Mi madre fue también una gran mujer. Cada una es un mundo y ella, desde bien pequeña, me enseñó a mi también a ser madre. No tendría yo más de dos años y no tenía muñeca aún pero yo misma me acunaba una piernecita que hacía de bebé para mí. Me lo contaba mi madre y no me lo podía creer que tan pequeña ya sintiera la necesidad de tener una muñeca. Pero ella no mentía nunca. Sólo si era necesario, y esa anécdota no se la hubiese inventado, ella no. Yo a lo mejor sí, pero ella no.
Murió en el 29 de julio del 2006 y nunca falto a la cita poética con ella. Le gustaba que le leyese cuentos mientras ella fregaba los cacharros por la noche. Que la acompañara en esos momentos porque ella tenía labores, y yo mis tareas; pero sabía que si algo me gustaba, se lo leería. Y no se equivocaba. Era una especie de comunión para las dos. Nuestro mundo coincidente pues durante el día me llevaba a mi hermano pequeño conmigo pero no nos veía el pelo a ninguno de los dos en mucho tiempo. No paraba de jugar y de "volar" a mi aire.
Más tarde, me decía que yo era su pañuelo de lágrimas, y sentí el día que me tuve que ir a mi propia casa. Pero escribiendo versos para ella mitigaba mi dolor inevitable por esa separación. Porque sabía que ella me necesitaba y me echaba de menos, aún teniendo otras hijas e hijos con ella.
Era capaz de no comprarse ni un vestido para que yo eligiese el que más me gustaba. Yo también me enfadaba con ella por eso. Y porque no se cuidaba lo suficiente, siempre alerta de nosotros y no de ella.
Hubo un día en que ya no había remedio y ella se tenía que ir inexorablemente, y lo supe. Cogí todos mis versos a ella dedicados, y otros, y se los llevé al hospital. Nunca se me olvidará su atención extrema hacia lo que yo le había dedicado que fue una sorpresa porque ella no sabía que yo la escribía en secreto. Su imagen no se me olvidará nunca. Leía con la sonrisa que siempre tuvo en los labios, en los momentos alegres, mientras tenía el suero colgando de su muñeca. Es algo impresionante de recordar y tan vivo como si fuese ayer y ella estuviese todavía viva. A veces se me olvida por momentos que ya no está disponible para mi.
Yo, a mi madre la llamé siempre Leo o Leonor. Fue mi bautizo particular. No podía soportar, ni por asomo, que ella hubiese tenido el nombre de una fiera, "Leona". Y me enfadaba con mi abuela pero arreglaba siempre que podía ese nombre suyo. Mi abuela me decía, "no es el nombre de un animal, es el nombre de un santo en femenino, San León pues Leona y se quedaba tan fresca; porque tu madre nació el día de San León, el 11 de abril. Pero no me convenció nunca que a una madre como la mía la pusieran tal nombre. " ¡Pero abuela!, ¿cómo hiceste eso?"
Poco antes de morir nació la princesa Leonor y decía ella que era preciosa. A la sazón yo había escrito un cuento inspirado en un personaje célebre (para mi) del pueblo en el que vivo. Y fue una inspiración también dedicarle ese cuento a la infanta Leonor y lo hice, y se lo entregué a sus padres, los Príncipes de Asturias, personalmente; en la inauguración del Edificio Promecal de Burgos. Yo sabía que ese gesto la iba a hacer muy feliz a mi madre, y le gustó muchísimo que hiciese algo así por ella. Se murió feliz por mi, pensando que lo mío era importante. ¡La pobre! Pero ella lo creía así y no quise decirle que lo que yo había escrito quizás no fuera interesante para los Príncipes de Asturias. De ilusión también se vive, pensé, y para qué la iba yo a desilusionar. Que ese cuento fuese importante para mi y para ella, era muy cierto; pero mas allá no lo pensé.
Si es cierto que recibí una carta de LA Casa Real, dándome las gracias por el detalle. Le enseñé la carta a mi madre y le dí una fotocopia de ella que sabía que iba a disfrutar de lo lindo. Y así fue.
Cada año suelo dedicarle un nuevo verso en su memoria. El de este año lo puse en internet. En su pueblo y el mío (por ella) Ablanque, en "suciudad. com". Este año le hablaba de las flores de las ciruelas y si llegarían a fructificar. La verdad es que si lo hicieron, y en agosto las recogeré por ella y por mí.
