EL DIA 2 DE MAYO DEL 1808 EN MADRID...

EL DIA 2 DE MAYO DEL 1808 EN MADRID

2º Parte

El único reducto en poder de los insurrectos era el parque de artillería de Monteleón, con apenas 300 hombres entre militares y paisanos, con tropa francesa apresada y con escasa de municiones, se mantenían en una lucha sin cuartel contra el enemigo.
Organizaron su resistencia apostando a los tiradores en las ventanas del parque a pesar de que muchos de los combatientes no sabían bien el manejo de las armas y las mujeres voluntarias que acudieron les suministraban la municiones y el agua, labor donde destacó Clara del Rey como una heroína de esta jornada.
La infantería francesa procedió al asalto del cuartel a través de las calles aledañas de San Pedro, San Bernardo y San José pero quedó paralizada ante la feroz resistencia de los defensores que trasladaron tres cañones y los ajustaron a la entrada del parque.
El comandante francés inicio un nuevo asalto y apareció un oficial español con un mensaje de la Junta de Gobierno dirigida a los defensores del parque.
La orden manifestaba a los defensores que depusieron sus armas y cesara la defensa.
En este momento se disparo uno los cañones de la entrada acabando con la vida de un número considerable de atacantes.
El comandante francés, coronel Montholon y parte de su columna se entregaron a Daoiz y Velarde.
Ante esta resistencia, Murat ordeno venir al 6º Regimiento de la brigada Lefranc, estacionada en El Pardo y los franceses iniciaron un nuevo asalto.
La resistencia del parque artillería estaba muy mermada y apenas quedaban unos pocos soldados del Regimiento de Voluntarios del Estado, que habían llegado con Velarde junto a unos paisanos y la resistencia estaba a punto de agotarse.
Murat ordenó un tercer asalto con un contingente de 2000 soldados imperiales que cayeron sobre los pocos defensores que quedaban y la resistencia se acabo mientras Velarde murió al pie del cañón y Daoiz atravesado por las bayonetas, fue trasladado a su domicilio en la calle de la Ternera, donde moriría posteriormente.
El teniente Jacinto Ruiz fue primeramente herido en un brazo y volvió a la lucha siendo nuevamente herido por una bala que le atravesó la espalda y sería trasladado fuera del cuartel a la calle San Bernardo para evitar ser hecho prisionero por las tropas de Murat.
La resistencia había llegado a su fin y el tiempo de venganzas se acercaba y una represión feroz se empezó a practicar en el mismo lugar caliente de la lucha.
Se detenía a todas las personas, ya fuesen hombres y mujeres que se sospechaba que habían intervenido en la lucha y muchos eran ajusticiados en el momento de su detención, despojándolo de sus pertenencias.
Para el escarmiento del resto de la población, los cadáveres de los ejecutados eran abandonados en la calle con la prohibición de recogerlos y darles sepultura de inmediato.
Pasadas unas horas se practicó otra segunda represión, más organizada con el objeto de difundir el terror entre los madrileños.
Murat hizo publicar un bando por el que se prohibía llevar cualquier objeto que pudiera constituir alguna amenaza contra sus tropas y ordenó detener a un gran número de personas, incluso muchos no habían tenido su protagonismo en la rebelión como campesinos, artesanos, costureras etc., que fueron detenidos por llevar alguna herramienta de su trabajo.
Sin celebrar juicio alguno se procedió a fusilar a los prisioneros a lo largo de la tarde y madrugada siguiente, siendo la cuesta de San Vicente, el Hospital del Buen Suceso, el paseo del Prado o los alrededores de la puerta de Segovia, los lugares de aquellas escenas de terror.
Goya, testigo ocular de aquella masacre nos lego su obra: “Los fusilamientos del 3 de mayo” donde plasma escenas de terror y venganza cruel de aquellos momentos.
En los mismos lugares se apilaban los cadáveres desnudos, en espera de recibir sepultura registrándose al menos 200 víctimas de esta represión.
Murat pensó que con esta venganza había logrado someter a Madrid y por extensión a toda España, pero no se podía imaginar que el levantamiento madrileño era el principio de una guerra que duraría seis años y que se acercaba una nueva estrategia de lucha contra el invasor “la guerrilla” que trajo en jaque al invasor francés durante el resto de su presencia en España.

Julio Reyes Rubio