Mensajes enviados por Colchonero:

Que mala suerte la mía!
las mujeres pa solo un rato
y los amigos un día
! si es que soy un pelagato!

! Mardita quemaura!,
que la tenía orvidá
cuando se presentó un día
y tuvo que confrontá.
... (ver texto completo)
Tercer y último acto.

Estamos en una mañana calurosa del mes de Junio, el pueblo de las Canteras en fiesta, hoy es un día grande, un día de procesión, y de alguna manera durante mucho tiempo un día de competición, en un día como hoy, hay un pique entre campanas, por un lado la sonora campana de la iglesia mayor, y por otro lado la golondrina la campana del asilo de las monjas de la caridad.
Desde hace unos años, los bautizaos en la iglesia mayor, parece mayoría, quizás sea también, porque aquellos ... (ver texto completo)
Que no se diga Malvaloca
que Salvador no lo intentó,
pero el verte así, en mi provoca
mucha alegría y admiración
Leonardo ya esa convencío
de que sois el uno pal otro
que seais muy felices
y que os quiten lo bailao.
Lo demás está en tus manos
y aunque muchos te murmuren,
tú, fíjate en los que te quieren
que ya se oye por todo el pueblo
ese cantar que tú sabes....
Meresía esta serrana
que la fundieran de nuevo
como funden las campanas... ... (ver texto completo)
Amigo Leonardo, tu verás,
si de verdad la quieres tanto
te has de armá de való
y decirle sin tapujos
lo que siente tu corazón,
y cuando se quiere de veras
que importa lo que digan?
si en otro tiempo fue,
lo que vale es el presente
para que descanse tu mente ... (ver texto completo)
Salvador.
¡Bahl Sabía yo que había de sucederle,
mi socio es un hombre bien plantao
pero demasiado tierno, sin curtí,
y ya no tié remediio, que la flecha
se ha clavao en mitad del corazón,
y tó lo que me cuentan, me hace daño a mí,
que aunque lo lleve muy callao,
la sigo queriendo, pero sin perdé el sentío,
que mujeres en la Cantera hay una jartá ... (ver texto completo)
Teresona
Que Dios le conserve a usté
los días que haga farta
más yo le veo muy bien
como si de esta casa
nunca hubiera fartao,
pero en en su ausencia...
! vaya! si han ocurrío cosas.
Ha visto usté al señorito?
está el pobre hecho un lío
se le arrejuntan en la cabeza
el trabajo con los quereles
y está loquito perdío.
Pa mí, que esta muchacha
lo tiene envenenao, no duerme,
y hasta el caracte ha cambiao,
sabe usté? a mi no me gusta hablá
y menos en plan de criticá,
pero tié guasa la cosa,
que habiendo por aquí tantas mozas
se tenga que fijá en ella
la mujé con mas marcas
que las barajas marcá.
Es la comiura de tó el pueblo
dicen que lo ven entrá en su casa
antes de sali el só, casi de madrugá,
y tó los favores s pagan
y si no, mire usté a tío Jenaro
! valiente patán! y encima bien mirao,
uff, Salvador, si yo le contara ... (ver texto completo)
Salvador
Bonito día del mes de mayo
pa empesá la actividad,
la niña de bronce está de fieta
porque hoy mismo se funde
la campana mas vistosa
la mas sonora y hermosa
de entre todos los lugares.
pero echo a fartá a mi socio
que me dicen que madruga
pero anda distraído, alelao,
hasta me dicen que habla solo
y esto ya es de cuidao.

! que me lleven los demonios!
que hace este perla aquí?
pero si es el tio Jeromo
que se peleo con er trabajo
el mismo día que nació,
yo a este no lo quiero ni vé
que se aserque al metal fundío
que es capaz de guardarse en un bolsillo
hasta el caló, pa revenderlo en la Cantera,
no tardaré ni un minuto
sin sabé quien lo ha metío
aunque ya me esta goliendo...
! ya se por que ha sío.
Buenos días Teresona
Ha visto usté a mi socio? ... (ver texto completo)
Han pasado mas de treinta días, Salvador parece curado y regresa a la fundición, allí se desarrolla todo el segundo acto, entre la fundición y la casa de Leonardo, que forman todo una unida a un pequeño corralillo, intervienen en este acto Salvador, el tio jeromo, La Teresona, Lobito, la Juanela, la hermana pieded y la asilada Mariquita....
Por si acaso aparece,
que sepa el buen amigo
que tenemos trabajo,
que hemos hecho un compromiso
con la hermana Piedad,
yo fundiré de nuevo la campana,
pero él.... la de llevar.
Y así, entre pitos y flautas
se da por final a esta historia
en su su acto inaugural.
! vaya!! vaya!! vaya!
me estaba preguntando
ande andará Leonardo?
se habrá dormido en la playa?
o acaso cuenta triste las olas
que una tras otra rompen
llorando suaves, en la arena.
Salvador (pensando)

El papel que un día fimé
decía con claridad
socio en todas las partes
pero nada dice de sociedad
si se trata de mujeres,
así que... si mi socio la quiere
tendrá que luchar por ella
más yo le he de pregonar ... (ver texto completo)
Salvador

Malvaloca preguntaba a sor Piedad el sitio mas adecuado para ofrecer unos detalles en plan de caridad, sor Piedad, mas veloz que un rayo casi la arrastra, llevándola en volandas hasta el ladito de San Antonio.
Mientras, salvador se hacia el loco ante el aluvión de preguntas que su socio le lanzó.
Es su historia amigo mío
un culebrón muy largo
puedes imaginártela tú,
ni se párese á ni una
y se párese á otras muchas,
es de cara bonita ... (ver texto completo)
Salvador.

Parece que las alturas
me nublaron la visión
y en este jardín o güerta
estoy viendo alucinado
a la Rosa mas bonita
que sá criao en la tierra.

Dios te lo pague, mujé,
que tu visita es un regalo
que no sabré agradecer,
ya ves, malvaloca,
casi tó el cuerpo quemao
de la cabeza a los pies
solo la boca me ha quedao
pa decirte mas que guapa
y que siempre me has gustao
y aquello de aquel plante
fue cosas de los celos
que alguien a mi me contaba
que me engañabas con otro
! tonto de mi! por irme a por tabaco
y olvidarme de volver.

Las vueltas que da el mundo,
mira, donde te vuelvo a ver
en este asilo de viejos
pero me gusta mujé
el haberte aquí encontrao,
yo estaba en la torre
pensando en cosas mías
y me dieron el aviso
de que mi amigo venía,
he de reconocer que tiene
mucha valía, gracia y simpatía,
pero tu carita de ángel
no se ve tó los días. ... (ver texto completo)
Barrabás.
¿Creo está usté reparando
er bote de San Antonio?
no sabe y está pensando
¿lo puso el santo o demonio?

Pos yo se lo vi á explica
sin que ná a mí lo pregunte.
como esta casa es bendita
y se sostiene del que "unte" ... (ver texto completo)
Salvador

En la altura de la torre,

veo horizonte florido,

allá al fondo Las Canteras

donde trabajan el fundido.

A este vetusto convento

casi le debo la vida

aquella bola de fuego

sobre mí, cayó encendida.

Estoy roto como tú,

le digo a la "golondrina"

tú, con esa voz chiquina

yo sin la otra piel, ozú.

Si un día yo aquí sanara

hablaría con mi socio

que esa grieta te quitara

y toques llena de gozo.

! Mira Martín!, tu maestro

también le afectó la vida

y anda ciego en estos lares

sin moverse del convento

Alguien grita mi nombre

Visita para el señor

le dice la H. Piedad,

una hermosa moza y un gentil caballero. ... (ver texto completo)
Martín.
Si pudiera ver la jeta...
La Golondrina bien sabe
es una campana rota
no suena como sonaba
tiene el corazón herío;
pero yo la vorteaba
y la Golondrina sonaba
como nunca han sonao
campana en er mundo
desde que hay cruses
en los campanarios.
Ni la Sonora de la Iglesia
ha tenío mejores voses
¡Compara á la Sonora
con la Golondri na der Carmen!
Es mesté sé un poco tapia.

Mientras los dos viejetes seguían con su discusión, alguien entraba por los jardines, llegando hasta los arcos del claustro, donde pregunto por un amigo. ... (ver texto completo)
Con su burla picaresca, Barrabás se encamina hacia Martín nada mas verle aparecer apoyado en un palo, el que le hacía de guía. Martín era ciego desde hacía unos años, y ahora un asilado mas en el convento, aunque en ese convento se pasó su vida, entre campanario y campana desde que era un zagalillo.

Barrabás

¡Se dise güenos días!
de Barrabás a Martín,
nada mas apareció
bajo el arco de la cruz.
Intentaba escabullirse?
pués cosa le va a desí,
ya no ve, pero güele
y sabe que estaba aquí.
Una güertita no?
pos yo cavando, ya ve,
ganando el pan cada día
que a "otros van regalando.
Si ya no sube a la torre,
ni tampoco es campanero
solo es un pobre inútil
como el toro sobrero.
Por cierto... que me va decí
de ese triste repicar
"de su vieja golondrina"?
!"Vaya" campana compadre! ... (ver texto completo)
El drama en su primer acto se desenlaza en un viejo convento, ahora hecho asilo donde unas cuantas monjas, dedican su labor a cuidar de seis ancianos a los que cuidan y dan de comer, gracias a la limosna del exterior.
Desde los altos arcos de su claustro, se aprecian los jardines en flor, y una huerta que con el trabajo de Barrabás, lo mismo da frutos la higuera que el peral.
Destaca en ese claustro la imagen pequeñita de un San Antonio, artífice de mil milagros.
Las hermanas consuelo y Dolores

Hasta ... (ver texto completo)
La obra de Malvaloca, no es una de las mejores que se puedan representar, pero leyendo un poco dicha obra, y siguiendo un poco el orden del argumento, podemos pasar unos ratos divertidos que es de lo que se trata.

Estos son los papeles de la obra: REPARTO PARA QUE CADA CUAL VAYA ELIGIENDO EL QUE QUIERA.
SI ALGUIEN NO TIENE LA OBRA COMPLETA, YO SE LA PUEDO MANDAR, ASÍ, UNA VEZ LEIDA, PARA NO COPIAR Y PEGAR, A ESE TEXTO LEIDO LE PONDREMOS UN POCO DE IMAGINACIÓN Y VAYA USTED A SABER LO QUE PODEMOS HACER.
SALUDOS Y A ESTUDIAR.

PERSONAJES ACTORES

MALVALOCA..................... .................. Retama

JUANELA....................... ..................

MARIQUITA..................... ................

HERMANA PIEDAD........................ ..........

TERESONA

ALFONSA

DOÑA ENRIQUETA

DIONISIA

HERMANA CONSUELO...................... ........ Colchonero

HERMANA DOLORES....................... .................. Colchonero

HERMANA CARMEN

LEONARDO

SALVADOR...................... ....................... Salvador exnovio

MARTÍN EL CIEGO......................... ............ Colchonero

BARRABÁS colchonero

Ef. TÍO JEROMO

LOBITO Fernando

UN OPERARIO ... (ver texto completo)
primer acto, continuación
Leonardo. Pues anda con Dios, que yo me marcho.

Vuelve MALVALOCA por la izquierda del corredor, á tiempo que •
Salvador va á irse dentro sin acordarse de ella.

Malvaloca. ¿Te vas?

Salvador. Ah, Marvaloca. Sí; voy arriba, que ha ye-
gao er médico. ¿Me aguardas?

Walvaloca. No: vorveré á la tarde.

Salvador. Mejor es. Pos hasta luego, entonses.

Malvaloca. Hasta luego.

Salvador. Que te espero, ¿eh? que me he alegrao
mucho de esta visita.

Malvaloca. Y yo de verte ya fuera de pehgro. Adiós.-

Salvador. Adiós. Éntrase por la puerta de la Cruz.

Por la izquierda también aparece la HERMANA DOLORES, un
poco turbada, y habla aparte con la hermana Piedad, mostrándole
una joj'a. Entretanto, Leonardo y Malvaloca se despiden.

Malvaloca. Bueno, he tenido mucho gusto en cono-
eerlo á usté.

Leonardo. ¿Más que yo en conocerla á usted?

Malvaloca. Vaya que sea lo mismo.

Leonardo. No puede serlo. Fíjese usted en la dife-
rencia que va de usted á mí.

Malvaloca. ¡Carambo! Se le va á usté pegando el
aire de los andaluses.

Leonardo. Es difícil.

Malvaloca. Difisi no hay cosa ninguna. Ya nos ve
remos. Porque usté supongo que vorverá por aquí á vi-
sita á su amigo.

Leonardo. ¿Cómo no?

Malvaloca. Pos ya nos veremos.

Leonardo. Nos veremos, sí.

H. Piedad. Acercándose á Malvaloca. Hermana.

Malvaloca. Mande usté.

H. Piedad. ¿Es usted por ventura... — sí; usted es —
es usted la que ha puesto esta joya en el altarcito de la
Virgen?

— 37 —
Malvaloca. Sí; yo. Para los pobres.

La hermana Dolores se va á contarle el hecho á la hermana Car-
-! ien. Leonardo sigue el incidente con interés y emoción.

H. Piedad. ¿Pa los pobres?

Malvaloca. Si.

H. Piedad. Anonadada. Pero, hermana, una limosna
en esta forma... y de este precio...

Malvaloca. ¿Es quisas que porque viene de mis ma-
nos...?

H. Piedad. ¡No!... Yo, hermana, no la conozco á us-
ted... De usted no sé más sino que ha llegado aquí con
el interés de ver á un enfermo; que ha entrado á rezar-
le á la Virgen, y que ha dejado en su altar esta joya
para los pobres. ¿Por qué había yo de rechazar lo que
de sus manos viniera? Y que la limosna, hermana mía,
venga de donde venga, lleva consigo un resplandor que
oculta la mano que la da.

Malvaloca. En súbito arranque al oiría, y con esa íntima na-
^. uralidad y graciosa sencillez con que lo hace ella todo. PoS si no

se ve la mano que la da, tome usté también esto. Se qui.

ta una cadena de oro que trae al cuello y se la entrega.

H. Piedad. ¡Hermana!

Malvaloca. Pa los pobres.

H. Piedad. Pero...

Malvaloca. ¡Si ya sólo así puedo sé buena! Pa los

pobres. Mira las caras de los dos y sonríe. Vaya, hasta luegO.
Sale presurosa al jardín.

H. Piedad. ¿Qué mujer es esta?
Leonardo. Yo también la he conocido hace un rato,
hermana. Hasta la tarde.

H. Piedad. Vaya usted con Dios.
Leonardo. Adiós, hermana,

Malvaloca que, como al llegar, se ha detenido en medio del jar-
dín, orientándose como una paloma, se va al cabo resueltamente por
la izquierda del fondo. Leonardo la sigue, disimulando que la sigue;
acaso prendida ya su alma fuerte en los finos flecos del mantón de

— 38 —

la pecadol^. La hermana Piedad, conmovida, contemplando las jo
yas, con lágrimas en los hermosos ojos, recuerda las palabras de
Malvaloca.

H. Piedad. ¡Ya sólo así puede ser buena!

En el íondo, la hermana Dolores comenta lo sucedido con la
hermana Carmen, quien, merced á lo extraordinario del caso, sus-
pende un huen rato su labor constante y tranquila.

FIN DEL ACTO PRIMERO ... (ver texto completo)
primer acto, continuación

— 30 —

Leonardo. Pues ella te conserva una gratitud,..

Salvador. ¡Como que me porté muy bien con eya!

Leonardo. ¿Sí?

Salvador. ¡Sí! La yevé á armorsá á una venta en
Córdoba, le dije que me esperara un segundo, que iba
por tabaco, y vorví á los dos años á vé si estaba ayí
toavía.

Leonardo. ¿Eso hiciste?

Salvador. Por vé si era de ley.

Leonardo. ¡Bah! Tú no hiciste eso.

Salvador. Sí lo hice, sí. No tenía otra salida, caua un

instante, mientras pasa la HERMANA DOLORES por el corredor, de

derecha á izquierda. Malvaloca es mujé que se mete mucho
en er corasón; nos íbamos tomando cariño; me había
yorao ya dos ó tres veses... Y eso de que me jove un-i
mujé no es pa mi genio. Hasen las lágrimas una cade-
nita, que sujeta más que toas las que podamos forja
nosotros en la fundisión.

Leonardo. No entiendo que la dejaras si la querías.
Y todavía entiendo menos que esa mujer te mire á la
cara.

Salvador. Te diré: corrió er tiempo, á los dos nos
pasaron cosas... y cuando se le murió la chiquiya, á su
lao estuve yo primero que nadie.

Leonardo. Ah, ¿se le murió una chiquilla?

Salvador. Bonita como un sueño. Cuatro años te-
nía. Esa ha sío la mayó desgrasia de Marvaloca. La
chiquiya era como un refugio pa toas sus penas.

Leonardo. ¡Qué lástima!

Salvador. Porque tiene muchas. Y es buena como
pocas nmjeres he visto.

Leonardo. Así me ha parecido á mí. Tiene mirar de
buena. Detrás de aquellos ojos, la primera luz que se
advierte es de bondad.

Salvador. ¿Sabes que...?

Leonardo. ¿Qué?

— 31 —

Salvador. No; na... Malos pensamientos que tiene
uno.

Leonardo. Pues ¿de qué te ríes?

Salvador. De ti probablemente.

Leonardo. ¿De mí? ¿Por qué?

Salvador. ¿Conque la primera luz que se advierte es
de bondá? ¡Te veo y no te veo, fundido!

Leonardo. No seas majadero, cambiando de conversación

bruscamente. ¿Qué nos quiere la hermana Piedad?

Salvador. Ahora nos lo dirá eya misma. ¡Cayó tra-
bajo en La Niña de Bronse, amigo!

Leonardo. Me alegro, compañero, me alegro.

Llega en esto oportunamente la HERMANA PIEDAD.

H. Piedad. Aquí me tienen.

Salvador. Ea, pos vamos á habla de la Golondrina.

Leonardo.,-De la Golondr

ina:

H. Piedad. La Golondrina, como la llama el pueblo,
aunque su nombre es Santa Teresa, es la campana de
€ste convento, que está rota.

Leonardo. Cierto: rota está. No puede ser de otra
manera. Desde la fundición la oigo todas las mañanas y
todas las tardes, y me crispa los nervios. ¡Suena á dia-
blos!

H. Piedad. ¿Á diablos?

Leonardo. Perdone usted, hermana. Quiero decir
que no puede sonar peor.

H. Piedad. ¿Y cómo quiere usted que suene, si está
rota hace cuatro años?

Leonardo. ¡Pues hay que componerla! ¡Todo tuviera
tan fácil arreglo en el mundo!

Salvador. ¿Ve usté, hermana, como Leonardo era
nuestro hombre?

Leonardo. ¡Ah, sí! ¡Una campana rota en una casa
como esía, á dos pasos de una fundición, es una ver-
güenza para los fundidores!

Salvador. Sin contá con que de arguna manera hay

'^ 32 —

que pagarles á las hermanitas er trato que me han
dao.

H. Piedad. No diga bobadas, hermano, que no he-
mos hecho sino cumplir con Dios. Y si ustedes, por
gracia suya, consiguen que la Santa Teresa de esta torre,
la Golondrina, cante como cantaba, elevando su voz á
los cielos, entonces, desde la Superiora á la hermanita
más humilde, que es una servidora de ustedes, no ten-
dremos palabras ni acciones con que pagarles.

Leonardo. Pues cuente usted con que ello será. ¿Tú
has visto la campana?

Salvador. Si. Está partida de arriba abajo.

Leonardo. No es extraño, si sonaba tan bien.

H. Piedad. ¿Y eso?

Leonardo. Las campanas, cuanto más sonoras y bien
timbradas, más frágiles. La que más nos encanta oir es
la que con mayor facilidad puede romperse.

Salvador. A las mujeres se paresen en eso.

H. Piedad. Calle usted, hombre, calle usted; que en
todo asunto ha de acordarse de las faldas.

Salvador. Es que las campanas las tienen. Por eso
me he acordao.

H. Piedad. Bueno, déjese usted de cuchufletas.

Leonardo. En resolución, hermana Piedad, porque
éste tiene el vicio de hablar en broma cuando se habla
en serio: fundiremos en La Niña de Bronce la Golondri-
na, y quedará tal cual estaba.

H. Piedad. Dios se lo pague á ustedes. Y eso preci-
samente quería yo saber: si quedará tal cual estaba; si
después de arreglada será la misma.

Leonardo. La misma: de la misma hechura que hoy
tiene, fundida con el mismo bronce.

H. Piedad. Bien, bien: si ha de ser así, bien. Es
campana esa llena de tradiciones y de recuerdos muy
queridos.

Leonardo. Pues usted ha de ver cómo seguirá sien-

^ 33 —

do la misma. La Golondrina levantará el vuelo, dejará
la torre, entrará por la puerta de nuestros talleres, vivi-
rá unos días con nosotros, el fuego la consumirá para
darle después nueva vida, y volverá á su nido cantando
mejor que cantaba.

Salvador. O comparando de otra manera: la Golon-
drina es una morena que está ronca, que va en consur-
ta á un par de dortores, y que cuando después de la
visita entra en su casa, vega con una voz que se paran
los pájaros pa oiría.

H. Piedad. ¿No digo yo? Siempre había usted de ir
á parar á los mismos trigos. Á Martín que vuelve por donde
se fué. Martín, ¿usted oye esto?

Martín. ¿Qué, hermana?

H. Piedad. ¡Que va á hacerse el milagro de que ha-
blaba yo antes!

IVIartín. ¿Qué milagro?

H. Piedad. El milagro de la Golondrina, que por gra-
cia de Dios, que pone hombres buenos é inteligentes en
la tierra, va á sonar como en otros tiempos.

Martín. Temblando de júbilo. ¿Es posible, hermana?

H. Piedad. Es posible, sí. Don Leonardo y su com-
pañero van á llevársela á su fundición, y nos la van á
devolver como si nunca se hubiera roto. ¿Verdad?

Leonardo. Verdad.

Martín. ¿En dónde están esos cabayeros, que quieo
yo besarles las manos?

H. Piedad. Lo que ha de hacer usted, es darle gra-
cias al Señor.

Martín. ¡Y besarles las manos á eyos!

Leonardo. ¿Es el campanero, quizás?

Martín. Er campanero soy, señó; pa servirle. ¿No
me ve usté temblando?

Salvador. Martín quiere á la Golondrina como á cosa
Buya.

Martín. Como á cosa de mis entrañas, señó.

— 3! —

H. Piedad. El primer vuelo que dio la Golondrina en
la torre lo dio con él.

Martín. Conmigo. Era yo una criatura. Y desde en-
tonses no nos separamos. Eya ha sio en este mundo mi
niña, y mi novia, y mi compañera, y mi madre. Tos
mis cariños juntos, porque con eya he desahogao siem-
pre mi pecho.

Leonardo. Pues ahora celebro yo más todavía lo
que vamos á hacer.

Martín. ¡Lo que eso vale pa mí, señores, no pué re-
presentárselo nadie! ¿Ustés no oyeron nunca á la Golon-
drina antes e la desgrasia?

Leonardo. Yo, no.

Salvador. Ni yo.

H. Piedad. Yo, sí

Martín. Pos que diga la hermana: paresía una voz de
los sielos. Dispertaba á los pueblos con sus sones; alegra-
ba los campos ar sé de día; yamaba á resá á la gente
cristiana; yoraba por los muertos... Cuando murió mi
compañera, yo doblé por eya con laGolondriiia y no tuve
mejó consuelo que sus tañíos... ¡Con qué doló sonaba!

H. Piedad. No se excite demasiado, Martín, que lue-
go le hace mal.

Salvador. Déjelo usté que hable.

Martín. Con la notisia que me han dao no pueo yo
cayarme en dos días. ¿Ustés no ven que me estoy ca-
yendo de viejo? ¡Pos hasta que la Golondrina se partió
no me di yo cuenta de mis años! ¡Por eya er tiempo no
pasaba, y yo vivía como si eya fuera mi corasón! Her-
manita.

H. Piedad. ¿Qué quiere, hermano?

Martín. ¿Me deja usté que vaya á contarle á Barra-
bás estas novedaes?

H. Piedad. ¿Nada más que á contárselas?

Martín. Na más, na más. Er tampoco querrá dispu-
tas ahora. Ya lo verá usté.

— 35 —

H. Piedad. Pues vaya, entonces, pero cuidarlo con
lo que se habla.

Martín. Descuide usté, hermanita. Señores, si mis
bendisiones yegan ar sielo, á ustés ya no van á fartar-
les nunca en la tierra. La vía que me quede doy yo,
después que mis manos hayan vorteao una vez, como
antes de romperse, á la Golondrina.

H. Piedad. Ande hermano, ande.

Salvador. Adiós, Martín.

Leonardo. Adiós.

Martín. Yéndose hacia la derecha de la huerta en busca de su

Implacable enemigo. ¡Barrabás! ¡Señó Barrabás! ¡Escuche
usté lo güeno, compadre!

Salvador. ¡Pobre viejo! Á Leonardo que se enjuga una lá-
grima. ¿Qué es eso? ¿Yoras tú también?

Leonardo. ¡Psche!

Salvador. ¡Pero, hombre!

Leonardo. Niñerías.

H. Piedad. Se lo contará á Barrabás y á todo el asi-
lo. Va loco el bueno de Martín.

Leonardo. ¿Y por qué quiere contárselo á Barrabás?

H. Piedad. Porque Barrabás está bautizado en la otra
iglesia, y es del otro bando. En Las Canteras nada apa-
siona tanto como la lucha campanil. Los unos con la
Golondrina y los otros con la Sonora, el día que no hay
cabezas rotas es milagro de Dios.

Leonardo. Tiene gracia.

Sale por la puerta de la Cruz la HERMANA CONSUELO. En la
mano trae una botellita de vino.

H. Consuelo. Don Sarvadó, ahí está ya er médico,
Salvador. ¿Arriba?

H. Consuelo. Sí; en su arcoba está. Y me ha dicho
que viene de prisa.

Salvador. Voy á verlo al instante.

La hermana Consuelo quita el bote de garbanzos de la replsita
de San Antonio, pone la botellita de vino y se va por donde salió. ... (ver texto completo)
primer acto, continuación— 24 —

MalvalOCa. Admirada. ¡Ah!

Mariquita. Conque fué el amo de la taberna al oiría,
y echó á la caye ar borrachote, y á eya le dio una li-
mosna mu güeña. Y ar día siguiente vino el hombre ya
fresco aquí á pedirle perdón. Y hubo que oí á la her
mana Piedá; porque sabe mucho.
... (ver texto completo)
acto primero. continuación
Leonardo. Puede que tenga usted razón.

Malvaloca. ¿Y cómo fué el reunirse usté con ese tu-
nante?

Leonardo. Usted misma acaba de decirlo: por sim-
patía. Viajábamos juntos, encontramos estos talleres de
fundición abandonados en este pueblo, y nos aventu-
ramos á probar fortuna. Los dos tenemos aficiones aná-
logas... La fundición se llamaba antes de los Sucesores
de no sé quién; pero Salvador la ha bautizado con el
pomposo título de La Niña de Bronce.

Malvaloca. ¡Ah! ¡La Niña de Bronse!... Ya sé yo por
la que va eso.

Leonardo. ¿Por usted?

Malvaloca. No, señó; por otra. ¡Granuja! Pero ¿dón-
de está? que yo sí que voy á bronsearlo.

Leonardo. Ahora vendrá aquí.

Malvaloca. ¿Aquí va á vení?

Leonardo. Sí; ha ido una de las hermanas á avisarle
que he llegado yo.

Malvaloca. Tengo ganas de darle un abraso. ¡Pobre-
siyo! Porque es mu charrán, ¿sabe usté? pero es mu
cabayero. Conmigo siempre se ha portao mu bien. Ni
una sola vez he yamao á su puerta que ér no haya res-
pondió. Segura estoy yo de que no me muero en un
hospitá mientras ^áva ese hombre. ¿Este es San Anto
nio? Tiene toa la cara de un músico. ¿Qué vende? ¿gar-
bansos? Diga usté: ¿usté estaba en la fundisión cuando
ocurrió er percanse?

Leonardo. Sí por cierto.

Malvaloca. Y ¿cómo fué? ¿cómo fué? ¿Quié usté
contármelo?

Leonardo. ¡Ya lo creo! íbamos á fundir una figura
para una fuente nueva de Los Alcázares, este pueblo
inmediato.

Malvaloca. Lo conozco. ¡No yueve en Los Arcása-
resl ¡Josúl

— 20 —

Leonardo. El molde de la figura que se ha de fun-
dir está en el suelo, bajo tierra; y por un agujero que
se deja en la superficie, se vierte en él luego el bronce
líquido que va en los crisoles.

Malvaloca. ¿En los qué?

Leonardo. En los crisoles. Los crisoles son unos^
grandes vasos, que sin saltar ni romperse, resisten las
temperaturas más elevadas. Dentro de ellos, en los hor-
nos, se deshace el bronce más duro hasta convertirse
en fuego líquido.

Malvaloca. ¡Pa mete un deo!

Leonardo. Y entonces, como le decía, pasa de los
hornos á la tierra en que está sepultado el molde de lo
que se haya de fundir. En este paso ocurrió la desgra-
cia de Salvador.

Malvaloca. ¿Sí?

Leonardo. Sí. Se conduce el crisol desde el horno
sujeto por lo que nosotros llamamos armas de mano.
Para sostenerlo y fundir, si el crisol es grande, se nece-
sitan á veces cuatro ó seis hombres. Uno de ellos era
Salvador. Pues bien: al ir á volcar el líquido en el mol-
de por el bebedero, le faltó el pié á uno de los otros, y
con la sacudida violenta saltó fuego al suelo y le salpi-
có á Salvador en el pecho, en un brazo y en una pierna.

Malvaloca. ¡Josú!

Leonardo. Si vencido por el dolor suelta el arma y
se derrama y se esparce todo el fuego, tal vez se hubiera
abrasado algún hombre. Salvador hizo un esfuerzo su-
premo y gritó: « ¡A fundir!» Y los demás obedecieron y
entró el fuego en la tierra. Cuando ya no quedaba ni
una sola gota en el crisol, soltaron sus manos la barra
y cayó en mis brazos sin sentido.

Malvaloca. ¡Pobresito!

Leonardo. Dos hermanas de este asilo, que llegaron
entonces al taller pidiendo una limosna, sobrecogidas
é impresionadas por la escena, se obstinaron en que

— 21 —

liabía de traérsele aquí, por estar á un paso de la fundi-
ción; y aquí lo trajimos^ y aquí se le ha asistido, y aquí
sigue.

Malvaloca. Pos sí que habrá pasao las negras. Por-
que no es mu duro de carnes. Un peyizco es, y le hase
daño. Pero ¿en qué piensa ya que no viene?

Leonardo. No sé... Sí que tarda... Acaso haya llega-
do el médico.

Malvaloca. Oiga usté, ¿es buen médico? Miste que
en estos pueblos hay á lo mejó ca veterinario...

Leonardo. Bueno debe de ser. A Salvador lo ha sa-
cado adelante. Es el forense. Iré á ver qué pasa y á de-
cirle que está usted aquí.

Malvaloca. Si me hase usté er favo...

Leonardo. Con muchísimo gusto. Va á marcharse y

vuelve. ¿Y quién le digo que lo espera? Porque no sé
cómo...

Malvaloca. Ah, sí. Dígale usté... Dígale usté que
-está aquí Marvaloca.

Leonardo. ¿Malvaloca?

Malvaloca. ¿Le suena?

Leonardo. No: me sorprende.

Malvaloca. Así me yaman desde los trese años. Mi
nombre es Rosa, pa servir á usté.

Leonardo. Muchas gracias.

Malvaloca. Pero á Sarvadó dígale usté que Marva-
loca. ¿A que no sabe usté por qué me yaman Marva-
loca?

Leonardo. ¿Por qué?

Malvaloca. Yo nasí en Málaga en una casita que te-
nía en la puerta un arriate y en el arriate una marva-
loca. La gente conosía á mi casa por la casa de la mar-
valoca. Pos bueno: se secó la marvaloca, pero en luga de
la marvaloca quedé yo, que ya prinsipiaba á espiga. Y
-como mi casa era pa to er mundo la casa de la marva-
loca, y ayí no había quedao marvaloca ninguna, pos la

— 22 —

marv aloca fui yo. Tota: que en vé de sé una fló y de
está á la puerta e la caye, fué una mosita que estaba
dentro. Ya ve usté qué cosa mas sensiya. Pero hay que
explicarla.

L60n&rd0. En un especial estado de ánimo, que en parte con-
firma las teorías de la simpatía expuestas por la simpática Malvaloca.
Voy á avisarle á Salvador. Se va por el jardín hacia la dere-
cha.

Maivaloca. cuando se queda sola. También es simpática
este hombre. Mirando hacia la puerta. ¿Y esta viejcsita que-
viene aquí? Se conose que estará recogía... ¡Pero qué
chiquitita es! ¡Si es un embuste! Paese una majita de-
armiré.

Sale MARIQUITA, en dirección al lado opuesto del corredor.
MALVALOCA la contempla encantada. Es una viejecita que cabe
dentro del bote de los garbanzos de San Antonio.

Mariquita, ai pasar ante MALVALOCA. Dios guarde á-.
Usté, hermana.

iVIaivaloca. Vaya usté con Dios, hermanita.
iVIariquita. Que usté siga güeña.
IVIaivaloca. ¿Está usté recogía en el asilo?

Mariquita. Deteniéndose. Sí, SCñora.

Malvaloca. ¿Hase mucho?

Mariquita. Cuatro años. Desde que me fartó mí
hijo; que me lo mataron en er moro.

Malvaloca. ¿Le mataron á usté un hijo en la guerra''*
Mariquita. Er que tenía.

Malvaloca. ¡Vaya por Dios! Mariquita hace un gesto de
resignación y dolor. ¿Soil UStedcS mUchoS los VÍejeSÍtOS

asilaos?

Mariquita. Ar presente, seis: dos mujeres y cuatro-
hombres.

Malvaloca. ¿Esto era un convento, verdá?

Mariquita. Sí, señora: er Convento der Carmen. Y'
cuando se murió la úrtima de las madres, se vinierom
aquí las Hermanitas del Amor de Dios.

— 23 —

Mal val oca. Ya. Diga usté, hermanita: ¿y se armiten
limosnas?

Mariquita. Hágase usté er cargo: de la caridá viven
eyas... y de la caridá de eyas, nosotros...

MalvalOCa. Tome usté, saca de su bolso una moneda de
cinco pesetas y se la da.

Mariquita. Atónita. ¿Qué es esto?

Malvaloca. Un duro.

Mariquita. No tengo pa darle la güerta.

Malvaloca. Si es pa usté, hermanita.

Mariquita. ¿Pa mí?

Malvaloca. En broma. ¡Pa que se compre usté un
sombrero!

Mariquita. sonriendo entre lágrimas. ¿Un SOmbrerO... yO?

Malvaloca. ¡Ó lo que le haga fartal

Mariquita. Un sagalejito.

Malvaloca. Aya usté, hermana.

Mariquita. ¿Es usté rica?

Malvaloca. ¡Uh!

Mariquita. Por la caye no suelen dá limosnas tan
grandes. De aquí tos los días salen dos hermanas á
pedí, ¡y si viera usté qué poquito recogen! Y escuche
usté una cosa: er sábado pasao le pegaron á la hermana
Piedá.

Malvaloca. ¿Quién?

Mariquita. Un borrachote, ¿quién había de sé? En-
tró en una casa que tenía la cánsela abierta, creyendo
que era una casa partícula, y era una tabernucha. Pero
eya, que es mu tranquila y mu resuerta, no se cortó ni
na, y pidió su Hmosna pa los pobres. Y aquer tío, bo-
rracho como estaba, empesó á sortá palabrotas y le dio
un gofetón.

Malvaloca. ¿Y qué hiso la hermana?

Mariquita. Pos la hermana entonses fué y le dijo:
«Güeno, esto es pa mí. Ahora sigo pidiendo pa mis po-
bres.» ... (ver texto completo)
malvaloca continuación

H. Piedad. Bromeando. ¿Ah, SÍ? Pnes le advierto á us-
ted que somos muy interesadas. Es posible que pida-
mos algo por cuenta de esa gratitud.

Leonardo. Lo que yo pueda dar... Y de él no se
diga.

H. Piedad. Hablaremos los' tres. Voy por allá den-
tro á buscarlo. Tal vez esté con don Jacinto.

Leonardo. ¿El cura?

H. Piedad. No, señor: un asilado que también se
llama don Jacinto. ¿No se ha fijado usted en un vieje-
cito muy pulcro, casi siempre solo...?

Leonardo. Ya sé, ya sé quién dice.

H. Piedad. Pertenece á una gran familia sevillana
que ha venido á morir aquí. Finales de vida que nadie
puede adivinar... A todos, es claro, los tratamos con
bondad y cariño. Para con él hay que añadir la corte-
sía. Todo le humilla y lo desconsuela. En su amigo de
usted ha encontrado un buen camarada.

Leonardo. Es doloroso el caso. ¿Se da con fre-
cuencia?

H. Piedad. En asilos más numerosos que éste, sí,
señor. Aquí casi todos son de familias pobres. Algunas
tanto, que hay asilado que guarda algo de lo que se
habría de comer, para regalárselo luego á los parientes
que vienen á visitarlo.

Leonardo. Es interesante.

H. Piedad. Avisaré á su amigo.

Leonardo. Deje usted, hermana; iré yo.

H. Piedad. ¡No faltaría otra cosa! Siéntese usted,

-que en seguida viene. Se va por el jardín, hacia la derecha.

