediquen a elaborar discursos rimbombantes, la desafección sigue decreciendo ante una evidente falta de líderes que despierten entusiasmo. Por otro lado, todos o casi todos los meses un amplio grupo de jartibles ubica a la clase política, a los partidos o al gobierno como uno de los tres principales problemas de España, tras el paro y los problemas de índole económica y por encima del terrorismo. Además, es inédito que la corrupción y el fraude sea para más del 30% otro de los de los grandes problemas del país.
Lo anterior viene aderezado y mucho de una situación de crisis que no cesa y que todo lo acaba contaminando. Una crisis que nos está llevando a una sociedad de ganadores propiamente dichos (nada jartibles), de supervivientes (algo jartibles) y de perdedores (muy jartibles), división de la que tenemos amargas experiencias. Los perdedores muy jartibles no lo son por voluntad propia en la gran mayoría de los casos. Lo son por la voluntad de los que gobiernan el modelo de orden social y económico vigente, que necesita sacrificar de vez en cuando a unos cuantos millones de personas en el altar de la economía para que la rueda pueda seguir girando libre de las cargas que la frenaban.
Hoy sabemos que en una sociedad desigual hay más suicidios, más casos de depresión, más criminalidad, más miedo. Y hoy sabemos, también, que en España aumentaron los salarios de los directivos un 7% en 2013 respecto a 2007, mientras que los de mandos intermedios y empleados se redujeron un 3,18% y un 0,47%, respectivamente La crisis está teniendo otras consecuencias muy graves derivadas de las dificultades económicas, bien sea para mantener la vivienda o atender otras deudas contraídas. Aumentan los acontecimientos traumáticos derivados de la crisis que llegan al suicidio en el peor de los casos. Aunque no se disponen de estadísticas oficiales, sabemos por los medios de comunicación que se producen suicidios producto de problemas con el pago de la vivienda. Según datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), en el año 2011 se produjeron casi ochenta mil ejecuciones hipotecarias en España, llamadas popularmente desahucios, más del triple que las registradas en 2007 (Sección de estadística judicial. Datos sobre el efecto de la crisis en los órganos judiciales, Tercer trimestre de 2012).
En suma, no hace falta ser muy lumbreras para darse cuenta de que la situación está muy al límite. La combinación de ciudadanos jartibles y ciudadanos jartos de tó está siendo un cocktail muy explosivo donde la chispa puede encenderse cuando menos lo esperemos. Lo acabamos de constatar hace unos días en las manifestaciones y altercados contra las obras de construcción del bulevar de la calle Vitoria en el barrio de Gamonal de la capital burgalesa.
Por favor. No miren hacia otro lado.
Nota 1: Disculpen si la palabra jartible se ha repetido en exceso. Sólo encontré el sinónimo ‘hasta los güevos’ pero me parecía poco fino.
Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese.
El primer y sobradamente conocido dato es el desempleo. Las cifras pueden valorarse sin miedo a exagerar como alarmantes en comparación con los de los países de nuestro entorno de la zona euro, incluidos los mediterráneos. Las últimas cifras señalan que 5,8 millones de personas en España estaban muy pero que muy jartibles al estar desempleadas en el cuarto trimestre de 2013. La tasa de jartibles superaba la media nacional en seis comunidades autónomas además de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla (y Andalucía seguía acumulando la mayor tasa del 36,32%). Si a estas cifras añadimos que cuatro de cada cinco españoles valoran la situación económica como mala o muy mala llegando a máximos históricos, no extraña que este segundo dato engorde la bolsa de ciudadanos harto jartibles en nuestro país.
El tercer dato tiene que ver con la jartabilidad hacia la política. Por un lado, en las bajas tasas de participación electoral que vaticinan todas las encuestas y que veremos confirmadas en las próximas elecciones europeas. Y es que por mucho esfuerzo que nuevos políticos y políticas dediquen a elaborar discursos rimbombantes, la desafección sigue decreciendo ante una evidente falta de líderes que despierten entusiasmo. Por otro lado, todos o casi todos los meses un amplio grupo de jartibles ubica a la clase política, a los partidos o al gobierno como uno de los tres principales problemas de España, tras el paro y los problemas de índole económica y por encima del terrorismo. Además, es inédito que la corrupción y el fraude sea para más del 30% otro de los de los grandes problemas del país.
Lo anterior viene aderezado y mucho de una situación de crisis que no cesa y que todo lo acaba contaminando. Una crisis que nos está llevando a una sociedad de ganadores propiamente dichos (nada jartibles), de supervivientes (algo jartibles) y de perdedores (muy jartibles), división de la que tenemos amargas experiencias. Los perdedores muy jartibles no lo son por voluntad propia en la gran mayoría de los casos. Lo son por la voluntad de los que gobiernan el modelo de orden social y económico vigente, que necesita sacrificar de vez en cuando a unos cuantos millones de personas en el altar de la economía para que la rueda pueda seguir girando libre de las cargas que la frenaban.
Hoy sabemos que en una sociedad desigual hay más suicidios, más casos de depresión, más criminalidad, más miedo. Y hoy sabemos, también, que en España aumentaron los salarios de los directivos un 7% en 2013 respecto a 2007, mientras que los de mandos intermedios y empleados se redujeron un 3,18% y un 0,47%, respectivamente La crisis está teniendo otras consecuencias muy graves derivadas de las dificultades económicas, bien sea para mantener la vivienda o atender otras deudas contraídas. Aumentan los acontecimientos traumáticos derivados de la crisis que llegan al suicidio en el peor de los casos. Aunque no se disponen de estadísticas oficiales, sabemos por los medios de comunicación que se producen suicidios producto de problemas con el pago de la vivienda. Según datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), en el año 2011 se produjeron casi ochenta mil ejecuciones hipotecarias en España, llamadas popularmente desahucios, más del triple que las registradas en 2007 (Sección de estadística judicial. Datos sobre el efecto de la crisis en los órganos judiciales, Tercer trimestre de 2012).
En suma, no hace falta ser muy lumbreras para darse cuenta de que la situación está muy al límite. La combinación de ciudadanos jartibles y ciudadanos jartos de tó está siendo un cocktail muy explosivo donde la chispa puede encenderse cuando menos lo esperemos. Lo acabamos de constatar hace unos días en las manifestaciones y altercados contra las obras de construcción del bulevar de la calle Vitoria en el barrio de Gamonal de la capital burgalesa.
Por favor. No miren hacia otro lado.
Nota 1: Disculpen si la palabra jartible se ha repetido en exceso. Sólo encontré el sinónimo ‘hasta los güevos’ pero me parecía poco fino.
Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese.