Mensajes de Teatros varios (representaciones) enviados por Colchonero:

Que mala suerte la mía!
las mujeres pa solo un rato
y los amigos un día
! si es que soy un pelagato!

! Mardita quemaura!,
que la tenía orvidá
cuando se presentó un día
y tuvo que confrontá.
... (ver texto completo)
Tercer y último acto.

Estamos en una mañana calurosa del mes de Junio, el pueblo de las Canteras en fiesta, hoy es un día grande, un día de procesión, y de alguna manera durante mucho tiempo un día de competición, en un día como hoy, hay un pique entre campanas, por un lado la sonora campana de la iglesia mayor, y por otro lado la golondrina la campana del asilo de las monjas de la caridad.
Desde hace unos años, los bautizaos en la iglesia mayor, parece mayoría, quizás sea también, porque aquellos ... (ver texto completo)
Que no se diga Malvaloca
que Salvador no lo intentó,
pero el verte así, en mi provoca
mucha alegría y admiración
Leonardo ya esa convencío
de que sois el uno pal otro
que seais muy felices
y que os quiten lo bailao.
Lo demás está en tus manos
y aunque muchos te murmuren, ... (ver texto completo)
Amigo Leonardo, tu verás,
si de verdad la quieres tanto
te has de armá de való
y decirle sin tapujos
lo que siente tu corazón,
y cuando se quiere de veras
que importa lo que digan?
si en otro tiempo fue,
lo que vale es el presente
para que descanse tu mente ... (ver texto completo)
Salvador.
¡Bahl Sabía yo que había de sucederle,
mi socio es un hombre bien plantao
pero demasiado tierno, sin curtí,
y ya no tié remediio, que la flecha
se ha clavao en mitad del corazón,
y tó lo que me cuentan, me hace daño a mí,
que aunque lo lleve muy callao,
la sigo queriendo, pero sin perdé el sentío,
que mujeres en la Cantera hay una jartá ... (ver texto completo)
Teresona
Que Dios le conserve a usté
los días que haga farta
más yo le veo muy bien
como si de esta casa
nunca hubiera fartao,
pero en en su ausencia...
! vaya! si han ocurrío cosas.
Ha visto usté al señorito?
está el pobre hecho un lío ... (ver texto completo)
Salvador
Bonito día del mes de mayo
pa empesá la actividad,
la niña de bronce está de fieta
porque hoy mismo se funde
la campana mas vistosa
la mas sonora y hermosa
de entre todos los lugares.
pero echo a fartá a mi socio
que me dicen que madruga
pero anda distraído, alelao,
hasta me dicen que habla solo
y esto ya es de cuidao.

! que me lleven los demonios!
que hace este perla aquí?
pero si es el tio Jeromo
que se peleo con er trabajo
el mismo día que nació,
yo a este no lo quiero ni vé
que se aserque al metal fundío
que es capaz de guardarse en un bolsillo
hasta el caló, pa revenderlo en la Cantera,
no tardaré ni un minuto
sin sabé quien lo ha metío
aunque ya me esta goliendo...
! ya se por que ha sío.
Buenos días Teresona
Ha visto usté a mi socio? ... (ver texto completo)
Han pasado mas de treinta días, Salvador parece curado y regresa a la fundición, allí se desarrolla todo el segundo acto, entre la fundición y la casa de Leonardo, que forman todo una unida a un pequeño corralillo, intervienen en este acto Salvador, el tio jeromo, La Teresona, Lobito, la Juanela, la hermana pieded y la asilada Mariquita....
Por si acaso aparece,
que sepa el buen amigo
que tenemos trabajo,
que hemos hecho un compromiso
con la hermana Piedad,
yo fundiré de nuevo la campana,
pero él.... la de llevar.
Y así, entre pitos y flautas
se da por final a esta historia
en su su acto inaugural.
! vaya!! vaya!! vaya!
me estaba preguntando
ande andará Leonardo?
se habrá dormido en la playa?
o acaso cuenta triste las olas
que una tras otra rompen
llorando suaves, en la arena.
Salvador (pensando)

El papel que un día fimé
decía con claridad
socio en todas las partes
pero nada dice de sociedad
si se trata de mujeres,
así que... si mi socio la quiere
tendrá que luchar por ella
más yo le he de pregonar ... (ver texto completo)
Salvador

Malvaloca preguntaba a sor Piedad el sitio mas adecuado para ofrecer unos detalles en plan de caridad, sor Piedad, mas veloz que un rayo casi la arrastra, llevándola en volandas hasta el ladito de San Antonio.
Mientras, salvador se hacia el loco ante el aluvión de preguntas que su socio le lanzó.
Es su historia amigo mío
un culebrón muy largo
puedes imaginártela tú,
ni se párese á ni una
y se párese á otras muchas,
es de cara bonita ... (ver texto completo)
Salvador.

