Cuando una civilización se pone a discutir sobre vulvas y pililas, su final es inminente. Lo dice la historia, lo dice el sentido común y lo dice el lucero del alba. Acuérdese de aquel 29 de mayo de 1453 en que los turcos entraron en Bizancio sin llamar aprovechando que se encontraban todos reunidos discutiendo sobre el sexo de los ángeles. Que ya hay que estar aburridos. Por eso el periodismo nunca morirá: porque no tiene tiempo para reportajes, lo va a tener para concilios. Pero las naciones colapsadas y en trance de extinción, con todo su porte de mantenidos, pesebreros, aspirantes, progresía conspicua, húmeda caverna, sanedrines diversos, pontífices de moda y demás pandas de desocupados profesionales con balcones al presupuesto, esas se entregan en cuerpo y alma al debate estéril porque lo que quieren es perecer. Las sociedades suicidas, incapaces de dar respuesta, buscan discusiones que no la tengan para que la lucha sea a vida o muerte. Así lo hacía la iglesia cuando quería acabar con las herejías. Y así lo hacen todas las tiranías que quieren acabar con cualquier línea de pensamiento que no sea la suya. El otro día, un drag queen de Canarias aprovechó el carnaval para burlarse de la Virgen. Podía haber elegido algún motivo de otra religión para su escarnio, pero se ve que la diferencia entre cobardía y valentía también es un asunto bizantino para algunos. No sé lo que tiene ese sujeto en la entrepierna ni me importa un carajo. Lo que sé es que se pasó por dicho lugar la sensibilidad de muchos de sus compatriotas. Y es por ello por lo que no lo respeto. No es lo que tienes: es lo que haces con ello. Me refiero al cerebro. El verdadero tema tabú.
C. R.
C. R.
Es cierto lo que ruccio dice, y lo dice bien. Claro que siempre hubo periodistas e historiadores. hay una gran diferencia el loa comparación: del sexo de los ángeles, aún hay quienes hablan; es tas cosas de la misa del domingo y el carnaval de este año y sus poco acertadas e insultantes -para algunos- anécdotas, poco quedará. Si nos acordaremos de aquello que no se quiere hablar, como hacían los historiadores de ayer.