Vivimos en un mundo de creencias. La sociedad, ese inmenso sistema que tira de cada uno de nosotros con su tremenda fuerza de gravedad, está articulada no en virtud de lo que sabemos, sino de lo que creemos, porque creer reporta más seguridad que saber: mi yerno es un imbécil, los políticos son todos unos corruptos, los periodistas son unos sinvergüenzas desalmados, los catalanes son unos tacaños, como mi pueblo no hay nada, si marzo mayea mayo marcea, cría cuervos y te sacarán los ojos, la cocacola pudre los filetes, a quien madruga Dios lo ayuda y aquí paz y después gloria. Y ya está. Son nuestras creencias. Algunas de ellas, pura invención; otras, probablemente ciertas. Y la mayoría de ellas nos consuelan de las carencias, miserias, padecimientos, cobardías y fatalidades de nuestra condición de mortales. La pregunta sería si es preferible creer a saber (en el momento a partir del cual ambas cosas sean incompatibles). Hace unos días, por ejemplo, se divulgó un asunto terrible que, lo peor de todo, venía disfrazado con la piel de cordero de la ciencia: la publicación Periodismo alternativo contaba que la «condición que determina por qué una persona tiende a desafiar a la autoridad ha sido etiquetada por la profesión psiquiátrica como trastorno de oposición desafiante» en la última entrega del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales de EEUU. Existe la posibilidad de que esto no vaya a ninguna parte, pero la mera sospecha de que en un futuro cercano el rebelarse contra la autoridad pueda ser considerado una enfermedad mental me pone los vellos de punta. Más que nada, porque protestar contra el estado actual del mundo y sus maleantes hace tiempo que se trata de un deber cívico.
Todos somos creyentes. Todos confiamos parte de nuestra ignorancia a una pata de conejo. Pero conviene tener cuidado, porque la superstición siempre está al servicio de los poderosos, cosa que interesa saber en estos tiempos de tribulación.
C. R.
Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese.
Todos somos creyentes. Todos confiamos parte de nuestra ignorancia a una pata de conejo. Pero conviene tener cuidado, porque la superstición siempre está al servicio de los poderosos, cosa que interesa saber en estos tiempos de tribulación.
C. R.
Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese.