Querer apoyar la inexistencia de una vida futura en esa interpretación es retorcer la realidad. Precisamente, por el instinto de conservación podemos deducir más fácilmente que habrá una vida después de la presente. De lo contrario sería el único instinto que en sí mismo es absurdo porque la única esperanza que nos cabría con la muerte sería la aniquilación, la desaparición, la desintegración (como quieras). Te diría más, es el instinto básico que exige la pervivencia. Las personas nos resistimos a morir, y sólo sobreviviendo a la muerte cumplimos esa aspiración. El segundo y definitivo instinto de supervivencia, superior al de conservación, es el del amor. (El amor, no el sexo, es parte importante del amor durante la vida temporal para la reproducción de la especie). El amor es eterno en su aspiración y deseo. Los animales irracionales no aman, se aparean, pero no comparten proyecto de vida, entrega mutua, aspiraciones de realización compartida.
Y todo esto no sólo lo ha descubierto la fe, sino la filosofía desde que el hombre piensa. La filosofía es la que intenta dar respuestas a las preguntas que están muy por encima de la ciencia, como es el destino humano, y el significado de las tendencias hacia la verdad, el bien, la justicia, el amor, etc. Quienes sólo admiten lo que está en el campo del microscopio y de los laboratorios, no tienen más remedio que cerrarse las puertas a todo el mundo trascendente y afirmar (sin posibilidad de probarlo), como el sordo que niega la existencia del sonido o el ciego que niega la existencia de lo que los videntes llaman luz, que el más allá es tontería. ¿Así lo dicen tus microscopios?
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