Parece que las alturas
me nublaron la visión
y en este jardín o güerta
estoy viendo alucinado
a la Rosa mas bonita
que sá criao en la tierra.

Dios te lo pague, mujé,
que tu visita es un regalo
que no sabré agradecer,
ya ves, malvaloca,
casi tó el cuerpo quemao
de la cabeza a los pies
solo la boca me ha quedao
pa decirte mas que guapa
y que siempre me has gustao
y aquello de aquel plante
fue cosas de los celos
que alguien a mi me contaba
que me engañabas con otro
! tonto de mi! por irme a por tabaco
y olvidarme de volver.

Las vueltas que da el mundo,
mira, donde te vuelvo a ver
en este asilo de viejos
pero me gusta mujé
el haberte aquí encontrao,
yo estaba en la torre
pensando en cosas mías
y me dieron el aviso
de que mi amigo venía,
he de reconocer que tiene
mucha valía, gracia y simpatía,
pero tu carita de ángel
no se ve tó los días. ... (ver texto completo)
Barrabás.
¿Creo está usté reparando
er bote de San Antonio?
no sabe y está pensando
¿lo puso el santo o demonio?

Pos yo se lo vi á explica
sin que ná a mí lo pregunte.
como esta casa es bendita
y se sostiene del que "unte" ... (ver texto completo)
Salvador

En la altura de la torre,

veo horizonte florido,

allá al fondo Las Canteras

donde trabajan el fundido.
... (ver texto completo)
Martín.
Si pudiera ver la jeta...
La Golondrina bien sabe
es una campana rota
no suena como sonaba
tiene el corazón herío;
pero yo la vorteaba
y la Golondrina sonaba
como nunca han sonao
campana en er mundo ... (ver texto completo)
Con su burla picaresca, Barrabás se encamina hacia Martín nada mas verle aparecer apoyado en un palo, el que le hacía de guía. Martín era ciego desde hacía unos años, y ahora un asilado mas en el convento, aunque en ese convento se pasó su vida, entre campanario y campana desde que era un zagalillo.

Barrabás

¡Se dise güenos días!
de Barrabás a Martín,
nada mas apareció
bajo el arco de la cruz.
Intentaba escabullirse?
pués cosa le va a desí, ... (ver texto completo)
El drama en su primer acto se desenlaza en un viejo convento, ahora hecho asilo donde unas cuantas monjas, dedican su labor a cuidar de seis ancianos a los que cuidan y dan de comer, gracias a la limosna del exterior.
Desde los altos arcos de su claustro, se aprecian los jardines en flor, y una huerta que con el trabajo de Barrabás, lo mismo da frutos la higuera que el peral.
Destaca en ese claustro la imagen pequeñita de un San Antonio, artífice de mil milagros.
Las hermanas consuelo y Dolores

Hasta ... (ver texto completo)
La obra de Malvaloca, no es una de las mejores que se puedan representar, pero leyendo un poco dicha obra, y siguiendo un poco el orden del argumento, podemos pasar unos ratos divertidos que es de lo que se trata.

Estos son los papeles de la obra: REPARTO PARA QUE CADA CUAL VAYA ELIGIENDO EL QUE QUIERA.
SI ALGUIEN NO TIENE LA OBRA COMPLETA, YO SE LA PUEDO MANDAR, ASÍ, UNA VEZ LEIDA, PARA NO COPIAR Y PEGAR, A ESE TEXTO LEIDO LE PONDREMOS UN POCO DE IMAGINACIÓN Y VAYA USTED A SABER LO QUE PODEMOS HACER.
SALUDOS Y A ESTUDIAR.

