ANÁLISIS.
La peor noticia para Moncloa.
Las cesiones del PSOE al nacionalismo premian al PNV, Bildu y el BNG, y Sanchez no gana votos del drama de Podemos.
Manuel Marín.
MADRID Actualizado: 12/07/2020 23:17h.
La cuarta victoria por incontestable mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijóo no solo demuestra la fortaleza de su marca personal en Galicia y el afianzamiento del voto tradicional al centro-derecha frente a la dispersión de los partidos de izquierda y nacionalistas, que se presentaron fragmentados en una decena de alternativas; esa victoria reafirma también la tendencia de drástico retroceso iniciada en las elecciones municipales de mayo del año pasado por Podemos y las llamadas «mareas» populistas, y la rehabilitación de un voto nacionalista reunificado en el BNG, que anoche hundió al Partido Socialista. En el País Vasco, el escenario de gobernación tampoco cambiará. Pero necesariamente sí tendrá que hacerlo la estrategia del constitucionalismo, el verdadero damnificado de estos comicios con tintes dramáticos para el PP y Ciudadanos. Estas son las claves de los comicios de anoche.
Fracasa el constitucionalismo en el País Vasco
En el País Vasco, el nacionalismo se apuntó un triunfo global incontestable refrendado por los socialistas para dar un apoyo imprescindible al PNV. La noticia más alarmante es la relevante caída del «voto constitucionalista» que encarnaba la alianza entre el PP y Ciudadanos, toda vez que el PSE excluyó de su campaña cualquier defensa de la Carta Magna para adquirir el perfil más soberanista posible. La colaboración entre el PNV y el PSE -cada vez más alejado de una defensa nítida del constitucionalismo clásico- está asegurada.
¿Otra alianza Ciudadanos-PP en Cataluña?
Por eso, este fallido ensayo de laboratorio en el centro-derecha no nacionalista aboca al constitucionalismo a tener, por primera vez en décadas, una presencia residual en el Parlamento de Vitoria. La fragmentación de parte del antiguo voto del PP, la inquietante desmotivación en su electorado, y la pérdida de votantes a favor de Vox abocan a Casado, pero también a Inés Arrimadas, a una profunda revisión en sus estrategias, especialmente si tuviesen en mente recuperar un proyecto similar cuando Joaquim Torra convoque elecciones en Cataluña.
Refuerzo agridulce para la dirección del PP
El triunfo de Feijóo vuelve a representar el éxito de la moderación en el discurso político frente a la agresividad o la crispación. El electorado de la derecha gallega tiene un perfil muy definido en ese sentido y una lealtad de voto acreditada con los años. Al PP parece no afectarle sustancialmente el desgaste del poder. Es la única Comunidad donde Ciudadanos y Vox continúan sin representación parlamentaria, y eso es achacable a la personalísima gestión que hace el candidato del PP de todas sus campañas. Sin embargo, la mayoría absoluta de anoche también tranquiliza a Pablo Casado y a la dirección nacional del PP en la medida en que la pérdida de la mayoría absoluta por un solo escaño o un puñado de votos, unida al fracaso previsto en el País Vasco, habría reabierto disensiones internas en Génova y habría forzado a Casado reorientar su estrategia: respecto a Ciudadanos, respecto a Vox, pero sobre todo respecto al PSOE. De cualquier modo, el PP tiene una compleja tarea en el País Vasco. Un partido con vocación de gobernar España, pero con una presencia raquítica en esa autonomía o en Cataluña, tiene muy difícil vencer en unas elecciones generales.
Sánchez empieza a experimentar desgaste
La noche resultó ciertamente negativa para los socialistas. A Sánchez le bastaba con dos premisas: continuar condicionando la gobernabilidad del PNV en el País Vasco y no ser superado por el Bloque Nacionalista en Galicia. Objetivamente, el socialismo no aspiraba a más objetivos porque eso le permitiría argumentar que no ha sufrido desgaste alguno por su gestión del coronavirus. Además, Sánchez verá reforzado el vínculo con el PNV en el Congreso de los Diputados, donde sigue siendo un partido esencial para que la legislatura no naufrague. Sánchez ha conseguido el logro -milagroso- de que Podemos, Ciudadanos y el PNV lo sostengan durante el periodo más complejo de nuestra democracia, con tres meses de estado de alarma. Ahora, los resultados en el País Vasco encauzan esa alianza, en la medida en que para el PSOE, Esquerra Republicana ha dejado de ser un partido fiable.
