Muy a su pesar, Celinda se fue a por el recado de Doña Ortiga, su madre, a por sal gorda. Celinda sabía que en realidad no era madre suya pero no podía hacer nada al respecto. Y si no obedecía la avergonzaría delante de sus amigos. Ellos también sabían lo duro que era para su amiga la convivencia. Y Celinda, a su vez, también sabía que en cuanto volviera le iban a contar de qué iba el cuento.
También pensó al marchar que quizás la esperarían y que la la abuela de Jacinto lo contaría mas tarde. ... (ver texto completo)
También pensó al marchar que quizás la esperarían y que la la abuela de Jacinto lo contaría mas tarde. ... (ver texto completo)
celinda, si bien sabia la verdad, que doña ortiga, no era su madre, y, que la pinchaba con sus espinas, se envolvio de su mundo lleno de colores, flores, brillantes, tan brillantes, como su mente, a tal punto que los chicos, y doña Ortiga, le preguntaron, ¿pero que te ocurre? estas demasado brillosa. Celinda, les responde brillosa o brillante? ¿acaso dudan de mi inteligencia?