¡Oh, Soledad! Si contigo debo vivir,
que no sea en el desordenado sufrir
de turbias y sombrías moradas,
subamos juntos la escalera empinada;
observatorio de la naturaleza,
contemplando del valle su delicadeza,
sus floridas laderas,
su río cristalino corriendo;
permitid que vigile, soñoliento,
bajo el tejado de verdes ramas,
donde los ciervos pasan como ráfagas,
agitando a las abejas en sus campanas.
pero, aunque con placer imagino
estas dulces escenas contigo,
el suave conversar de una mente,
cuyas palabras son imágenes inocentes,
es el placer de mi alma; y sin duda debe ser
el mayor gozo de la humanidad,
soñar que tu raza pueda sufrir
por dos espíritus que juntos deciden huir
... (ver texto completo)