Presidente del lazo amarillo
Día agrio para España, que debilita su economía y su
unidad
Luis ventoso
El separatismo catalán ha trabajado con denuedo para molestar. Nos han llamado ladrones, vagos y represores. En ocasiones hasta han alcanzado el insulto racista, caso del actual titular de la Generalitat. Pero de todo el calvario de provocaciones, nada más repulsivo que el ritual de los lazos amarillos, pues incurre en una inmoralidad que no se vislumbraba desde los fascismos del siglo XX: crear un distintivo con el objeto de señalar como buenos a unos ciudadanos y marcar como inferiores y despreciables a otros, los que no lo portan. En Cataluña la sociedad está partida en dos, pero a la hora de la verdad cerca de un 60% de la población rechazaría la independencia. Con semejantes porcentajes, resulta insólito en una Europa civilizada que los mandatarios nacionalistas osen a ostentar un lacito que excluye y estigmatiza a más de la mitad de sus vecinos.
Sánchez llegará hoy al poder con el apoyo de la cofradía del lazo amarillo, símbolo del odio a España, un emblema que también luce el peneuvista Egibar. Para cumplir su fijación obsesiva de pernoctar en la Moncloa ha solicitado los votos de aquellos a los que tachó de "supremacistas" hace unos días. Dibujando el círculo cuadrado, el presidente Kafka que nos ha caído encima aspira a ser al tiempo paladín de la Constitución y socio preferente de quienes trabajan para destruir la Carta Magna y la propia nación española. Esa chillona incongruencia convierte el triunfo de la moción en un día agrio para España. Pero hay más. La maniobra de Sánchez vulnera las buenas prácticas democráticas, porque el presidente en ciernes ha sido rechazado dos veces por los votantes españoles, la última hace solo un par de años, cuando fue vapuleado en las urnas. Si mañana mismo se sometiese al escrutinio de los votantes volvería a perder, por lo que tiene algo de fraude que llegue por un atajo retorcido en lugar de aceptar nuevas elecciones. Por último, su palabra es quincalla: ¿Es fiable un político que hace quince días decía que los presupuestos de Rajoy le provocaban urticaria y que ahora los adopta para comprar al PNV?
Unas inocentes preguntas: ¿Ofrecerá Sánchez a Cataluña un trato superior y especial en la Constitución y unas ventajas económicas exclusivas, discriminatorias para las otras comunidades? ¿Ha ofertado Sánchez al PNV el acercamiento de presos y una mejora de corte soberanista para el Estatuto vasco? ¿Van a subir o bajar los impuestos con un Gobierno socialista aliado con Podemos? ¿Mejorarán la economía y el crédito exterior de España con un Sánchez apoyado por los comunistas, los partidos de Puigdemont y Junqueras y los sucesores de ETA?
Sánchez lo ha conseguido (en parte porque Rajoy pensaba que hacer política era llevar los libros de cuentas rodeado de correctos funcionarios como él; y desdeñó las ideas, descuidó la comunicación y tampoco tuvo la generosidad de dar el relevo cuando iba tocando). Pero en cuanto puedan hablar las urnas, me temo que Begoña saldrá de la Moncloa antes de poder completar el cambio de decoración. "Roma no paga a traidores", reza la cita clásica. Y España no pagará a felones que se coaligan con sus más sañudos enemigos.
Día agrio para España, que debilita su economía y su
unidad
Luis ventoso
El separatismo catalán ha trabajado con denuedo para molestar. Nos han llamado ladrones, vagos y represores. En ocasiones hasta han alcanzado el insulto racista, caso del actual titular de la Generalitat. Pero de todo el calvario de provocaciones, nada más repulsivo que el ritual de los lazos amarillos, pues incurre en una inmoralidad que no se vislumbraba desde los fascismos del siglo XX: crear un distintivo con el objeto de señalar como buenos a unos ciudadanos y marcar como inferiores y despreciables a otros, los que no lo portan. En Cataluña la sociedad está partida en dos, pero a la hora de la verdad cerca de un 60% de la población rechazaría la independencia. Con semejantes porcentajes, resulta insólito en una Europa civilizada que los mandatarios nacionalistas osen a ostentar un lacito que excluye y estigmatiza a más de la mitad de sus vecinos.
Sánchez llegará hoy al poder con el apoyo de la cofradía del lazo amarillo, símbolo del odio a España, un emblema que también luce el peneuvista Egibar. Para cumplir su fijación obsesiva de pernoctar en la Moncloa ha solicitado los votos de aquellos a los que tachó de "supremacistas" hace unos días. Dibujando el círculo cuadrado, el presidente Kafka que nos ha caído encima aspira a ser al tiempo paladín de la Constitución y socio preferente de quienes trabajan para destruir la Carta Magna y la propia nación española. Esa chillona incongruencia convierte el triunfo de la moción en un día agrio para España. Pero hay más. La maniobra de Sánchez vulnera las buenas prácticas democráticas, porque el presidente en ciernes ha sido rechazado dos veces por los votantes españoles, la última hace solo un par de años, cuando fue vapuleado en las urnas. Si mañana mismo se sometiese al escrutinio de los votantes volvería a perder, por lo que tiene algo de fraude que llegue por un atajo retorcido en lugar de aceptar nuevas elecciones. Por último, su palabra es quincalla: ¿Es fiable un político que hace quince días decía que los presupuestos de Rajoy le provocaban urticaria y que ahora los adopta para comprar al PNV?
Unas inocentes preguntas: ¿Ofrecerá Sánchez a Cataluña un trato superior y especial en la Constitución y unas ventajas económicas exclusivas, discriminatorias para las otras comunidades? ¿Ha ofertado Sánchez al PNV el acercamiento de presos y una mejora de corte soberanista para el Estatuto vasco? ¿Van a subir o bajar los impuestos con un Gobierno socialista aliado con Podemos? ¿Mejorarán la economía y el crédito exterior de España con un Sánchez apoyado por los comunistas, los partidos de Puigdemont y Junqueras y los sucesores de ETA?
Sánchez lo ha conseguido (en parte porque Rajoy pensaba que hacer política era llevar los libros de cuentas rodeado de correctos funcionarios como él; y desdeñó las ideas, descuidó la comunicación y tampoco tuvo la generosidad de dar el relevo cuando iba tocando). Pero en cuanto puedan hablar las urnas, me temo que Begoña saldrá de la Moncloa antes de poder completar el cambio de decoración. "Roma no paga a traidores", reza la cita clásica. Y España no pagará a felones que se coaligan con sus más sañudos enemigos.