Leonardo pasea un momento en silencio, y de pronto se fija en
la repisa de San Antonio. Barrabás, que ha vuelto á aparecer, acecha
el instante de pegar la hebra con el recién llegado.

Leonardo. ¡Qué niñería! ¡Hoy tiene garbanzos el
Banto! Y anteayer aceite ó vinagre. Y^o no entiendo
esto.

— 16 —

Barrabás. ¿Está usté reparando er bote de San An-
tonio?

Leonardo. ¿Eh? Sí, señor.

Barrabás. ¿No sabe usté lo que sirnifica?

Leonardo. No, señor. Y desde que frecuento esta
casa me llama la atención un poco; pero no gusto de
preguntar.

Barrabás. Pos yo se lo vi á explica á usté sin que
me lo pregunte. ¡Je!

Leonardo. Bueno.

Barrabás. Como esta casa se sostiene de la caridá,
€n cuanto la hermana despensera ve que hase farta ar-
guna cosa, pone un puñaíto de lo que hase farta en er
bote de San Antonio. Yega una persona caritativa, de-
rrama la vista pa er santo, repara en los garbansos ó
en lo que sea, y ya sabe de lo que tiene que manda. Y
manda una boteya ó un saquito. Y las hermanas disen
luego que San Antonio es er que lo manda.

Leonardo. Ya.

Barrabás. Y San iVntonio está tan ajeno á los gar-
bansos ó al aseite como usté y como yo.

Leonardo. ¡Es claro!

Barrabás. Así son los milagros der día. Si yo le
contara á usté más e cuatro cosas...

Leonardo. No, no quiero saber más.

Barrabás. Es que en este asilo...

Leonardo. Bien está, bien está, señor.

Barrabás. Usté disimule. Leonardo se sienta á fumar. Ba-
rrabás vuelve á acercársele sonriente. ¿Y Un sigarrito, me da

usté, cabayero?

Leonardo, con muy buen agrado. Sí, hombre: eso sí.
Tome usted un par de ellos, si quiere.

Barrabás. Sí quiero. Y mu agradesío. Er tabaquiyo
€S lo único que le quea á uno de otros tiempos. Y es lo
único también que nunca manda San Antonio. Se co-
nose que er santo no fuma. Tenemos que contentarnos

— 16 -^

con los pitiyos anémicos que nos hasen las madres. Leo-
nardo sonríe. La primera vez en mi vía que lo veo á usté
risueño. ¿Está usté malo del estómago, por casualidá?

Leonardo. No, señor.

Barrabás. Son dos carárteres mu distintos usté y
don Sarvadó.

Leonardo. Bien está, bien está.

Barrabás. Usté disimule, vuélvese ai jardín reliando el
cigarrillo que va á fumarse. Á poco exclama, echando la mirada ha-
cia la izquierda. ¿Quiéii cs aqucya paloma que viene aquí?
¡Cosa más rara en esta casa!...

Llega MALVALOCA. Se detiene un punto en medio del jardín
mirando á todos lados, como quien ^uda adonde dirigirse, y al ver
á Leonardo en el corredor vuela hacia él. Malvaloca es bella: su cara
risueña y comunicativa; su cuerpo, gentil y ligero; su traza popular.
Sus cabellos negros, rizados y cortos, parece que los sacude el aire,
segrún se agitan á impulsos de la nerviosa actividad de la cabeza,
llena de fantasías y disparates, que se mueve como la de un pájaro.
Viste falda lisa de un solo color, blusa blanca, zapato de charol con
hebilla, y mantoncillo de seda negro puesto á modo de chai. Trae
ricos pendientes, sortijas y pulseras, que contrastan con la sencillez
del vestido. Leonardo, al verla aparecer, se levanta un poco sor-
prendido. Barrabás se acerca á la hermana Carmen como para co-
mentar la visita. Luego se aleja.

Malvaloca. Buenos días.

Leonardo. Buenos días.

Malvaloca. ¿Este es el Asilo de las Hermanitas del
Amor de Dios?

Leonardo. Este mismo.

Malvaloca. Grasias. Yo vi er postiguiyo abierto, y
me entré; pero en mitá'er jardín temí haberme metió
en otra parte.

Leonardo. Pues éste es el asilo.

Malvaloca. Sí; ya veo ayí una monja. Y... ¿usté po-
drá desirme...?

Leonardo. ¿Qué?

- 17 —

Malvaioca. ¿Es aquí donde están curando á un he-
rido...?

Leonardo. Aquí es.

Malvaioca. ¿Usté sabe ya por quién pregunto?

Leonardo.. Por Salvador García, ¿no?

Malvaioca. Cabalito: por Sarvadó Garsía. ¿Cómo
está?

Leonardo. Ya está casi bueno.

Malvaioca. ¿Sí? ¿Pero ha estao grave?

Leonardo. Grave no diré yo. Ha sufrido bastante.
Las quemaduras fueron horribles y las curas muy do-
lorosas.

Malvaioca. En Seviya corrió que se había achicha-
rrao en una fragua.

Leonardo. ¡Ave María Purísima!

Malvaioca. Cosas de la gente, ¿verdá? Me lo dijo...
¿Quién me lo dijo á mí? ¡Ah! Matirde la Chata, que
nunca lo ha mirao con buenos ojos.

Leonardo. ¿Usted viene ahora de Sevilla?

Malvaioca. Ahora mismo. No he hecho más que
arreglarme un poco y busca er convento. Y he venío
por enterarme de la verdá; por salí de dudas; por verlo
áé.

Leonardo. Es usted buena amiga suya, según parece.

Malvaioca. ¡Uh! Este ¡uhl de Malvaioca es como un trino.
Lo emplea siempre con inflexión ponderativa y gracioso ademán,
cuando no acierta á encerrar en palabras todo lo que quiere decir.
Detrás de cada ¡uh! su imaginación pone uu mundo.

Leonardo. Mucho, ¿eh?

Malvaioca. Ya me quedé en amiga; pero he sío una
mijiya más. Er tiempo to lo acaba.

Leonardo. Menos las amistades, por lo visto.

Malvaioca. Donde candelita hubo... ¿Usté también
es amigo de Sarvadó?

Leonardo. Amigo y algo más.

Malvaioca. ¿Cómo es eso?

— 18 —

Leonardo. Porque somos compañeros en el negocio
de la fundición.

Malvaloca. ¿De qué fundisión?

Leonardo. De la fundición de metales en que ha pa-
sado la desgracia. ¿Es que no tiene usted noticias de la
fundición?

Malvaloca. ¡Si yo hase más e dos años que no lo veo!
Pero ahora estoy pensando... ¿Quién me dijo á mí que
Sarvadoriyo se había metió á hasé carderas?

Leonardo sonriendo. Probablemente esos informes
saldrían de la misma fuente que los otros.

Malvaloca. No, la Chata no fué. ¿Qué más da quien
fuera? ¿De manera que usté y Sarvadó...?

Leonardo. Sí; somos socios.

Malvaloca. ¿Los dos?

Leonardo. Naturalmente.

Malvaloca. ¿Desde cuándo?

Leonardo. Desde hace poco tiempo. Nuestra amis-
tad, que es muy reciente, es ya muy estrecha.

Malvaloca. Es que Sarvadó es mu simpático.

Leonardo. Muy simpático es.

Malvaloca. Se yeva á la gente de caye, ¿verdá?

Leonardo. A mí se me ha llevado, á lo menos.

Malvaloca. Y á to er que lo trata. En este mundo,
lo que manda es la simpatía.

Leonardo. ¿Usted cree?

Malvaloca. Estoy segura. Er cariño majTj no es otra
cosa que una simpatía. Una simpatía tan grande, tan
grande, que no sabe usté viví sin aqueya persona.

