2ª PARTE
RESEÑA: LA ESPAÑA AGONICA: SUPERVIVENCIA O BALCANIZACIÓN
Ni el actual ordenamiento constitucional con el establecimiento de un sistema político basado en un régimen de libertades, ni la forma de Estado de monarquía parlamentaria ni el progreso material de la transformación social a un Estado hegemónico considerado como la octava potencia mundial son capaces de solucionar definitivamente la crisis de identidad que padece la sociedad española, que deja pasar el devenir del tiempo sin buscar la solución de sus males; el separatismo periférico, la existencia del fantasma denunciado ya en el siglo XIX por D. Mariano Jose de Larra, que decía del mito de las dos Españas, “ aquí yace media España, murió de la otra media” y la falta de armonía entre las dos clases políticas, una defensora de una España constitucional, descentralizada regionalmente pero integradora y con una defensa a ultranza de su unidad y orgullosa de su pasado histórico y la otra, con otro pensamiento diferente, definiéndola como una Nación de Naciones en referencia a la institucionalización de los regionalismos locales y con una desmesurada defensa de la libertad individual hasta caer en el anacronismo de concebirla como una futura Confederación ibérica de naciones, así como soñaba emblemáticamente y cándidamente, nuestro Presidente de la Primera República D. Francisco Pi y Margall.
Esta realidad, es la que define a la actual España en invertebrada y solamente si la actual sociedad española liderada por esta clase política es capaz con acierto e inteligencia de superar los fantasmas del pasado y de admitir sus errores históricos en sus convicciones políticas admitiendo que el enfrentamiento y las convulsiones pasadas, fueron debidas a clases políticas sectarias e intransigentes que equivocadamente utilizaron la guerra civil como móvil para saciar, unos sus ambiciones personales y otros, sus pretendidos movimientos revolucionarios para imponer por la fuerza sus convicciones sin importarle los derechos fundamentales del ser humano en cuanto a integridad física, sus sufrimientos y su derecho a vivir en paz y en libertad.
Solamente superando estos hitos históricos y olvidando por todos a esta sociedad pasada objeto de recuerdo solo en hemerotecas para los estudiosos de la historia, será posible la realidad de una nueva España, capaz de ofrecer un futuro de paz, prosperidad y felicidad a la nueva generación de ciudadanos nacidos aquí, unos naturales y otros de distinto del origen de procedencia y con el orgullo de enriquecer económicamente y culturalmente a esta futura Unión Europea, madre de un conjunto de naciones, Patrimonio de la Humanidad.
Esta generación tiene el reto de resolver definitivamente, los males endémicos del separatismo desintegrador, auspiciado por un porcentaje elevado de clase política amparada por el sentir de alguna parte, a veces mayoritaria de sus gentes en estas regiones periféricas, en referencia a Vasconia y Cataluña.
El Estado, ha intentado paliar esta rebeldía con la concesión de dadivas a estas regiones, incumpliendo el principio de igualdad de todos los españoles.
Interesa al pueblo español, que el actual Estado urgentemente acometa por la vía democrática estos conflictos y que a lo largo de casi doscientos años que los padecemos (no olvidemos las guerras carlistas) no ha habido solucion, y se aclare de una vez por todas el mantenimiento de su indisoluble unión basada en el principio de igualdad de trato con el resto de regiones o su independencia definitiva.
Será la ciudadanía, quien deberá decidir esta cuestión, pues al fin España sobrevivirá sin Vasconia y Cataluña, como sobrevivió Gran Bretaña sin Irlanda, Suecia sin Noruega, Holanda sin Bélgica, y la Republica Checa sin Eslovaquia.
Es imprescindible que solucionada esta cuestión, el Estado actual deberá plantear un cambio de timón institucional con una nueva Constitución, asumiendo competencias que la propia Constitución del 1978 otorgaba al Estado central y ahora fueron transferidas a las Comunidades autónomas para garantizar igualdad de trato a todos los españoles, independiente del lugar que se encuentren del suelo patrio.
Recordemos otras épocas históricas, donde el particularismo local, y el cambio de la mentalidad de la población adoptando un sentido de vida hedonista y materialista, alejada de los ideales sagrados del amor a tu tierra, llámese como se llame, España, Hesperia, Iberia o Al-Andalus, originaran la fractura o el desmembramiento del Estado.
Asi, en Al-Ándalus, las sublevaciones locales contra el poder central del Califato de Córdoba, la cesión de competencias fiscales a las Marcas, Merida, Toledo, y Zaragoza, originaron el empobrecimiento económico de la Córdoba califal, que no pudo mantener un ejercito fuerte para garantizar la unidad y desgraciadamente Al-Ándalus se desintegro en banderías o grupos, llamados reinos taifas.
Mí admirado, D. Emilio Castelar, Presidente de la 1ª República, de mí mismo pensar ideológico, decía en el año 1873, denunciando desdichadamente, la anarquía existente, en su idealizada República, lo siguiente:
“Evoquemos, escribe Castelar, el periodo nunca con bastante insistencia evocado, del 73. Hubo días de aquel verano, en que creíamos completamente disuelta, nuestra España. La idea de legalidad se había perdido en tales términos, que, un empleado cualquiera de Guerra, asumía todos los poderes y lo notificaba a las Cortes, y los encargados dar y cumplir las leyes desacatábanlas, sublevándose o tañendo a rebato contra legalidad. No se trataba allí, como en otras ocasiones, de sustituir un Ministerio existente, ni una forma de Gobierno a la forma admitida; tratábase de dividir en mil porciones nuestra patria, semejantes a la que siguieron la caída del Califato de Córdoba. De provincias llegaban las ideas más extrañas y los principios más descabellados. Unos decían que iban a resucitar la antigua coronilla de Aragón como si las fórmulas de Derecho moderno, fueron conjuros de la Edad Media. Otros decían que iban a constituir una Galicia independiente, bajo el protectorado de Inglaterra. Jaén se apercibía a una guerra con Granada. Salamanca temblaba por la clausura de su gloriosa Universidad y el eclipse del predominio científico de Castilla. Rivalidades más apagadas por la unidad nacional en largos siglos surgían como si hubiésemos retrocedido a los tiempos de zegries y abencerrajes, de agramontés y beamonteses, de Castros y Laras, de capuletos y montescos; la guerra universal. Villas insignificantes, a penas inscritas en el mapa, citaban a asambleas constituyentes. La sublevación vino contra el más federal de todos los ministerios posibles, y en el mismo, en que la Asamblea, trazaba un proyecto de Constitución, cuyos mayores defectos, provenían de la falta de tiempo y la sobra de impaciencia en el Gobierno”.
Esta dramática experiencia de democracia liberal ensayada, que han tenido los españoles en 1870 y que gracias al general republicano Pavía y patriota que evito con su golpe militar la desintegración de la Patria y desafortunadamente, se repitió en 1931, con dos repúblicas edificadas sobre la arena y cuyos cimientos fallaron y que no encontraron una convivencia pacífica, no tenía otra alternativa, que la rectificación y sería en julio del 1936 con la desgraciada tragedia humana de la guerra civil pero sería la prueba definitiva, a tanto experimentado fracaso.
Fdo: Julio Reyes Rubio
RESEÑA: LA ESPAÑA AGONICA: SUPERVIVENCIA O BALCANIZACIÓN
Ni el actual ordenamiento constitucional con el establecimiento de un sistema político basado en un régimen de libertades, ni la forma de Estado de monarquía parlamentaria ni el progreso material de la transformación social a un Estado hegemónico considerado como la octava potencia mundial son capaces de solucionar definitivamente la crisis de identidad que padece la sociedad española, que deja pasar el devenir del tiempo sin buscar la solución de sus males; el separatismo periférico, la existencia del fantasma denunciado ya en el siglo XIX por D. Mariano Jose de Larra, que decía del mito de las dos Españas, “ aquí yace media España, murió de la otra media” y la falta de armonía entre las dos clases políticas, una defensora de una España constitucional, descentralizada regionalmente pero integradora y con una defensa a ultranza de su unidad y orgullosa de su pasado histórico y la otra, con otro pensamiento diferente, definiéndola como una Nación de Naciones en referencia a la institucionalización de los regionalismos locales y con una desmesurada defensa de la libertad individual hasta caer en el anacronismo de concebirla como una futura Confederación ibérica de naciones, así como soñaba emblemáticamente y cándidamente, nuestro Presidente de la Primera República D. Francisco Pi y Margall.
Esta realidad, es la que define a la actual España en invertebrada y solamente si la actual sociedad española liderada por esta clase política es capaz con acierto e inteligencia de superar los fantasmas del pasado y de admitir sus errores históricos en sus convicciones políticas admitiendo que el enfrentamiento y las convulsiones pasadas, fueron debidas a clases políticas sectarias e intransigentes que equivocadamente utilizaron la guerra civil como móvil para saciar, unos sus ambiciones personales y otros, sus pretendidos movimientos revolucionarios para imponer por la fuerza sus convicciones sin importarle los derechos fundamentales del ser humano en cuanto a integridad física, sus sufrimientos y su derecho a vivir en paz y en libertad.
Solamente superando estos hitos históricos y olvidando por todos a esta sociedad pasada objeto de recuerdo solo en hemerotecas para los estudiosos de la historia, será posible la realidad de una nueva España, capaz de ofrecer un futuro de paz, prosperidad y felicidad a la nueva generación de ciudadanos nacidos aquí, unos naturales y otros de distinto del origen de procedencia y con el orgullo de enriquecer económicamente y culturalmente a esta futura Unión Europea, madre de un conjunto de naciones, Patrimonio de la Humanidad.