Sin embargo, el socialismo en Galicia tiene motivos para acometer una profunda autocrítica y una reestructuración a fondo porque es notorio que la motivación de su electorado se resiente más y más en cada proceso electoral. La pérdida del liderazgo de la oposición a manos del BNG -un partido que concurre, por ejemplo, a las elecciones europeas con Bildu y ERC, es un varapalo para Sánchez. Relativizar estos resultados o atribuirlos a la endeblez de su candidato no será creíble en todas las corrientes -por silentes que estén aún- del PSOE.
Castigo a la coalición de Moncloa
En términos generales, y más allá de que se trate de resultados autonómicos, una primera lectura en clave nacional demuestra un castigo innegable a la coalición de gobierno entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. El primero, por sufrir una debacle en Galicia y por recuperar una mínima cantidad de voto en el País Vasco. El segundo, porque demuestra que la fractura interna de Podemos durante los dos últimos años, la guerra civil en la extrema izquierda gallega, y las purgas emprendidas por Pablo Iglesias, han condenado a ese partido. El «éxito» de Sánchez e Iglesias ha consistido en premiar a los nacionalismos y no obtener rédito alguno.
La «revolución» extremista de Iglesias naufraga
Podemos y sus marcas pierden un fuelle social que Iglesias no logra rentabilizar con su pretendido «perfil social» en Moncloa. Su mensaje «revolucionario» y regenerador desde la extrema izquierda ha dejado de ser creíble. Empieza a asociársele con un partido burgués, asimilado a cualquier otra formación tradicional de la izquierda y, lo que es peor, la movilización, su principal patrimonio hasta ahora, ha dejado de surtir efecto. Lo ocurrido anoche es una pésima noticia para Iglesias, pero también para Sánchez, incapaz de recuperar para el PSOE ni un solo voto de Podemos en Galicia, y muy poco porcentaje del trasvase de voto que se ha producido en el País Vasco. Allí, el voto fugado de Podemos se instala mayoritariamente en Bildu y en la abstención.
Manuel Marín.
Adjunto al Director.
La peor noticia para Moncloa.
Las cesiones del PSOE al nacionalismo premian al PNV, Bildu y el BNG, y Sanchez no gana votos del drama de Podemos.
Manuel Marín.
MADRID Actualizado: 12/07/2020 23:17h.
La cuarta victoria por incontestable mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijóo no solo demuestra la fortaleza de su marca personal en Galicia y el afianzamiento del voto tradicional al centro-derecha frente a la dispersión de los partidos de izquierda y nacionalistas, que se presentaron fragmentados en una decena de alternativas; esa victoria reafirma también la tendencia de drástico retroceso iniciada en las elecciones municipales de mayo del año pasado por Podemos y las llamadas «mareas» populistas, y la rehabilitación de un voto nacionalista reunificado en el BNG, que anoche hundió al Partido Socialista. En el País Vasco, el escenario de gobernación tampoco cambiará. Pero necesariamente sí tendrá que hacerlo la estrategia del constitucionalismo, el verdadero damnificado de estos comicios con tintes dramáticos para el PP y Ciudadanos. Estas son las claves de los comicios de anoche.
Fracasa el constitucionalismo en el País Vasco
En el País Vasco, el nacionalismo se apuntó un triunfo global incontestable refrendado por los socialistas para dar un apoyo imprescindible al PNV. La noticia más alarmante es la relevante caída del «voto constitucionalista» que encarnaba la alianza entre el PP y Ciudadanos, toda vez que el PSE excluyó de su campaña cualquier defensa de la Carta Magna para adquirir el perfil más soberanista posible. La colaboración entre el PNV y el PSE -cada vez más alejado de una defensa nítida del constitucionalismo clásico- está asegurada.
¿Otra alianza Ciudadanos-PP en Cataluña?
Por eso, este fallido ensayo de laboratorio en el centro-derecha no nacionalista aboca al constitucionalismo a tener, por primera vez en décadas, una presencia residual en el Parlamento de Vitoria. La fragmentación de parte del antiguo voto del PP, la inquietante desmotivación en su electorado, y la pérdida de votantes a favor de Vox abocan a Casado, pero también a Inés Arrimadas, a una profunda revisión en sus estrategias, especialmente si tuviesen en mente recuperar un proyecto similar cuando Joaquim Torra convoque elecciones en Cataluña.