Leonardo. Quizás.

Malvaloca. Déle usté er nombre que usté quiera:
amó, amista, cariño... lo que á usté se le antoje. Escar-
ba usté... y simpatía. ¿Usté no ve que á los piyos se les
quiere más que á los tontos? ¿Y eso por qué es? Porque
los piyos son siempre más simpáticos. No le dé usté
A'uertas.

— 19 — ... (ver texto completo)
lo inserto en varias partes, ya que no me admite u n texto tan largo.
PERSONAJES ACTORES

MALVALOCA María Guerrero.

JUANELA Conchita Ruiz.

MARIQUITA Josefina Blanco.

HERMANA PIEDAD Carmen Jiménez.

TERESONA María Cancio.

ALFONSA María Valentín.

DOÑA ENRIQUETA Elena Salvador.

DIONISIA Aurora Le-Bret.

HERMANA CONSUELO Luisa García.

HERMANA DOLORES Consuelo León.

HERMANA CARMEN Enriqueta Liquiñano.

LEONARDO Fernando Díaz de Mendoza. -

SALVADOR Emilio Thuillier.

MARTÍN EL CIEGO Emilio Mesejo.

BARRABÁS Felipe Carsí.

Ef. TÍO JEROMO Manuel Díaz.

LOBITO Fernando Montenegro.

UN OPERARIO Salvador Covisa.

ACTO PRIMERO

En Las Canteras, pueblo andaluz, hay un convento de fecha re-
mota, conocido por el Convento del Carmen. Al pasar á mejor vida,
de puro vieja ya, la última de las madres allí consagradas al amor di-
vino, vinieron á heredar el vetusto recinto las Hermanitas del Amor
<le Dios; congregación semejante á la de las Hermanas de los Pobres.

Hay en el convento, al comenzar la acción de esta obra, hasta seis
ancianos recogidos, de quienes cuidan las hermanas con solicitud y
bondad extremas.

Este primer acto pasa en uno de los corredores ó galerías del
claustro, por cuyos altos arcos se ve al fondo toda la extensión de lo
que fué jardín, hoy convertido casi completamente en huerta, ya que
más que flores da frutos. Cierra el corredor por la derecha del actor
un muro, donde hay una gran puerta, denominada de la Cruz, por-
que sobre ella, en el muro, está incrustada una de palo. En el pro-
pio muro, á la altura de la mano, y encima de una repisa tosca, se
ve una imagen de San Antonio pequeñita, ante la cual hay un bote
lleno de garbanzos. Uno de los arcos centrales da paso al jardín. En
el corredor hay dos ó tres sillas y algún banco.

Es por la mañana en un día de sol del mes de Abril.

BARRABÁS, viejecillo asilado, de buen humor y malas pulgas,
que hace en el convento de jardinero y de hortelano, trajina en sus
dominios. Al fondo, allá lejos, á la sombra de un arbolillo, la HER-
MANA CARMEN, abstraída y silenciosa, cose sin dar paz á la mano.

— 10 —

Alguna vez las escenas que pasan á su alrededor la distraen un mo-
mento de su tarea; pero en seguida vuelve á fijar la vista y la aten
ción en lo que está haciendo.

Por la izquierda del jardín salen la HERMANA DOLORES y la
HERMANA CONSUELO, con sendos bolsos de pedir limosna. Pasan
al corredor por el arco central y desaparecen por la puerta de la Cruz.

Barrabás dice en su picaresco monólogo:

Barrabás. Dos en dos,

por la sombra y no por er só:

Hermanitas del amor de Dios.
¡Je! ¡Versos míos!

Pedimos pa los pobres;

dénos usté lo que sobre,
y si pué sé plata mejó que cobre.
iJe!

Por la puerta de la Cruz sale MARTÍN EL CIEGO, que para ayu-
darse á caminar lleva un palo en la mano. Es más viejo y está Ynás
destruido que Barrabás. Marcha callado á lo largo del corredor. Ba-
rrabás que lo ve lo detiene hablándole.

¡Se dise güenos días!

Martín. Güenos días. No sabía que estaba usté ahí,
señó Barrabás.

Barrabás. De más lo sabía usté, señó Martín.

Martín. Como usté quiera.

Barrabás. Porque usté no ve, pero güele.

Martín. Como usté quiera. Güenos días.

Barrabás. ¿Se va usté á toma er só?

Martín. Con permiso de la hermana Piedá.

Barrabás. No hay como anda siempre bailando el
agua pa conseguí favores. Pero ese no es mi genio.

Martín. Ni er mío tampoco. Ni quieo discusiones
con usté. Y base usté malamente en critica las cosas
de esta casa, donde está usté recogió por caridá, lo mis-
mo que yo.

Barrabás. Hay árgana diferensia, compadre. Yo no
soy ningún trasto inuti como usté: yo soy aquí un

- 11 —

hombre que trabaja en la güerta y en er jardín. Y gano
er pan que como. ¡Y er que se come usté también!

Martín. Á usté no le debo yo na. Yo también tra-
bajo.

Barrabás. ¡Usté me dirá lo que hase! Va pa dos
años que no sube á la torre...

Martín. Hago lo que las hermanas me mandan.

Barrabás. Sólo que como no le mandan á usté na,
se da usté la vía de un canónigo.

Martín. Le digo á usté que no quieo discusiones..
Quéese usté con Dios.

Barrabás. ¿Qué le ha paresío á usté hase poco er
repique que ha dao la Golondrina? ¡Vaya una campana^
compadrel

Martín. To se le güerve á usté veneno en er cuerpo»,
señó Barrabás.

Barrabás. Por eso me conviene sortario.

Martín. Yendo un poco hacia él con sincera y honda emoción..

La Golondrina de esta santa casa es una campana que
ar presente está rota y no suena como sonaba porque
Dios lo ha querío; pero cuando la vorteaban estas ma-
nos, la Golondrina sonaba como no han sonao campa-
nas en er mundo desde que hay cruses en los campa-
narios. Y usté lo sabe tan bien como yo, sino que se
gosa en oirme.

Barrabás. ¿Ni la Sonora de la Iglesia Mayó ha tenío
tampoco mejores voses?

Martín. ¡Ya está con la Sonora! ¡La manía de tos los
de aquer barrio! ¡Compara á la Sonora con la Golondri-
na der Carmen! Es mesté sé sordo pa eso.

Barrabás. ¿Ahora también, señó Martín?

Martín. De ahora no se trata. Si está rota desde
hase ya tres años cumplios, ¿cómo quié usté que suene?
¡Que se alegren, que se alegren los de la Sonora, qu^
bastante tiempo han vivió con la pesaíya de la Golon-
drina!

— 12 —

Barrabás. Pa mí que lo que ha pasao ha sio que er
Padre Eterno, paseándose por las nubes una tarde...

Martín. Deje usté en paz las cosas santas, señó.

Barrabás. Lo oyó á usté toca la campana. ¡Tin...
tan!... ¡Tin... tan!... Y se conose que pa sus barbas fué
y se dijo: «Hombre, hombre, esa campana suena de-
masiao bien pa está en Las Canteras, que ar fin y ar
cabo no es más que un pueblo.» Y á un angelito que
andaba de viaje por Andalusía le mandó que la cascara
de un martiyaso. ¡Je! ¿No le paese á usté? ¡Envidia que
tuvo Dios en er sielo!

Martín. ¡La envidia er que la tiene es usté en la
tierra, peaso e poyino, sayón, hereje! A la Superiora vi
á desirle que le prohiban á usté habla conmigo. Na
más que eso.

En esto aparece por la puerta la HERMANA PIEDAD y corta la
disputa. Esta hermana es joven y bella, humilde y suave. Su habla
es ingenua y reposada. No es andaluza.

