¿Hay que prohibir ver a las princesas Disney?
LA PARABÓLICA
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Keira Knightley ha revelado que a su hija no la deja ver dos películas Disney
¿Tan malo es el mensaje que transmiten determinados clásicos?
"La Cenicienta está prohibida porque se pasa todo el tiempo esperando a que llegue un tío rico a rescatarla. ¡No lo hagas, rescátate a ti misma!". La afirmación (más bien prohibición) proviene de Keira Knightley, actriz, chica Disney y feminista declarada. En una entrevista en el programa de Ellen DeGeneres Knightley no dudó, pese a ser estrella Disney por Piratas del Caribe, en confesar que en su casa ni La Cenicienta ni La Sirenita se ven. Están prohibidas. Knightley es una de las caras conocidas más activas con el femenismo. Siempre que puede visibiliza y abandera la lucha de las mujeres. Esta vez le ha tocado a Disney y a algunos de sus clásicos. No es la primera vez que se escuchan voces contra determinadas películas de princesas. De hecho, otra de las chicas Disney, Kristen Bell (voz de Anna en la versión británica de Frozen), también ha alzado la voz contra otro clásico de la factoría, Blancanieves.
La imagen de princesas que esperan a su príncipe, que sólo son rescatadas cuando llega el príncipe, que son salvadas por un beso mientras duermen, que se pasan media película limpiando, o mirándose en un espejo o peinando sus largos cabellos ha sido duramente criticada por el colectivo feminista. Knightley no deja a su hija de 3 años y medio que vea Cenicienta porque se pasa todo el tiempo esperando a que un hombre venga a rescatarla; tampoco le deja ver La Sirenita, aunque le duele porque, aunque "es una gran película", entrega su voz por un hombre... "Que sí, que las canciones son fantásticas, pero lo de renunciar a tu voz para conquistar a un hombre... ¿Hola?". Y como ella Bell, la cual ha explicado que cuando les lee el cuento de Blancanieves a sus hijas siempre les pregunta si ven normal que un príncipe bese a una mujer dormida sin haberle pedido permiso. Dos motivos, una causa en común y una manera diferente de tratarlo. Y razón no les falta. Esa imagen de princesa dependiente, dócil y obediente es la que reinaba en el mundo de fantasía de Disney, pero ya no. Mientras Knightley prohíbe ambas películas en su casa, Bell no prohíbe el cuento de Blancanieves, pero sí hace que sus hijas se cuestionen determinadas cosas que hace unos años ni siquiera se planteaban. Ambas son lícitas y para eso son sus hijos y los educan como quieren, consideran y bajo los principios que creen, ¿pero es necesario prohibir? ¿Es lo mejor? ¿Tan malo es el mensaje que transmiten determinados clásicos? Disney hace tiempo que se dio cuenta de que la sociedad estaba evolucionando y que las princesas que antes enamoraban a hijos y padres con su dulzura, amabilidad, sumisión, etc. ahora ya no tienen cabida. Así que empezó a crear nuevas princesas. Princesas valientes, fuertes, que se sacan ellas mismas las castañas del fuego, que luchan sin tener un hombre al lado, que de mirarse en el espejo y peinarse, poco. Ahí está Mérida (Brave), la que llaman la primera princesa Disney feminista; ahí está Moana (Vaiana), la princesa que se enfrentó a una Diosa cara a cara; ahí está Tiana, la princesa trabajadora, luchadora y fuerte que se mide a un príncipe vago y juerguista; ahí está Esmeralda, auténtico icono feminista que lucha contra la discriminación de la mujer y de la raza; ahí está Mulán, una princesa líder en un mundo de hombres. Ya no hay princesas que se dediquen a limpiar, ni princesas que esperan un príncipe azul, ni princesas a las que las rescatan con un beso robado. Sin embargo, ¿hay que prohibir ver a esas antiguas princesas o explicar a los niños lo que no encaja en ellas? Tengo una hija y mi opción es la segunda. Ha visto Cenicienta, como yo la vi en su momento; ha visto Blancanieves; ha visto La Sirenita; ha visto La Bella y la Bestia; ha visto Rapunzel... Y siempre las veo con ella, y siempre, al igual que Bell, intento, dentro de su edad y su comprensión, explicarle o que ella me explique qué ve raro en esas princesas. Dejo que se disfrace de princesa, dejo que juegue a ser princesa, dejo que se peine como una princesa, pero dejándole claro que eso no es una princesa de verdad, sino que las de verdad son las que no dejan que las besen sin permiso, las que intentan hacer las cosas por sí mismas, las que se defienden, las que se levantan, las que comparten con el príncipe, las que razonan, las que expresan sus ideas, sus sentimientos, las que creen en ellas mismas, las que se quieren... ¿Estamos seguros de que Cenicienta y Ariel no creían en ellas, no se querían? No me gusta Blancanieves, nunca me gustó, pero sí me gustaba Aurora, Cenicienta y Ariel, y veía sus películas en bucle, y no crecí pensando que si quería ser princesa tenía que limpiar y sufrir, ni crecí pensando que un hombre me podía besar porque sí, ni crecí creyendo que para conseguir mi príncipe tenía que entregarle hasta mi voz. Para eso, para educarme, estaban mi madre, mi padre y mi propia personalidad. El error, igual, es pensar que las princesas de Disney pueden educar. Podrán servir durante unos años de modelo para algunas niñas (como lo puede ser Barbie), pero educar le corresponde a los padres. Fuimos muchas niñas las que nos criamos con la imagen de Cenicienta, de Blancanieves y de Aurora, y, por muy sometidas o ridículas que puedan parecer ahora, tampoco hicieron tanto daño. De hecho, son muchas de esas niñas que crecieron con ellas (como Knightley o Bell) las que ahora abanderan la lucha feminista. Sí, las películas de Disney son como los influencers de los niños; sí, lo que enseñan se queda grabado, pero ahí tienen que estar los padres para mostrarles y que ellos vean lo que encaja y lo que no, lo que es correcto y lo que no, lo que chirría y lo que no. Sí, las princesas Disney son modelos, pero no habrá mayor modelo para un niño que su padre y que su madre. Prohibir nunca es bueno y más cuando personajes como las princesas clásicas de Disney forman parte de la cultura general por muchos años que pasen. ¿Qué pasaría si una niña a la que le han prohibido ver La Cenicienta entra en una tienda y ve figuras de Cenicienta, muñecas de Cenicienta, vasos de Cenicienta? ¿Le dirías que no es nadie si te pregunta que quién es esa princesa? ¿Lo ignorarías? Ellas están ahí, estarán siempre, pero no hay que condenarlas al exilio, hay que convertirlas en un mecanismo para explicar lo que en la actualidad y por suerte ya no se ve como normal. Es cierto que en la infancia los niños son folios en blanco que absorben todo, lo bueno y lo malo; que para ellos una princesa puede ser lo más y que hay que ser muy cuidadoso con los valores que transmiten esas princesas. Totalmente de acuerdo. Pero no hace falta prohibir, hace falta educar, estar con ellos cuando las ven, jugar con ellos, ser ejemplo y modelo... Y entonces las princesas seguirán siendo princesas, los niños seguirán siendo niños, y los padres seguirán siendo padres...
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