EL DIVORCIO
En este país nuestro que siempre ha sido considerado muy católico, muy paternalista, muy temeroso del que dirán y de mantener aparentemente la normalidad y la decencia de la familia y de los matrimonios, la aparición del divorcio ha revolucionado toda esa estructura un tanto arcaica y tribal que estaba apoyada y favorecida por preceptos religiosos y que giraba en torno a la autoridad absoluta del padre, y ha desmontado la institución familiar que se tambalea y se desmorona de una forma alarmante.
A ello ha contribuido, sin duda alguna, la evolución de la sociedad, la información y el conocimiento a través de los medios de comunicación de otras culturas y otras formas de entender la familia y el matrimonio y por supuesto el abuso mantenido durante siglos de esa autoridad dictatorial del marido y de la sumisión injusta y sufrida de la esposa que estaba condenada al hogar y a obedecer sin remisión al varón. Uno recuerda que nuestros abuelos contaban que ellos tenían que hablar de Vd., a sus padres, y que tenían que estar sometidos a su mandato y a su autoridad siempre.
Yo no estoy de acuerdo con aquella forma de entender la paternidad, y por supuesto con el suplicio de la mujer siempre dominada y mal tratada dentro del hogar y estoy en favor de la total igualdad de la mujer en el matrimonio y en la sociedad, también creo que el divorcio es un recurso válido y necesario para solucionar los problemas de los matrimonios que no pueden convivir en paz y en armonía, pero no estoy en absoluto de acuerdo en la ligereza con la que ya se pide el divorcio, con que sea considerado una forma de negocio en muchos casos, y menos aún con el daño que el divorcio produce a los hijos que a veces es irremediable y que puede marcar su vida para siempre.
O sea que el egoísmo del padre o la madre, por buscar una nueva felicidad, destroce la felicidad que los hijos tenían con sus padres.
Había que ser mucho más serios a la hora de conceder un divorcio y más justos a la hora de repartir los bienes gananciales. No siempre la madre es la buena, no siempre la casa debe ser para ella, no siempre el padre es el que tiene que pagar la alimentación de sus hijos y siempre, siempre habría que pensar en el daño que esos hijos iban a sufrir y velar por ellos y por su felicidad inmediata porque ellos no tienen ninguna culpa y son menores a los que primero de todo hay que proteger. Es muy duro que a un hombre o mujer se le quite la casa para dársela a sus hijos pero que al día siguiente en esa casa y en su cama, otro hombre u otra mujer duerma con su ex pareja en contra de la voluntad y de la felicidad de sus hijos.
Y como consecuencia de todo esto, familias que cambian cada dos por tres, hijos que son de varios padres o madres, educación muy precaria y complicada, desamor, problemas económicos, problemas morales. Yo creo que el divorcio favorece a los padres y perjudica enormemente a los hijos.
Utopía puede ser, pero las realidad es que el divorcio, cuando hay hijos, debería contar más con ellos que con sus padres porque ellos vinieron porque sus padres quisieron pero los niños no pudieron elegir a sus padres.
En este país nuestro que siempre ha sido considerado muy católico, muy paternalista, muy temeroso del que dirán y de mantener aparentemente la normalidad y la decencia de la familia y de los matrimonios, la aparición del divorcio ha revolucionado toda esa estructura un tanto arcaica y tribal que estaba apoyada y favorecida por preceptos religiosos y que giraba en torno a la autoridad absoluta del padre, y ha desmontado la institución familiar que se tambalea y se desmorona de una forma alarmante.
A ello ha contribuido, sin duda alguna, la evolución de la sociedad, la información y el conocimiento a través de los medios de comunicación de otras culturas y otras formas de entender la familia y el matrimonio y por supuesto el abuso mantenido durante siglos de esa autoridad dictatorial del marido y de la sumisión injusta y sufrida de la esposa que estaba condenada al hogar y a obedecer sin remisión al varón. Uno recuerda que nuestros abuelos contaban que ellos tenían que hablar de Vd., a sus padres, y que tenían que estar sometidos a su mandato y a su autoridad siempre.
Yo no estoy de acuerdo con aquella forma de entender la paternidad, y por supuesto con el suplicio de la mujer siempre dominada y mal tratada dentro del hogar y estoy en favor de la total igualdad de la mujer en el matrimonio y en la sociedad, también creo que el divorcio es un recurso válido y necesario para solucionar los problemas de los matrimonios que no pueden convivir en paz y en armonía, pero no estoy en absoluto de acuerdo en la ligereza con la que ya se pide el divorcio, con que sea considerado una forma de negocio en muchos casos, y menos aún con el daño que el divorcio produce a los hijos que a veces es irremediable y que puede marcar su vida para siempre.
O sea que el egoísmo del padre o la madre, por buscar una nueva felicidad, destroce la felicidad que los hijos tenían con sus padres.
Había que ser mucho más serios a la hora de conceder un divorcio y más justos a la hora de repartir los bienes gananciales. No siempre la madre es la buena, no siempre la casa debe ser para ella, no siempre el padre es el que tiene que pagar la alimentación de sus hijos y siempre, siempre habría que pensar en el daño que esos hijos iban a sufrir y velar por ellos y por su felicidad inmediata porque ellos no tienen ninguna culpa y son menores a los que primero de todo hay que proteger. Es muy duro que a un hombre o mujer se le quite la casa para dársela a sus hijos pero que al día siguiente en esa casa y en su cama, otro hombre u otra mujer duerma con su ex pareja en contra de la voluntad y de la felicidad de sus hijos.
Y como consecuencia de todo esto, familias que cambian cada dos por tres, hijos que son de varios padres o madres, educación muy precaria y complicada, desamor, problemas económicos, problemas morales. Yo creo que el divorcio favorece a los padres y perjudica enormemente a los hijos.
Utopía puede ser, pero las realidad es que el divorcio, cuando hay hijos, debería contar más con ellos que con sus padres porque ellos vinieron porque sus padres quisieron pero los niños no pudieron elegir a sus padres.