PERSONAJES ACTORES

MALVALOCA..................... .................. Retama

JUANELA....................... ..................

MARIQUITA..................... ................

HERMANA PIEDAD........................ ..........

TERESONA

ALFONSA

DOÑA ENRIQUETA

DIONISIA

HERMANA CONSUELO...................... ........ Colchonero

HERMANA DOLORES....................... .................. Colchonero

HERMANA CARMEN

LEONARDO

SALVADOR...................... ....................... Salvador exnovio

MARTÍN EL CIEGO......................... ............ Colchonero

BARRABÁS colchonero

Ef. TÍO JEROMO

LOBITO Fernando

UN OPERARIO ... (ver texto completo)
primer acto, continuación
Leonardo. Pues anda con Dios, que yo me marcho.

Vuelve MALVALOCA por la izquierda del corredor, á tiempo que •
Salvador va á irse dentro sin acordarse de ella.

Malvaloca. ¿Te vas?

Salvador. Ah, Marvaloca. Sí; voy arriba, que ha ye-
gao er médico. ¿Me aguardas? ... (ver texto completo)
primer acto, continuación

— 30 —

Leonardo. Pues ella te conserva una gratitud,..

Salvador. ¡Como que me porté muy bien con eya!

Leonardo. ¿Sí?

Salvador. ¡Sí! La yevé á armorsá á una venta en
Córdoba, le dije que me esperara un segundo, que iba
por tabaco, y vorví á los dos años á vé si estaba ayí
toavía.

Leonardo. ¿Eso hiciste?

Salvador. Por vé si era de ley.

Leonardo. ¡Bah! Tú no hiciste eso.

Salvador. Sí lo hice, sí. No tenía otra salida, caua un

instante, mientras pasa la HERMANA DOLORES por el corredor, de

derecha á izquierda. Malvaloca es mujé que se mete mucho
en er corasón; nos íbamos tomando cariño; me había
yorao ya dos ó tres veses... Y eso de que me jove un-i
mujé no es pa mi genio. Hasen las lágrimas una cade-
nita, que sujeta más que toas las que podamos forja
nosotros en la fundisión.

Leonardo. No entiendo que la dejaras si la querías.
Y todavía entiendo menos que esa mujer te mire á la
cara.

Salvador. Te diré: corrió er tiempo, á los dos nos
pasaron cosas... y cuando se le murió la chiquiya, á su
lao estuve yo primero que nadie.

Leonardo. Ah, ¿se le murió una chiquilla?

Salvador. Bonita como un sueño. Cuatro años te-
nía. Esa ha sío la mayó desgrasia de Marvaloca. La
chiquiya era como un refugio pa toas sus penas.

Leonardo. ¡Qué lástima!

Salvador. Porque tiene muchas. Y es buena como
pocas nmjeres he visto.

Leonardo. Así me ha parecido á mí. Tiene mirar de
buena. Detrás de aquellos ojos, la primera luz que se
advierte es de bondad.

Salvador. ¿Sabes que...?

Leonardo. ¿Qué?

— 31 —

Salvador. No; na... Malos pensamientos que tiene
uno.

Leonardo. Pues ¿de qué te ríes?

Salvador. De ti probablemente.

Leonardo. ¿De mí? ¿Por qué?

Salvador. ¿Conque la primera luz que se advierte es
de bondá? ¡Te veo y no te veo, fundido!

Leonardo. No seas majadero, cambiando de conversación

bruscamente. ¿Qué nos quiere la hermana Piedad?

Salvador. Ahora nos lo dirá eya misma. ¡Cayó tra-
bajo en La Niña de Bronse, amigo!

Leonardo. Me alegro, compañero, me alegro.

Llega en esto oportunamente la HERMANA PIEDAD.

H. Piedad. Aquí me tienen.

Salvador. Ea, pos vamos á habla de la Golondrina.

Leonardo.,-De la Golondr

ina:

H. Piedad. La Golondrina, como la llama el pueblo,
aunque su nombre es Santa Teresa, es la campana de
€ste convento, que está rota.

Leonardo. Cierto: rota está. No puede ser de otra
manera. Desde la fundición la oigo todas las mañanas y
todas las tardes, y me crispa los nervios. ¡Suena á dia-
blos!