Refuerzo agridulce para la dirección del PP
El triunfo de Feijóo vuelve a representar el éxito de la moderación en el discurso político frente a la agresividad o la crispación. El electorado de la derecha gallega tiene un perfil muy definido en ese sentido y una lealtad de voto acreditada con los años. Al PP parece no afectarle sustancialmente el desgaste del poder. Es la única Comunidad donde Ciudadanos y Vox continúan sin representación parlamentaria, y eso es achacable a la personalísima gestión que hace el candidato del PP de todas sus campañas. Sin embargo, la mayoría absoluta de anoche también tranquiliza a Pablo Casado y a la dirección nacional del PP en la medida en que la pérdida de la mayoría absoluta por un solo escaño o un puñado de votos, unida al fracaso previsto en el País Vasco, habría reabierto disensiones internas en Génova y habría forzado a Casado reorientar su estrategia: respecto a Ciudadanos, respecto a Vox, pero sobre todo respecto al PSOE. De cualquier modo, el PP tiene una compleja tarea en el País Vasco. Un partido con vocación de gobernar España, pero con una presencia raquítica en esa autonomía o en Cataluña, tiene muy difícil vencer en unas elecciones generales.
Sánchez empieza a experimentar desgaste
La noche resultó ciertamente negativa para los socialistas. A Sánchez le bastaba con dos premisas: continuar condicionando la gobernabilidad del PNV en el País Vasco y no ser superado por el Bloque Nacionalista en Galicia. Objetivamente, el socialismo no aspiraba a más objetivos porque eso le permitiría argumentar que no ha sufrido desgaste alguno por su gestión del coronavirus. Además, Sánchez verá reforzado el vínculo con el PNV en el Congreso de los Diputados, donde sigue siendo un partido esencial para que la legislatura no naufrague. Sánchez ha conseguido el logro -milagroso- de que Podemos, Ciudadanos y el PNV lo sostengan durante el periodo más complejo de nuestra democracia, con tres meses de estado de alarma. Ahora, los resultados en el País Vasco encauzan esa alianza, en la medida en que para el PSOE, Esquerra Republicana ha dejado de ser un partido fiable.
Sin embargo, el socialismo en Galicia tiene motivos para acometer una profunda autocrítica y una reestructuración a fondo porque es notorio que la motivación de su electorado se resiente más y más en cada proceso electoral. La pérdida del liderazgo de la oposición a manos del BNG -un partido que concurre, por ejemplo, a las elecciones europeas con Bildu y ERC, es un varapalo para Sánchez. Relativizar estos resultados o atribuirlos a la endeblez de su candidato no será creíble en todas las corrientes -por silentes que estén aún- del PSOE.
Castigo a la coalición de Moncloa
En términos generales, y más allá de que se trate de resultados autonómicos, una primera lectura en clave nacional demuestra un castigo innegable a la coalición de gobierno entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. El primero, por sufrir una debacle en Galicia y por recuperar una mínima cantidad de voto en el País Vasco. El segundo, porque demuestra que la fractura interna de Podemos durante los dos últimos años, la guerra civil en la extrema izquierda gallega, y las purgas emprendidas por Pablo Iglesias, han condenado a ese partido. El «éxito» de Sánchez e Iglesias ha consistido en premiar a los nacionalismos y no obtener rédito alguno.
La «revolución» extremista de Iglesias naufraga
Podemos y sus marcas pierden un fuelle social que Iglesias no logra rentabilizar con su pretendido «perfil social» en Moncloa. Su mensaje «revolucionario» y regenerador desde la extrema izquierda ha dejado de ser creíble. Empieza a asociársele con un partido burgués, asimilado a cualquier otra formación tradicional de la izquierda y, lo que es peor, la movilización, su principal patrimonio hasta ahora, ha dejado de surtir efecto. Lo ocurrido anoche es una pésima noticia para Iglesias, pero también para Sánchez, incapaz de recuperar para el PSOE ni un solo voto de Podemos en Galicia, y muy poco porcentaje del trasvase de voto que se ha producido en el País Vasco. Allí, el voto fugado de Podemos se instala mayoritariamente en Bildu y en la abstención.
Manuel Marín.
Adjunto al Director.