Un saludo a todas las madres, y a los hijos e hijas que las quieren tanto. Madre no hay mas que una, siempre se dijo y es una gran verdad.
CARMEN
Murió en el 29 de julio del 2006 y nunca falto a la cita poética con ella. Le gustaba que le leyese cuentos mientras ella fregaba los cacharros por la noche. Que la acompañara en esos momentos porque ella tenía labores, y yo mis tareas; pero sabía que si algo me gustaba, se lo leería. Y no se equivocaba. Era una especie de comunión para las dos. Nuestro mundo coincidente pues durante el día me llevaba a mi hermano pequeño conmigo pero no nos veía el pelo a ninguno de los dos en mucho tiempo. No paraba de jugar y de "volar" a mi aire.
Más tarde, me decía que yo era su pañuelo de lágrimas, y sentí el día que me tuve que ir a mi propia casa. Pero escribiendo versos para ella mitigaba mi dolor inevitable por esa separación. Porque sabía que ella me necesitaba y me echaba de menos, aún teniendo otras hijas e hijos con ella.
Era capaz de no comprarse ni un vestido para que yo eligiese el que más me gustaba. Yo también me enfadaba con ella por eso. Y porque no se cuidaba lo suficiente, siempre alerta de nosotros y no de ella.
Hubo un día en que ya no había remedio y ella se tenía que ir inexorablemente, y lo supe. Cogí todos mis versos a ella dedicados, y otros, y se los llevé al hospital. Nunca se me olvidará su atención extrema hacia lo que yo le había dedicado que fue una sorpresa porque ella no sabía que yo la escribía en secreto. Su imagen no se me olvidará nunca. Leía con la sonrisa que siempre tuvo en los labios, en los momentos alegres, mientras tenía el suero colgando de su muñeca. Es algo impresionante de recordar y tan vivo como si fuese ayer y ella estuviese todavía viva. A veces se me olvida por momentos que ya no está disponible para mi.
Yo, a mi madre la llamé siempre Leo o Leonor. Fue mi bautizo particular. No podía soportar, ni por asomo, que ella hubiese tenido el nombre de una fiera, "Leona". Y me enfadaba con mi abuela pero arreglaba siempre que podía ese nombre suyo. Mi abuela me decía, "no es el nombre de un animal, es el nombre de un santo en femenino, San León pues Leona y se quedaba tan fresca; porque tu madre nació el día de San León, el 11 de abril. Pero no me convenció nunca que a una madre como la mía la pusieran tal nombre. " ¡Pero abuela!, ¿cómo hiceste eso?"
Poco antes de morir nació la princesa Leonor y decía ella que era preciosa. A la sazón yo había escrito un cuento inspirado en un personaje célebre (para mi) del pueblo en el que vivo. Y fue una inspiración también dedicarle ese cuento a la infanta Leonor y lo hice, y se lo entregué a sus padres, los Príncipes de Asturias, personalmente; en la inauguración del Edificio Promecal de Burgos. Yo sabía que ese gesto la iba a hacer muy feliz a mi madre, y le gustó muchísimo que hiciese algo así por ella. Se murió feliz por mi, pensando que lo mío era importante. ¡La pobre! Pero ella lo creía así y no quise decirle que lo que yo había escrito quizás no fuera interesante para los Príncipes de Asturias. De ilusión también se vive, pensé, y para qué la iba yo a desilusionar. Que ese cuento fuese importante para mi y para ella, era muy cierto; pero mas allá no lo pensé.
Si es cierto que recibí una carta de LA Casa Real, dándome las gracias por el detalle. Le enseñé la carta a mi madre y le dí una fotocopia de ella que sabía que iba a disfrutar de lo lindo. Y así fue.
Cada año suelo dedicarle un nuevo verso en su memoria. El de este año lo puse en internet. En su pueblo y el mío (por ella) Ablanque, en "suciudad. com". Este año le hablaba de las flores de las ciruelas y si llegarían a fructificar. La verdad es que si lo hicieron, y en agosto las recogeré por ella y por mí.
Un saludo a todas las madres, y a los hijos e hijas que las quieren tanto. Madre no hay mas que una, siempre se dijo y es una gran verdad.
CARMEN