H. Piedad. ¿Á diablos?

Leonardo. Perdone usted, hermana. Quiero decir
que no puede sonar peor.

H. Piedad. ¿Y cómo quiere usted que suene, si está
rota hace cuatro años?

Leonardo. ¡Pues hay que componerla! ¡Todo tuviera
tan fácil arreglo en el mundo!

Salvador. ¿Ve usté, hermana, como Leonardo era
nuestro hombre?

Leonardo. ¡Ah, sí! ¡Una campana rota en una casa
como esía, á dos pasos de una fundición, es una ver-
güenza para los fundidores!

Salvador. Sin contá con que de arguna manera hay

'^ 32 —

que pagarles á las hermanitas er trato que me han
dao.

H. Piedad. No diga bobadas, hermano, que no he-
mos hecho sino cumplir con Dios. Y si ustedes, por
gracia suya, consiguen que la Santa Teresa de esta torre,
la Golondrina, cante como cantaba, elevando su voz á
los cielos, entonces, desde la Superiora á la hermanita
más humilde, que es una servidora de ustedes, no ten-
dremos palabras ni acciones con que pagarles.

Leonardo. Pues cuente usted con que ello será. ¿Tú
has visto la campana?

Salvador. Si. Está partida de arriba abajo.

Leonardo. No es extraño, si sonaba tan bien.

H. Piedad. ¿Y eso?

Leonardo. Las campanas, cuanto más sonoras y bien
timbradas, más frágiles. La que más nos encanta oir es
la que con mayor facilidad puede romperse.

Salvador. A las mujeres se paresen en eso.

H. Piedad. Calle usted, hombre, calle usted; que en
todo asunto ha de acordarse de las faldas.

Salvador. Es que las campanas las tienen. Por eso
me he acordao.

H. Piedad. Bueno, déjese usted de cuchufletas.

Leonardo. En resolución, hermana Piedad, porque
éste tiene el vicio de hablar en broma cuando se habla
en serio: fundiremos en La Niña de Bronce la Golondri-
na, y quedará tal cual estaba.

H. Piedad. Dios se lo pague á ustedes. Y eso preci-
samente quería yo saber: si quedará tal cual estaba; si
después de arreglada será la misma.

Leonardo. La misma: de la misma hechura que hoy
tiene, fundida con el mismo bronce.

H. Piedad. Bien, bien: si ha de ser así, bien. Es
campana esa llena de tradiciones y de recuerdos muy
queridos.

Leonardo. Pues usted ha de ver cómo seguirá sien-

^ 33 —

do la misma. La Golondrina levantará el vuelo, dejará
la torre, entrará por la puerta de nuestros talleres, vivi-
rá unos días con nosotros, el fuego la consumirá para
darle después nueva vida, y volverá á su nido cantando
mejor que cantaba.

Salvador. O comparando de otra manera: la Golon-
drina es una morena que está ronca, que va en consur-
ta á un par de dortores, y que cuando después de la
visita entra en su casa, vega con una voz que se paran
los pájaros pa oiría.

H. Piedad. ¿No digo yo? Siempre había usted de ir
á parar á los mismos trigos. Á Martín que vuelve por donde
se fué. Martín, ¿usted oye esto?

Martín. ¿Qué, hermana?

H. Piedad. ¡Que va á hacerse el milagro de que ha-
blaba yo antes!

IVIartín. ¿Qué milagro?

H. Piedad. El milagro de la Golondrina, que por gra-
cia de Dios, que pone hombres buenos é inteligentes en
la tierra, va á sonar como en otros tiempos.

Martín. Temblando de júbilo. ¿Es posible, hermana?

H. Piedad. Es posible, sí. Don Leonardo y su com-
pañero van á llevársela á su fundición, y nos la van á
devolver como si nunca se hubiera roto. ¿Verdad?

Leonardo. Verdad.

Martín. ¿En dónde están esos cabayeros, que quieo
yo besarles las manos?

H. Piedad. Lo que ha de hacer usted, es darle gra-
cias al Señor.

Martín. ¡Y besarles las manos á eyos!

Leonardo. ¿Es el campanero, quizás?

Martín. Er campanero soy, señó; pa servirle. ¿No
me ve usté temblando?

Salvador. Martín quiere á la Golondrina como á cosa
Buya.

Martín. Como á cosa de mis entrañas, señó.

