Los líderes de Izquierda Unida, los coordinadores de Podemos y los promotores de Ganemos han convocado a sus bases (los que las tengan), militantes (ídem), simpatizantes (¡ídem!), fuerzas vivas (las que queden por ahí) y público en general a reunirse ahora en septiembre en diversas asambleas para trazar, entre todos, el programa que defenderá cada cual en las elecciones municipales de mayo próximo, el nombre de su candidato y todos los demás perejiles. Lo curioso de este tsunami consultivo y deliberador es que todos ellos pretenden ejercer sobre la sociedad una fuerza centrípeta (palabra feísima y un tanto lúbrica, pero imprescindible en los tiempos de dispersión ética que corren); todos aspiran (el verbo es ese, aspirar cual turbinas) a atraer, con su acción gravitatoria o su fuerza succionadora, al grueso de la población, que no es un señor sino un número. Y ese número es la mayoría, nada menos. Take a chesnut!, que diría un inglés estupefacto. Con lo cual servidor se queda muy perplejo, porque si de lo que se trata es de aglutinarse, ¿por qué no empiezan por formar amalgama entre ellos mismos y así, conformando un solo cuerpo, una sola mente que acopie las inquietudes y las ideas de la población irrepresentada por los grandes partidos, dan ejemplo? ¡Que hablen los simpatizantes! ¡Que participe la ciudadanía en el proceso! No se oye otro clamor, en este tiempo de turbación. Va uno a por el pan y tiene que hacer una sentada allí con siete más para que le vendan un bollo. No hay cosa digna que se pueda hacer a día de hoy en el mundo occidental que no vaya precedida de una asamblea popular que consagre, solemnice y legitime los procesos democráticos. Lo cual está muy bien, desde luego, pero solo se puede hacer un par de veces al día porque es que se te va la mañana entera con estas cosas y luego a ver cómo explica uno que no ha traído el nescuí porque allí mismo, en los refrigerados del Mercadona, una espontánea congregación multitudinaria se puso a debatir sobre cómo queríamos los tomates, si de Chipiona o de Los Palacios, y uno no tuvo más remedio que sumarse activamente al happening consultivo so pena de perder la rueda viva de la democracia e impedir, con ello, la regeneración del sistema, que está, como es sabido, para que lo zurzan.
Se le quitan a uno las ganas de simpatizar, esa es la verdad. A poco que uno simpatiza, enseguida queda convocado, a través de un llamamiento a su responsabilidad ciudadana, a un rosario de asambleas y consultas sin cuento. Es como cuando pasas por delante de la inmobiliaria y te paras, que enseguida te sale el de la corbata y te tiene allí hasta que te vende un dúplex en San Jerónimo: que ya no te paras más. Con lo bien que iba el mundo cuando consultábamos con la almohada.
C. R.
Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese.
Se le quitan a uno las ganas de simpatizar, esa es la verdad. A poco que uno simpatiza, enseguida queda convocado, a través de un llamamiento a su responsabilidad ciudadana, a un rosario de asambleas y consultas sin cuento. Es como cuando pasas por delante de la inmobiliaria y te paras, que enseguida te sale el de la corbata y te tiene allí hasta que te vende un dúplex en San Jerónimo: que ya no te paras más. Con lo bien que iba el mundo cuando consultábamos con la almohada.
C. R.
Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese.