NECROLOGICA.
Se trata de una necrológica publicada en impresora doméstica que hallé repartida en octavillas por las mesas de las terrazas y chiringuitos que he frecuentado en mis días veraniegos.
Dios Santo, qué asco más grande le tenía que tener el autor de la nota al finado. Se diría que aguardaba su muerte envejeciendo todo lo posible, como el santo Simeón la presentación de Nuestro Señor en el Templo. La crónica era, literalmente, como sigue.
Ayer falleció en Mazarrón Felipe López Bollando a consecuencia de un olvido respiratorio. Los que lo conocieron han quedado impactados por la rapidez del proceso pulmonar que lo conducirá al nicho si Dios quiere. Al mismo tiempo, no dejan de dar gracias al cielo. López bollando se distinguió desde joven por ser un mal bicho. Malencarado y de trato desagradable, dedicó más de la mitad de su vida a hacer daño.
Son varias las personas que lloran su desaparición, sobre todo en su propia casa, donde no estaba mal visto del todo. Las muestras de dolor se han dejado sentir también en el Banco de Sabadell, que le concedió un préstamo ocho días antes del óbito, así como en la figura del director de la entidad, que ha sido cesado con efectos retroactivos. El sentimiento de pesar se extiende a buena parte del bar donde solía tomar el desayuno e invitar de vez en cuando, más bien de vez, a algún parroquiano, gesto que nadie acierta a explicar.
“Era un mamarracho”, coinciden en afirmar todos sus vecinos. “La lástima es que el edema no llegara antes y durara más”, señalan. “De haber sabido que su muerte sería tan rápida –confiesa entre lágrimas de impotencia un primo hermano– ya nos hubiésemos ocupado los de la familia en procurarle un finiquito más largo, tipo Bárcenas. “Y con derecho a prórroga, apostilla una cuñada a la que dejó encinta recientemente para cobrarse una deuda de honor (el honor de haberle presentado a su hermano).
“Peor persona no se ha conocido en este pueblo”, dicen todos, pero también todos parecen coincidir en que siempre resulta triste que alguien muera relativamente joven, es decir, “sin haber sufrido lo suficiente los achaques que de una enfermedad larga y penosa”, aclaran algunos vecinos que no dudan de calificar al finado de tiparraco.
En definitiva, nadie lo quería. Deja tres hijos también muertos (sólo de vergüenza) y una viuda que acaba de formalizar su matrícula en el Club de Sevillanas de Murcia.
Ante la negativa de deudos y parientes a acoger el cadáver, la capilla ardiente se ha instalado en una nave industrial del término de Lopagán. Nadie acompaña el féretro por el momento. Las exequias tendrían lugar mañana martes si se encontrara a algún sacerdote que las oficiara. de no ser así, será incinerado por la Guardia Civil, que también muestra sus reticencias: “No podríamos caer más bajo –ha manifestado el brigada del puesto–, pero cumpliremos con nuestro deber; si hay que pegarle fuego, se le pega”.
Cientos de vecinos han regresado al municipio de Mazarrón tras obtener garantías de que el bellaco era ya cadáver. Y entre todos cunde el mismo lamento: “Si su madre hubiera muerto antes del parto… Pero ahora ya da igual, no se ha podido evitar una muerte rápida e indolora, los paros respiratorios son así”.
Para final de unas vacaciones no está mal. Tanto amor al prójimo, sobre todo cuando, por hache o por be es ya fiambre, resulta conmovedor.
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