— 3! —

H. Piedad. El primer vuelo que dio la Golondrina en
la torre lo dio con él.

Martín. Conmigo. Era yo una criatura. Y desde en-
tonses no nos separamos. Eya ha sio en este mundo mi
niña, y mi novia, y mi compañera, y mi madre. Tos
mis cariños juntos, porque con eya he desahogao siem-
pre mi pecho.

Leonardo. Pues ahora celebro yo más todavía lo
que vamos á hacer.

Martín. ¡Lo que eso vale pa mí, señores, no pué re-
presentárselo nadie! ¿Ustés no oyeron nunca á la Golon-
drina antes e la desgrasia?

Leonardo. Yo, no.

Salvador. Ni yo.

H. Piedad. Yo, sí

Martín. Pos que diga la hermana: paresía una voz de
los sielos. Dispertaba á los pueblos con sus sones; alegra-
ba los campos ar sé de día; yamaba á resá á la gente
cristiana; yoraba por los muertos... Cuando murió mi
compañera, yo doblé por eya con laGolondriiia y no tuve
mejó consuelo que sus tañíos... ¡Con qué doló sonaba!

H. Piedad. No se excite demasiado, Martín, que lue-
go le hace mal.

Salvador. Déjelo usté que hable.

Martín. Con la notisia que me han dao no pueo yo
cayarme en dos días. ¿Ustés no ven que me estoy ca-
yendo de viejo? ¡Pos hasta que la Golondrina se partió
no me di yo cuenta de mis años! ¡Por eya er tiempo no
pasaba, y yo vivía como si eya fuera mi corasón! Her-
manita.

H. Piedad. ¿Qué quiere, hermano?

Martín. ¿Me deja usté que vaya á contarle á Barra-
bás estas novedaes?

H. Piedad. ¿Nada más que á contárselas?

Martín. Na más, na más. Er tampoco querrá dispu-
tas ahora. Ya lo verá usté.

— 35 —

H. Piedad. Pues vaya, entonces, pero cuidarlo con
lo que se habla.

Martín. Descuide usté, hermanita. Señores, si mis
bendisiones yegan ar sielo, á ustés ya no van á fartar-
les nunca en la tierra. La vía que me quede doy yo,
después que mis manos hayan vorteao una vez, como
antes de romperse, á la Golondrina.

H. Piedad. Ande hermano, ande.

Salvador. Adiós, Martín.

Leonardo. Adiós.

Martín. Yéndose hacia la derecha de la huerta en busca de su

Implacable enemigo. ¡Barrabás! ¡Señó Barrabás! ¡Escuche
usté lo güeno, compadre!

Salvador. ¡Pobre viejo! Á Leonardo que se enjuga una lá-
grima. ¿Qué es eso? ¿Yoras tú también?

Leonardo. ¡Psche!

Salvador. ¡Pero, hombre!

Leonardo. Niñerías.

H. Piedad. Se lo contará á Barrabás y á todo el asi-
lo. Va loco el bueno de Martín.

Leonardo. ¿Y por qué quiere contárselo á Barrabás?

H. Piedad. Porque Barrabás está bautizado en la otra
iglesia, y es del otro bando. En Las Canteras nada apa-
siona tanto como la lucha campanil. Los unos con la
Golondrina y los otros con la Sonora, el día que no hay
cabezas rotas es milagro de Dios.

Leonardo. Tiene gracia.

Sale por la puerta de la Cruz la HERMANA CONSUELO. En la
mano trae una botellita de vino.

H. Consuelo. Don Sarvadó, ahí está ya er médico,
Salvador. ¿Arriba?

H. Consuelo. Sí; en su arcoba está. Y me ha dicho
que viene de prisa.

Salvador. Voy á verlo al instante.

La hermana Consuelo quita el bote de garbanzos de la replsita
de San Antonio, pone la botellita de vino y se va por donde salió. ... (ver texto completo)
primer acto, continuación— 24 —

MalvalOCa. Admirada. ¡Ah!

Mariquita. Conque fué el amo de la taberna al oiría,
y echó á la caye ar borrachote, y á eya le dio una li-
mosna mu güeña. Y ar día siguiente vino el hombre ya
fresco aquí á pedirle perdón. Y hubo que oí á la her
mana Piedá; porque sabe mucho.
... (ver texto completo)
acto primero. continuación
Leonardo. Puede que tenga usted razón.