Esta generación tiene el reto de resolver definitivamente, los males endémicos del separatismo desintegrador, auspiciado por un porcentaje elevado de clase política amparada por el sentir de alguna parte, a veces mayoritaria de sus gentes en estas regiones periféricas, en referencia a Vasconia y Cataluña.
El Estado, ha intentado paliar esta rebeldía con la concesión de dadivas a estas regiones, incumpliendo el principio de igualdad de todos los españoles.
Interesa al pueblo español, que el actual Estado urgentemente acometa por la vía democrática estos conflictos y que a lo largo de casi doscientos años que los padecemos (no olvidemos las guerras carlistas) no ha habido solucion, y se aclare de una vez por todas el mantenimiento de su indisoluble unión basada en el principio de igualdad de trato con el resto de regiones o su independencia definitiva.
Será la ciudadanía, quien deberá decidir esta cuestión, pues al fin España sobrevivirá sin Vasconia y Cataluña, como sobrevivió Gran Bretaña sin Irlanda, Suecia sin Noruega, Holanda sin Bélgica, y la Republica Checa sin Eslovaquia.
Es imprescindible que solucionada esta cuestión, el Estado actual deberá plantear un cambio de timón institucional con una nueva Constitución, asumiendo competencias que la propia Constitución del 1978 otorgaba al Estado central y ahora fueron transferidas a las Comunidades autónomas para garantizar igualdad de trato a todos los españoles, independiente del lugar que se encuentren del suelo patrio.
Recordemos otras épocas históricas, donde el particularismo local, y el cambio de la mentalidad de la población adoptando un sentido de vida hedonista y materialista, alejada de los ideales sagrados del amor a tu tierra, llámese como se llame, España, Hesperia, Iberia o Al-Andalus, originaran la fractura o el desmembramiento del Estado.
Asi, en Al-Ándalus, las sublevaciones locales contra el poder central del Califato de Córdoba, la cesión de competencias fiscales a las Marcas, Merida, Toledo, y Zaragoza, originaron el empobrecimiento económico de la Córdoba califal, que no pudo mantener un ejercito fuerte para garantizar la unidad y desgraciadamente Al-Ándalus se desintegro en banderías o grupos, llamados reinos taifas.
Mí admirado, D. Emilio Castelar, Presidente de la 1ª República, de mí mismo pensar ideológico, decía en el año 1873, denunciando desdichadamente, la anarquía existente, en su idealizada República, lo siguiente:
“Evoquemos, escribe Castelar, el periodo nunca con bastante insistencia evocado, del 73. Hubo días de aquel verano, en que creíamos completamente disuelta, nuestra España. La idea de legalidad se había perdido en tales términos, que, un empleado cualquiera de Guerra, asumía todos los poderes y lo notificaba a las Cortes, y los encargados dar y cumplir las leyes desacatábanlas, sublevándose o tañendo a rebato contra legalidad. No se trataba allí, como en otras ocasiones, de sustituir un Ministerio existente, ni una forma de Gobierno a la forma admitida; tratábase de dividir en mil porciones nuestra patria, semejantes a la que siguieron la caída del Califato de Córdoba. De provincias llegaban las ideas más extrañas y los principios más descabellados. Unos decían que iban a resucitar la antigua coronilla de Aragón como si las fórmulas de Derecho moderno, fueron conjuros de la Edad Media. Otros decían que iban a constituir una Galicia independiente, bajo el protectorado de Inglaterra. Jaén se apercibía a una guerra con Granada. Salamanca temblaba por la clausura de su gloriosa Universidad y el eclipse del predominio científico de Castilla. Rivalidades más apagadas por la unidad nacional en largos siglos surgían como si hubiésemos retrocedido a los tiempos de zegries y abencerrajes, de agramontés y beamonteses, de Castros y Laras, de capuletos y montescos; la guerra universal. Villas insignificantes, a penas inscritas en el mapa, citaban a asambleas constituyentes. La sublevación vino contra el más federal de todos los ministerios posibles, y en el mismo, en que la Asamblea, trazaba un proyecto de Constitución, cuyos mayores defectos, provenían de la falta de tiempo y la sobra de impaciencia en el Gobierno”.
Esta dramática experiencia de democracia liberal ensayada, que han tenido los españoles en 1870 y que gracias al general republicano Pavía y patriota que evito con su golpe militar la desintegración de la Patria y desafortunadamente, se repitió en 1931, con dos repúblicas edificadas sobre la arena y cuyos cimientos fallaron y que no encontraron una convivencia pacífica, no tenía otra alternativa, que la rectificación y sería en julio del 1936 con la desgraciada tragedia humana de la guerra civil pero sería la prueba definitiva, a tanto experimentado fracaso.
Fdo: Julio Reyes Rubio