H. Piedad. ¿Ya estamos como de costumbre? Tem-
prano empieza el día.

Martín. Este hombre que no hase más que buscar-
me las purgas.

Barrabás. ¿Yo? ¡No tendría mar trabajo!

H. Piedad. Pero, usted también, Martín, ¿por qué
no sigue su camino?

Martín. ¡Porque no me deja!

H. Piedad. ¿Le pone á usted redes, como á los pá-
jaros?

Martín. Me dise unas cosas que no hay manera de
seguí adelante sin responderle.

H. Piedad. A palabras necias...

Barrabás. ¿Eso de nesias va conmigo?

H. Piedad. Precisamente.

Barrabás. Pos lo que toca hoy no he hecho má ¿
que darle los güenos días. Más vale cae en grasia que
fié grasioso.

13 -

H. Piedad. Aquí no hay preferencias para nadie ^
Barrabás. Ni nos curamos de las gracias. Los bufones
ya no los paga el rey. De memoria me sé sus mañas, y
de memoria también cuál era la disputa. ¡Todos días la

misma!

Martín. ¡La misma tos los días, hermana Piedad!
Dígaselo usté á la Superiora.

H. Piedad. Pues quién sabe si Dios va á castigarlo á
usted— á usted. Barrabás, á usted le hablo— y le va á
mandar una rabieta. Como el milagro que yo espero
llegue á obrarse...

Barrabás. ¡Los milagros no son de estos tiempos!

H. Piedad. ¡Silencio, Barrabás! ¿Cómo se entiende?
Ande, ande á su trabajo. \ usted, Martín, á su camino.

Martín. Dios la guarde.

Barrabás se interna hacia la derecha del jardín sin replicar pala-
bra. Martín desaparece por el corredor.

Viene LEONARDO por la izquierda del jardín. Es hombre como
de treinta años y de apariencia modesta y sencilla. Su fisonomía es.
adusta, y curiosa y penetrante su mirada. Trae el sombrero en la
mano, dejando al descubierto la cabeza, poblada de fuerte y abun-
dante cabello. Tiene toda su persona un aire de energía varonil que
la hace simpática. La hermana Piedad lo ve venir y lo espera son-
riéndole con dulzura.

H. Piedad. Santos y buenos días, caballero.

Leonardo. Buenos días, hermana.

H. Piedad. ¿A ver á su amigo, verdad?

Leonardo. Á acompañarlo un rato. Ahora no tengo
cosa mayor que hacer allá.

H. Piedad. Aquí estaba hace media hora. Andará
por ahí de conversación con los ancianos. Tiene tan
buen ángel... Y le gusta mucho charlar con ellos.

Leonardo. Con ellos y con todo el mundo. Le da
paUque al primero que pasa. No sabe callar. Eso sí: su
conversación tiene miel. Y de usted y de toda esta casa
empieza á hablar y no concluye.

— 14 -- ... (ver texto completo)
Liberal, se que le gusta el teatro y se que le gusta improvisar, yo gustosamente le cedo el personaje de SALVADOR, con el que va a disfrutar, digame algo por favor.
Gracias
Me parece buena idear lo de poner aquí de momento el primer acto, mas yo la haría de otra forma, pondría ese original primer acto en un tema aparte, que se llamaría malvaloca, y serviría para ir consultando.
Tu siempre muy conciliadora pero no se lo merece a mi no me gusta que me tomen el pelo, por muy inocente que lo veas tu, puede que yo me tome las cosas demasiado en serio,"CUANDO SE ESTA HABLANDO EN SERIO" porque si hay que reírse nos reímos todos juntos y tan felices.
Besos
Cuanto más enfadada estás, más guapa te pones.
Pues sera cosa de no hacer ni caso, las bromas pesadas son muy eso muy pesadas.
Y yo muy inocente que me dejo engañar, pero no te preocupes si se divierten con eso, demuestran poca calidad humana,
Un besito
Un poquito inocente sí que lo eres "chiquilla" ayyyy si yo tuviera unos años menos.
Yo también esperaba esa victoria del PP, incluso la esperaba mas amplia, porque en este último año, y solo en Madrid, mas de 1000 manifestaciones no son nada, porque el caso Gurtel es una mentira de la oposición, porque más santo que Pons o Camps no hay ninguno, y si no que lo diga la Rita, la alcaldesa, porque, qué importan los 6 millones de parados?, todo eso son pamplinas, lo que de verdad vale, es salir en tv y decir con esa sonrisa de lado a lado que "vamos por el buen camino", eso es lo que ... (ver texto completo)
Era una tarde, no se si de Abril o Mayo, porque la arboleda estaba en flor y en el aire se respiraba esa fragancia tan fuerte que desprendían las rosas en el parque de Can Zan, aquella tarde me lo había jurado a mi mismo, y hasta lo tenía ensayado, esperaré me dije, hasta llegar a la fuente, la miraré a los ojos y le diré que la quiero, así de fácil, pasó la tarde, pasamos la fuente, nos quedamos sin luz y no le dije te quiero, y es que hay veces que la voz se esconde, y ni sale de día, ni de noche, ni sale a media voz. ... (ver texto completo)
! Que nadie selle tu voz
que sea como el pensamiento
que vuele hasta las estrellas
aunque las grites en silencio.

Que tontería mas grande?
por lo de gritar en silencio
será para no molestar?
o será solo un pensamiento?

Supongo que este tema
es creado por la canción
esa que a media voz
se decían un te quiero

una canción sin gritos
donde todo es dulzura
como habaneras en playa
en medio de una hoguera ... (ver texto completo)
La vida da tantas vueltas
que parece una pelota
sufriendo, de aquí pa llá,
sin dueño que la defienda.
"vaya" infancia mas terrible
en ese colegio prisión
formando en fila de seis
mas firmes que la cruz
que adornaba cada rincón.
Un brindis por la libertad ... (ver texto completo)
Soy aficionado al fútbol
porque allá por los años 6o
iba al colegio de agustinos
Señora del Buen Consejo
en la calle Juan Montalvo
al final de Reina Victoria.
Desde ventanas y patio
veía perfectamente el Estadio,
Estadio Metropolitano
Gracias por esa copa ... (ver texto completo)
Que sigan esos cuatro
que una cosa es la barra
y otra cosa es el teatro,
piense que vine de "Farra"
tristón, casi toqué la gloria
de mi Atletí campeón
! qué tardes maravillosas
en el gran metrapolitano!
ya no era aviación,
pero desde entonces,
siendo un renacuajo
lo llevo en el corazón
pero... sigan por favor
que no se pare la escena
ni se interrumpa la función ... (ver texto completo)
Otro día como este y me despido de este mundo, porque en esos momentos, mi estado de ánimo estaba hundido en más absoluto fangal. Tan solo hacía unas horas, que saltaba de alegría, repartía besos y abrazos delante de esa pantalla gigante al ladito de Neptuno, ¡Qué ambiente! Atleti, Atleti, bufandas en alto, coreando el ¡campeones, campeones!, y en el último suspiro, todo se fue al traste, y ahora, ya cansado de llorar, entré el Levante con mi camiseta bajo el brazo y en el puño el corazón.
Camarero, por favor, quisiera una copa para olvidarme de la otra, y después me tomaré otra, a la salud de mi Atleti, que aunque ahora me vea sufrir, hace un momento me tuvo en la gloria.
En el otro extremo de la barra, había un grupo de forofos todo lo contrario a mi, ellos eran los que ahora estaban en la gloria.
¡Camarero! quiero invitar una ronda al grupo campeón, y si me permite, voy a echar una moneda a esta vieja gramola, y que suene el himno del Madrid. ... (ver texto completo)