Malvaloca. ¿Y cómo fué el reunirse usté con ese tu-
nante?

Leonardo. Usted misma acaba de decirlo: por sim-
patía. Viajábamos juntos, encontramos estos talleres de
fundición abandonados en este pueblo, y nos aventu-
ramos á probar fortuna. Los dos tenemos aficiones aná-
logas... La fundición se llamaba antes de los Sucesores
de no sé quién; pero Salvador la ha bautizado con el
pomposo título de La Niña de Bronce.

Malvaloca. ¡Ah! ¡La Niña de Bronse!... Ya sé yo por
la que va eso.

Leonardo. ¿Por usted?

Malvaloca. No, señó; por otra. ¡Granuja! Pero ¿dón-
de está? que yo sí que voy á bronsearlo.

Leonardo. Ahora vendrá aquí.

Malvaloca. ¿Aquí va á vení?

Leonardo. Sí; ha ido una de las hermanas á avisarle
que he llegado yo.

Malvaloca. Tengo ganas de darle un abraso. ¡Pobre-
siyo! Porque es mu charrán, ¿sabe usté? pero es mu
cabayero. Conmigo siempre se ha portao mu bien. Ni
una sola vez he yamao á su puerta que ér no haya res-
pondió. Segura estoy yo de que no me muero en un
hospitá mientras ^áva ese hombre. ¿Este es San Anto
nio? Tiene toa la cara de un músico. ¿Qué vende? ¿gar-
bansos? Diga usté: ¿usté estaba en la fundisión cuando
ocurrió er percanse?

Leonardo. Sí por cierto.

Malvaloca. Y ¿cómo fué? ¿cómo fué? ¿Quié usté
contármelo?

Leonardo. ¡Ya lo creo! íbamos á fundir una figura
para una fuente nueva de Los Alcázares, este pueblo
inmediato.

Malvaloca. Lo conozco. ¡No yueve en Los Arcása-
resl ¡Josúl

— 20 —

Leonardo. El molde de la figura que se ha de fun-
dir está en el suelo, bajo tierra; y por un agujero que
se deja en la superficie, se vierte en él luego el bronce
líquido que va en los crisoles.

Malvaloca. ¿En los qué?

Leonardo. En los crisoles. Los crisoles son unos^
grandes vasos, que sin saltar ni romperse, resisten las
temperaturas más elevadas. Dentro de ellos, en los hor-
nos, se deshace el bronce más duro hasta convertirse
en fuego líquido.

Malvaloca. ¡Pa mete un deo!

Leonardo. Y entonces, como le decía, pasa de los
hornos á la tierra en que está sepultado el molde de lo
que se haya de fundir. En este paso ocurrió la desgra-
cia de Salvador.

Malvaloca. ¿Sí?

Leonardo. Sí. Se conduce el crisol desde el horno
sujeto por lo que nosotros llamamos armas de mano.
Para sostenerlo y fundir, si el crisol es grande, se nece-
sitan á veces cuatro ó seis hombres. Uno de ellos era
Salvador. Pues bien: al ir á volcar el líquido en el mol-
de por el bebedero, le faltó el pié á uno de los otros, y
con la sacudida violenta saltó fuego al suelo y le salpi-
có á Salvador en el pecho, en un brazo y en una pierna.

Malvaloca. ¡Josú!

Leonardo. Si vencido por el dolor suelta el arma y
se derrama y se esparce todo el fuego, tal vez se hubiera
abrasado algún hombre. Salvador hizo un esfuerzo su-
premo y gritó: « ¡A fundir!» Y los demás obedecieron y
entró el fuego en la tierra. Cuando ya no quedaba ni
una sola gota en el crisol, soltaron sus manos la barra
y cayó en mis brazos sin sentido.

Malvaloca. ¡Pobresito!

Leonardo. Dos hermanas de este asilo, que llegaron
entonces al taller pidiendo una limosna, sobrecogidas
é impresionadas por la escena, se obstinaron en que

— 21 —

liabía de traérsele aquí, por estar á un paso de la fundi-
ción; y aquí lo trajimos^ y aquí se le ha asistido, y aquí
sigue.

