“ ¡Qué bello día!
No correrá más sangre en esa arena embrutecida. Nadie jaleará más la agonía de un ser vivo, mientras aplaude su gusto por la muerte. Ningún otro ser, ridículamente vestido para matar, le cortará el rabo y las orejas, viendo que exhala el último suspiro. Quizás aún tardará en morir, pero ya habrá sufrido los tormentos de la maldad pura, la que tortura y mata por puro gusto. En la plaza nadie más disfrutará con ese horror y quizás esa ausencia lo convertirá en mejor persona. No habrá carteles barrocos anunciando la maldad. Y en la ciudad que acoge ese vestigio de barbarie, nadie más hará los honores al deshonor de una fiesta brutal. El día se vestirá de gala, la ciudad será más bella y el territorio que ha hecho posible que e acabara con una gratuita orgía de sangre será más digno. Por supuesto faltará mucho hasta que, en estas cuestiones, podamos mirarnos al espejo. Faltará acabar con la miseria que embrutece a fuego y a soga algún sur del sur del territorio y en los rincones de la conciencia, otras torturas y otras muertes de seres indefensos nos recordarán la brutalidad del ser humano. Pero, aún así, a sabiendas de que la tortura con barretina forma parte del lado oscuro de la identidad catalana, hoy es un día para sentirse feliz. Por supuesto, los amantes del toreo convertirán la jornada en el paradigma de la hipocresía, se vestirán de víctimas, harán alardes de amor a Catalunya, venderán épica de la resistencia, sacarán a pasear a sus adalides más primorosos y hasta usarán algunos artistas para intentar camuflar e instinto primario violento con algún atisbo de intelectualidad. Como si el arte no pudiera ser brutal, como si nunca hubiera glorificado la maldad. Cien años después de haber empezado a torturar animales nobles con el único fin de enriquecer algunos bolsillos gracias a los instintos embrutecidos de algunos ciudadanos, la Monumental dejará de ser un templo de la tortura. Y aunque el griterío será ensordecedor, y abultarán la minúscula afición y perpetrarán la corrida de la historia, todo esto será mañana también historia. Historia triste, mala, aquella para olvidar en los capítulos perdidos de la historia. O quizás una para recordar el tiempo en que permitimos que la barbarie fuera legal.
Negra historia.
¡Qué bello día el domingo! El último toro torturado en esa plaza de sangre lanzará su último grito de dolor mientras la masa aplaude enfebrecida.
Habrá muerto sin más, para dar placer al sadismo. Pero será el último.
Y quizás su sacrificio nos recordará que el ser humano no es aquel que se embrutece violentando, torturando y matando, sino aquel que compadece, ama y siente. Lo dijo Mahatma Gandhi: “Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales”. A partir de hoy el juicio será para Catalunya, algo más benevolente.”
Pilar Rahola.
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