Aunque me ves tan bonita
llevo por dentro el dolor
de la historia que te cuento
escúchala, por favor:
Defendí mi casa contra el viento y tempestades
apuntalé los techos, ventanas y paredes,
sembré flores en los alrededores
y estallaron los colores y las risas
de mis niños que crecían juguetones.
Pasaron sin rozarnos las tormentas
fuimos Dios, fuimos dueños del mundo
y de la luna, fuimos estrellas con luz.
Celosos de mi casa y mi fortuna
dos estrellas, dos luceros rezagados
firmaron alianza negra y tuna,
y llegó el frío, aire helado
que congeló la sonrisa de mis labios
y el júbilo en los juegos de mis niños.
Yo corrí, corrí aterrada hacia tus brazos,
implorando de los tuyos ese abrazo
esperando calor.
Y no fue así, que me encontré con un extraño
de fría sonrisa y gesto distante, raro
de brazos caídos, ajeno a mi dolor.
Cogí a mis niños y salí, sin mirar atrás
sin equipaje, desnuda de venganza,
vestida de esperanza.
Asidos de la mano caminamos los tres,
lucia el sol y un beso de mis hijos
frenaron las lágrimas. Cantamos.
El sol, seguía luciendo.
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