Malvaloca. Pos sí que habrá pasao las negras. Por-
que no es mu duro de carnes. Un peyizco es, y le hase
daño. Pero ¿en qué piensa ya que no viene?

Leonardo. No sé... Sí que tarda... Acaso haya llega-
do el médico.

Malvaloca. Oiga usté, ¿es buen médico? Miste que
en estos pueblos hay á lo mejó ca veterinario...

Leonardo. Bueno debe de ser. A Salvador lo ha sa-
cado adelante. Es el forense. Iré á ver qué pasa y á de-
cirle que está usted aquí.

Malvaloca. Si me hase usté er favo...

Leonardo. Con muchísimo gusto. Va á marcharse y

vuelve. ¿Y quién le digo que lo espera? Porque no sé
cómo...

Malvaloca. Ah, sí. Dígale usté... Dígale usté que
-está aquí Marvaloca.

Leonardo. ¿Malvaloca?

Malvaloca. ¿Le suena?

Leonardo. No: me sorprende.

Malvaloca. Así me yaman desde los trese años. Mi
nombre es Rosa, pa servir á usté.

Leonardo. Muchas gracias.

Malvaloca. Pero á Sarvadó dígale usté que Marva-
loca. ¿A que no sabe usté por qué me yaman Marva-
loca?

Leonardo. ¿Por qué?

Malvaloca. Yo nasí en Málaga en una casita que te-
nía en la puerta un arriate y en el arriate una marva-
loca. La gente conosía á mi casa por la casa de la mar-
valoca. Pos bueno: se secó la marvaloca, pero en luga de
la marvaloca quedé yo, que ya prinsipiaba á espiga. Y
-como mi casa era pa to er mundo la casa de la marva-
loca, y ayí no había quedao marvaloca ninguna, pos la

— 22 —

marv aloca fui yo. Tota: que en vé de sé una fló y de
está á la puerta e la caye, fué una mosita que estaba
dentro. Ya ve usté qué cosa mas sensiya. Pero hay que
explicarla.

L60n&rd0. En un especial estado de ánimo, que en parte con-
firma las teorías de la simpatía expuestas por la simpática Malvaloca.
Voy á avisarle á Salvador. Se va por el jardín hacia la dere-
cha.

Maivaloca. cuando se queda sola. También es simpática
este hombre. Mirando hacia la puerta. ¿Y esta viejcsita que-
viene aquí? Se conose que estará recogía... ¡Pero qué
chiquitita es! ¡Si es un embuste! Paese una majita de-
armiré.

Sale MARIQUITA, en dirección al lado opuesto del corredor.
MALVALOCA la contempla encantada. Es una viejecita que cabe
dentro del bote de los garbanzos de San Antonio.

Mariquita, ai pasar ante MALVALOCA. Dios guarde á-.
Usté, hermana.

iVIaivaloca. Vaya usté con Dios, hermanita.
iVIariquita. Que usté siga güeña.
IVIaivaloca. ¿Está usté recogía en el asilo?

Mariquita. Deteniéndose. Sí, SCñora.

Malvaloca. ¿Hase mucho?

Mariquita. Cuatro años. Desde que me fartó mí
hijo; que me lo mataron en er moro.

Malvaloca. ¿Le mataron á usté un hijo en la guerra''*
Mariquita. Er que tenía.

Malvaloca. ¡Vaya por Dios! Mariquita hace un gesto de
resignación y dolor. ¿Soil UStedcS mUchoS los VÍejeSÍtOS

asilaos?

Mariquita. Ar presente, seis: dos mujeres y cuatro-
hombres.

Malvaloca. ¿Esto era un convento, verdá?

Mariquita. Sí, señora: er Convento der Carmen. Y'
cuando se murió la úrtima de las madres, se vinierom
aquí las Hermanitas del Amor de Dios.

— 23 —

Mal val oca. Ya. Diga usté, hermanita: ¿y se armiten
limosnas?

Mariquita. Hágase usté er cargo: de la caridá viven
eyas... y de la caridá de eyas, nosotros...

MalvalOCa. Tome usté, saca de su bolso una moneda de
cinco pesetas y se la da.

Mariquita. Atónita. ¿Qué es esto?

Malvaloca. Un duro.

