Guerra siempre fue un lenguaraz, al que le dieron palos asta en el cielo de la boca. En un acto divino de perdón, ahora la derecha le abre la puerta de los cielos. Toda su vida de pecador confeso, y mira por donde en el ocaso de su vida, se le abre la puerta de los cielos. Este no creo que se haya caído del caballo, porque a su edad hubiera quedado malparado.