Lo peor de todo es que algunos se sienten y creen imprescindibles. Piensan que están en posesión de la verdad absoluta, que sin ellos naufragaríamos irremisiblemente. Da igual ocho que ochenta. Con tal de ser imprescindible, de ser necesario, de "salvarnos", son capaces de transmutarse y cambiar de ideas como de la noche a la mañana. Nadie dimite. ¡Qué iba a ser de nosotros sin ellos! Los políticos están en una posición privilegiada y deberían estar al tanto de ciertos movimientos del capital. Ahora ... (ver texto completo)