Mariquita. No tengo pa darle la güerta.

Malvaloca. Si es pa usté, hermanita.

Mariquita. ¿Pa mí?

Malvaloca. En broma. ¡Pa que se compre usté un
sombrero!

Mariquita. sonriendo entre lágrimas. ¿Un SOmbrerO... yO?

Malvaloca. ¡Ó lo que le haga fartal

Mariquita. Un sagalejito.

Malvaloca. Aya usté, hermana.

Mariquita. ¿Es usté rica?

Malvaloca. ¡Uh!

Mariquita. Por la caye no suelen dá limosnas tan
grandes. De aquí tos los días salen dos hermanas á
pedí, ¡y si viera usté qué poquito recogen! Y escuche
usté una cosa: er sábado pasao le pegaron á la hermana
Piedá.

Malvaloca. ¿Quién?

Mariquita. Un borrachote, ¿quién había de sé? En-
tró en una casa que tenía la cánsela abierta, creyendo
que era una casa partícula, y era una tabernucha. Pero
eya, que es mu tranquila y mu resuerta, no se cortó ni
na, y pidió su Hmosna pa los pobres. Y aquer tío, bo-
rracho como estaba, empesó á sortá palabrotas y le dio
un gofetón.

Malvaloca. ¿Y qué hiso la hermana?

Mariquita. Pos la hermana entonses fué y le dijo:
«Güeno, esto es pa mí. Ahora sigo pidiendo pa mis po-
bres.» ... (ver texto completo)
malvaloca continuación

H. Piedad. Bromeando. ¿Ah, SÍ? Pnes le advierto á us-
ted que somos muy interesadas. Es posible que pida-
mos algo por cuenta de esa gratitud.

Leonardo. Lo que yo pueda dar... Y de él no se
diga.

H. Piedad. Hablaremos los' tres. Voy por allá den- ... (ver texto completo)
lo inserto en varias partes, ya que no me admite u n texto tan largo.
PERSONAJES ACTORES

MALVALOCA María Guerrero.

JUANELA Conchita Ruiz.

MARIQUITA Josefina Blanco.

HERMANA PIEDAD Carmen Jiménez. ... (ver texto completo)
Liberal, se que le gusta el teatro y se que le gusta improvisar, yo gustosamente le cedo el personaje de SALVADOR, con el que va a disfrutar, digame algo por favor.
Gracias
Me parece buena idear lo de poner aquí de momento el primer acto, mas yo la haría de otra forma, pondría ese original primer acto en un tema aparte, que se llamaría malvaloca, y serviría para ir consultando.
Soy aficionado al fútbol
porque allá por los años 6o
iba al colegio de agustinos
Señora del Buen Consejo
en la calle Juan Montalvo
al final de Reina Victoria.
Desde ventanas y patio
veía perfectamente el Estadio,
Estadio Metropolitano
Gracias por esa copa ... (ver texto completo)
Que sigan esos cuatro
que una cosa es la barra
y otra cosa es el teatro,
piense que vine de "Farra"
tristón, casi toqué la gloria
de mi Atletí campeón
! qué tardes maravillosas
en el gran metrapolitano!
ya no era aviación,
pero desde entonces, ... (ver texto completo)
Otro día como este y me despido de este mundo, porque en esos momentos, mi estado de ánimo estaba hundido en más absoluto fangal. Tan solo hacía unas horas, que saltaba de alegría, repartía besos y abrazos delante de esa pantalla gigante al ladito de Neptuno, ¡Qué ambiente! Atleti, Atleti, bufandas en alto, coreando el ¡campeones, campeones!, y en el último suspiro, todo se fue al traste, y ahora, ya cansado de llorar, entré el Levante con mi camiseta bajo el brazo y en el puño el corazón.
Camarero, por favor, quisiera una copa para olvidarme de la otra, y después me tomaré otra, a la salud de mi Atleti, que aunque ahora me vea sufrir, hace un momento me tuvo en la gloria.
En el otro extremo de la barra, había un grupo de forofos todo lo contrario a mi, ellos eran los que ahora estaban en la gloria.
¡Camarero! quiero invitar una ronda al grupo campeón, y si me permite, voy a echar una moneda a esta vieja gramola, y que suene el himno del Madrid. ... (ver texto completo)