Francisco y el fin del mundo
Aunque pueda parecerlo por mi afición a las cosas extraordinarias o sin sentido, no soy ningún meapilas. Tampoco un detractor de la Iglesia, ni de sus liturgias y manías. Me mantengo plácidamente recostado en un término medio rayano en el estupor, la mar de gratificante. Al lector le dará exactamente igual lo que yo sea o deje de ser, pero la precisión es importante en este caso porque, llegado el momento de defender a un Papa, la ecuanimidad es el discurso. Hablo del linchamiento dispensado a Francisco desde esa meca de los juicios rápidos que son las redes sociales, donde se le ha acusado de connivencia con la dictadura militar de Argentina y de abandonar a su suerte a dos correligionarios suyos. “Bergoglio, asesino cómplice de la dictadura, es el nuevo Papa”, “Pasamos de un Papa nazi a uno que colaboró con la dictadura argentina, Dios los cría y ellos se juntan” y hasta esto que pretende ser un diálogo humorístico, y dice “-El nuevo Papa es un argentino fascista, homófobo, genocida y un robaniños. - ¿En serio es argentino?” son, sin citar a sus autores (una gentileza que ellos nunca comprenderían), apenas tres tuits; tres simples cantos de entre las toneladas de pedruscos que son arrojados sin piedad en este tipo de lapidaciones electrónicas. Por supuesto, poco o nada ha cambiado el que Adolfo Pérez Esquivel, activista de los derechos humanos y Premio Nobel de la Paz, haya salido en defensa de la víctima, diciendo que su paisano tal vez no fue ningún héroe frente a los militares, pero desde luego no fue su cómplice. Como quien oye llover. Nadie ha pedido perdón. Nadie se ha retractado. Más al contrario: quienes han corrido a actuar de forma tan miserable, han escurrido luego el bulto diciendo cosas como que sí, que bueno, que no colaboraría con los golpistas, pero que es un homófobo, o un misógino, o cualquier otra esdrújula. Lo de siempre. Lo que decía Churchill, calcado: “Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión ni quiere cambiar de tema.” Y ahí siguen.
Esto sucede cada día en las redes sociales, cuando no es con un cura, con un sindicalista, una concejala o la madre de Espinete. Comprobar que en estos linchamientos participan también personas y colectivos que, por su condición o situación personal, han estado sufriendo en sus propias carnes hasta hace un cuarto de hora el dolor de los prejuicios, de la desinformación, de la intolerancia, del oprobio, de la demonización, de la intransigencia, del odio y de la asquerosa violencia cobarde y brutal de la masa infecta, es algo que produce arcadas. Vamos hacia una modalidad de fascismo especialmente inquietante, porque se ha acostumbrado a los antibióticos del humanismo, la cultura y la democracia, y ya no nos quedan más armas con las que combatirlo. Si a estas alturas la sociedad no ha aprendido que esto es un crimen, definitivamente estamos perdidos como especie. Será un final doloroso. Pero al menos será rápido.
(Cesar R.)
Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese.
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